MEGAJUICIO POZOS DE BANFIELD Y QUILMES Y BRIGADA DE LANÚS «En mi familia fue una herida total y desgarradora»
Durante la jornada 71 del megajuicio prestaron declaración testimonial Oscar Luis Viegas, Manuel Oscar Duarte, Doménico Favazza y Alejandro Corchs Lerena.
ANDAR en los juicios
(Agencia) Los rostros comienzan a aparecer lentamente en la cuadrícula. El Juez del Tribunal Oral Federal N°1 de La Plata, Ricardo Basílico, aguarda la asistencia de todas las partes: jueces, fiscales, querellas y defensas. Una vez constatada la presencia, da inicio a una nueva jornada de debate oral y público. La fiscal Ana Oberlín empieza con el interrogatorio pertinente.
Oberlín le pregunta a Oscar Luis Viegas si él o algún integrante de su familia fue víctima de privación ilegal de la libertad durante la última dictadura cívico-militar.
El testigo comienza su relato. Un jueves del año 1978 a las dos de la mañana se escuchan golpes en la puerta de su domicilio. Ingresan personas vestidas de civil, la Policía pregunta por Beatriz Bermúdez, quien era su esposa en ese momento, de nacionalidad uruguaya. Les solicitan documentos y la libreta de casamiento. “Nos sacan encapuchados y nos suben a una camioneta y nos llevan. Viajamos una hora aproximadamente. Bajamos en un garaje con las capuchas puestas. A mi señora se la llevan y a mí me meten en una habitación. Hacen un simulacro de fusilamiento”, relata angustiado.
Los trasladan hacia el Pozo de Quilmes. Allí se presenta una persona que se identifica como comisario y lo interroga, al no obtener la respuesta que buscan lo golpean fuertemente.
“Al día siguiente nos pasan a un calabozo a los dos. Se sienten voces y una persona que llama a mi mujer, era Aída Sáenz una amiga que estaba detenida y tuvo una hija en cautiverio. Es una desaparecida, uruguaya también. Nos interrogan acerca de otras personas y uruguayos”, cuenta Viegas.
“En una de las salidas en la que se llevan a mi esposa para interrogarla ella dice que le daban mucha agua para tomar y que no podía parar de hablar. Como que le hubieran dado de tomar para excitarla”, explica mientras intenta recordar más datos.
Durante su cautiverio les solicitan dinero para realizar su liberación y evitar su fusilamiento. El domingo les comunican que los van a llevar a su casa. Su familia, al llegar, se pone contenta. “Fui hasta el departamento del fondo con mi padre, juntamos el dinero y se los di. Era bastante dinero porque mi suegra había cobrado una indemnización en Uruguay, serían entre 10.000 y 15.000 dólares”, declara.
Todos los meses se acercaban a su domicilio a pedir más dinero o joyas de oro. Cansados de la situación y, con mucho miedo, deciden irse a vivir por un año y medio a Los Ángeles. “Estoy declarando acá en honor a esos compañeros desaparecidos”
La segunda exposición de la audiencia estuvo a cargo de Manuel Oscar Duarte, quien brinda testimonio con la asistencia de la licenciada Melanie Torres.
En la noche de los primeros días del mes de marzo de 1978 lo secuestran en Villa Fiorito, Lomas de Zamora, junto a otro compañero apodado Andy. Nueve personas vestidas de civil se acercan, dan la voz de alto y comienza el tiroteo. “Nos ponen el arma en la cabeza y nos trasladan a la quinta de Fiorito, nos esposan y nos vendan. Después me bajan en una comisaría y me atan contra un fierro”, relata. Al llegar le quitan la venda, las esposas y comienza el interrogatorio: le muestran fotografías de diferentes personas. Conocía a todas pero, al negarse a brindar información, lo golpean bruscamente. Lo obligan a dar su domicilio y allanan su casa, en ella se encontraban su mamá, su padrastro y sus hermanos.
“Revisan la casa y roban objetos de valor. Después me trasladan a la comisaría de Fiorito, vendado en una camioneta con más compañeros. Fueros dos horas de viaje con muchas vueltas, lo último que recuerdo fue los tribunales de Camino Negro”, cuenta.
Al llegar al lugar lo llevan a una celda que tenía una ventana chiquita adelante y otra atrás. Minutos después, lo llevan hacia una escalera de madera, lo desnudan, lo atan y lo colocan en una cama: comienza la tortura.
“La tortura era una cosa de todos los días. Todas las noches te bajaban para torturarte. Me preguntaban sobre mis compañeros, quiénes eran. Estuve un rato así hasta que me desmayé”, cuenta angustiado.
Trasladan a Duarte en una camioneta blanca junto a otros compañeros y después se dirigen hacia el Pozo de Quilmes. Una vez allí, los llevan a un campo y le informan a él que será liberado porque tenía un hermano que era policía.
“Cuando nos liberan, nos dan el documento y nos dicen que hay una ruta cerca con un colectivo que me iba a dejar en mi casa. Me dieron un billete de 5 pesos. Caminamos más de 30 cuadras hasta que llegó un momento en el que vimos que venía un colectivo, el 247. Nos subimos, el chofer no nos quiso cobrar”, declara.
Duarte relata que su vida fue una pesadilla. No pudo salir de su casa durante un año y lo único que le permitía descansar era tomar calmantes. “Empecé a tomar anfetaminas, eso me volvió a sacar de nuevo a la sociedad pero en ese recorrido comencé a consumir de todo hasta que llegué a la cocaína. Tiempo después armé la primera institución de lucha contra la droga en Fiorito y eso me permitió volver a acercarme a la militancia”, explica angustiado.
“Es muy duro contarlo porque uno se acuerda de los momentos. Conocí el Pozo de Quilmes no hace mucho tiempo y recordé ese lugar de detención y tortura. Estoy declarando acá en honor a esos compañeros desaparecidos”, dice mientras se emociona.
“Había olor a carne achicharrada”
La exposición de Doménico Favazza comienza con problemas propios de la virtualidad. El juez Basílico ayuda al testigo a utilizar la plataforma Zoom. Después de algunos minutos de problemas técnicos lo asisten vía telefónica y empieza su relato.
El 14 de septiembre de 1977 a las 00:45 una patota interrumpe bruscamente en el domicilio de sus padres en la localidad de Temperley, acorralan a su hermano, Felipe Antonio Fagazza, y a él lo arrojan al suelo y, mientras lo apuntan con un arma, lo interrogan acerca de si poseía armas o volantes.
Interceptan a él y a su hermano, los llevan hacia un Ford Falcon y se dirigen hacia la casa de Luis “Lucho” Fernández. Una vez ahí los secuestran a los tres y los conducen hacia el Pozo de Quilmes.
“Al llegar nos tomaron las huellas digitales. A mi hermano se lo llevan, yo pensaba que lo iban a liberar pero veinte días después aparece más muerto que vivo: flaco, con una gripe espantosa. Ahí comienza el calvario, el calvario que viví en carne propia, yo no perdono”, expresa.
En el Pozo de Quilmes sus oídos escuchaban gritos de tortura y llantos de mujeres. “Había olor a carne achicharrada. Nos ponían la picana en los genitales”, declara.
A él y a su hermano les informan en La Plata que habían sido expulsados. De ahí se dirigen hacia el Ministerio del Interior, y luego, hacia la Alcaldía donde les toman las huellas digitales por tercera vez.
“El 5 de febrero de 1978, el día que comenzó el mundial, conocí la libertad. Llegamos al aeropuerto de Ezeiza y en el avión nos quitan las esposas. Nos entregan al comandante de Alitalia y nos dice `Yo no sé qué pasó con ustedes, pero de ahora en adelante son ciudadanos italianos libres, aquí están sus pasaportes´”, concluye entre lágrimas.
“En mi familia fue una herida total y desgarradora, no se me ocurre algo peor que me pudieran haber hecho”
El último testimonio estuvo a cargo de Alejandro Corchs Lerena, que brinda declaración desde Uruguay.
“Mi madre, Elena Lerena, mi padre, Alberto Corchs, y yo fuimos víctimas de la dictadura militar argentina, uruguaya y su coordinación entre ambas. Mis padres vivían exiliados, se fueron de Uruguay en julio de 1973 cuando explota una bomba en la facultad de Ingeniería”, comienza.
El 21 de diciembre de 1977 llaman a la puerta de su domicilio con dos Ford Falcon y le dicen a su madre que tiene que ir a la comisaría a realizar un trámite de diez minutos. Alejandro tenía dos años, un comisario lo toma en brazos y lo deja con un vecino. Horas más tarde llega su padre y lo secuestran.
“Mi vecino yerno del almirante Devoto de la Marina Argentina se contacta con otro vecino y me entregan a ellos. Luego me tienen una semana en su casa hasta que logran ubicar a mis abuelos maternos, que estaban en Uruguay. Ellos viajan a Buenos Aires y les dan la guarda a mis abuelos y regresamos a Montevideo”, cuenta.
Sus abuelos realizan denuncias a las comisarías de la zona pero no logran recabar información. Solicitan habeas corpus y envían cartas al Papa y al Rey de España, no obtienen ninguna respuesta.
Elena Lerena y Alberto Corchs estuvieron secuestrados de manera clandestina durante cinco meses en el Pozo de Quilmes y en el Pozo de Banfield. La Comisión para la Paz Uruguaya informó que su madre falleció en medio de una tortura el 2 de mayo y su padre el 16 del mismo mes de 1978. Sus cuerpos fueron desaparecidos
“No se valora como un daño si estás con vida y no tuviste ninguna herida física. En mi familia fue una herida total y desgarradora, no se me ocurre algo peor que me podían haber hecho”, concluye.
La próxima jornada del debate oral y público será el martes 28 de junio a las 8:30 horas donde se tomarán las declaraciones testimoniales de Oscar Julián Herrera, Adriana Chamorro, Graciela Sobrino Berardi, Pablo Sobrino y Ricardo Arias.
*Cobertura realizada por Sofía Parcesepe.
Cómo citar este texto: Diario del juicio. 21 de junio de 2022. “EN MI FAMILIA FUE UNA HERIDA TOTAL Y DESGARRADORA, NO SE ME OCURRE ALGO PEOR QUE ME PODÍAN HABER HECHO”. Recuperado de: https://diariodeljuicioar.wordpress.com/?p=1269