ENTREVISTA AL PADRE PEPE “En la villa, el consumo siempre se transforma en problemático”
José María Di Paola, el padre Pepe, trabaja desde hace años construyendo caminos para ofrecer una salida de las adicciones a los chicos y chicas de las villas. Es, además, integrante de la Comisión Provincial por la Memoria. Este jueves disertará sobre esa experiencia en las primeras jornadas sobre adicciones, salud y educación pública que se realizarán en la Facultad de Psicología de la UNLP.
ANDAR en los barrios
(Agencia) Se define claramente: Pepe es un cura villero. A través de su trabajo pastoral en esas villas que lo definen, fue desarrollando dispositivos de contención para los jóvenes que quedaron afuera del sistema y vienen sufriendo el avance de las drogas. Esa experiencia de contención lo convierte en un referente cuando se quiere pensar el problema de las adicciones, como es el caso de las jornadas que se desarrollarán en la Universidad Nacional de La Plata esta semana. En diálogo con Andar, Pepe describe el camino que va construyendo con la gente en los barrios donde trabaja.
¿Qué devoluciones o intercambios recibís cuando asistís o brindás charlas y encuentros como el que vas a participar en la UNLP?
La propuesta nuestra es una propuesta aplicable. Entonces, cuando vas a un barrio o algún lugar a dar una charla, después de que conté más o menos cómo se forma un centro barrial la gente te dice ‘y bueno eso es algo que acá se puede hacer, capaz de otra manera’; o sea, es una propuesta que se puede aggiornar a un lugar de clase media, a un pueblo. Y después me he encontrado con otros modos que hay en la Argentina de abordar el tema: algunos más teóricos otros más prácticos; me he encontrado de todo.
¿Cómo fue que empezaste a enfrentarte y trabajar con el problema de las adicciones?
Mirá, como párroco en la villa sos un vecino más y vas viendo, vas compartiendo lo bueno, lo de todos los días y también las cosas malas que suceden. El 2001 nos obligó a armar comedores, a pensar una escuela de oficios… la misma realidad te va planteando los desafíos. Y así llegó el paco como una invasión exponencial frente a un estado muy burocrático que no permitía ni tenía organizados caminos de recuperación. Entonces dijimos ‘bueno, nuestro desafío ahora es éste’. En ese momento yo tenía dos parroquias, a una la partí por la mitad y armé un centro como para que el chico que tenía problemas no tuviera que ir a 10 reuniones diferentes antes de una respuesta. Entonces el pibe de barrio empezó a tener un lugar a pocas cuadras de su casa, al que podía llegar caminando, donde podía comer, donde podía ser escuchado, tener reuniones de ayuda. Empezó como algo muy sencillo que fue tomando forma; y ahora los llamamos centros barriales que tienen la particularidad de asumir la complejidad. Con el tiempo pudimos incorporar psicólogos, psiquiatras, armar un equipo donde estaba el acompañante terapéutico pero también estaba el profesional de la salud, el cura, y que también es barrial porque hacemos participar a la gente del barrio. Hay gente que ayuda cocinando, otros haciendo deportes, otros manualidades. Hicimos también una pequeña granja como etapa de desintoxicación, de inicio del camino espiritual, de una etapa nueva de la vida y cuando vuelven los seguimos atendiendo en el centro barrial.
La parroquia que Pepe menciona es la de Caacupé, en la Villa 21, donde nació el primer centro barrial, el jueves santo del 2008. Después la experiencia se fue replicando en distintas parroquias de las villas de capital y en otros lugares que no son exactamente villas, pero donde hay mucho consumo, como por ejemplo en Constitución. “Es que es una experiencia fácil de replicar, es costosa porque hay que ponerle mucha fuerza, mucho tiempo, pero que tiene la facilidad de hacerse cargo del problema de ese joven que vive en ese lugar”, repite Di Paola que ahora trabaja en José León Suarez, San Martín, en las villas de Carcovca y Curita.
“En estos lugares no sólo se trata el chico y la sustancia sino la realidad que le toca vivir, estamos hablando de un contexto de villa que lo atraviesa: la marginalidad, la droga, la violencia, las armas, un montón de cosas que son parte de todos los días. Es cómo trabajar el tema de las adicciones en ese contexto. No hay egresados en esto. Iniciamos así ese proceso que fue tomando forma y hoy en día es reconocido por el SEDRONAR como dispositivo”, detalla.
Los chicos que asisten a los centros tienen de 16 años en adelante, algunos se acercan por una iniciativa propia, otros a través de sus familias o mamás. “Al principio nos costó mucho que participaran los chicos. Fue cuestión de que los primeros anduvieran bien, eso fue lo que generó la invitación a otros que no se animaban y también a muchas madres que empezaron a compartir experiencias, porque a lo mejor su hijo no asumía que tenía que ir al centro pero a ellas las ayudaba la reunión con las madres de otros chicos, con la gente del hogar”, cuenta Pepe.
¿Cómo es el acompañamiento en los centros?
Depende el día porque funciona todos los días. A la mañana toman mate, está la psicóloga, la psiquiatra; al mediodía almuerzan, hacen un poco de recreación, hay distintos talleres, y después el grupo. Hay distintos grupos, hay chicos que están hace tiempo, otros que recién empiezan, algunos intermedios; hay algunos que fueron a granjas.
Entonces los chicos se acercan, participan de esto, a lo mejor van a una granja; los curas villeros tenemos una pero hay chicos o chicas que van a otras y una vez que hacen ese proceso de desintoxicación vuelven al centro barrial y siguen la temática. Incorporamos aprendizaje de oficios y todas otras cuestiones que están ligadas a la vida. Por eso no es solamente la persona y la sustancia: el centro se ocupa de que el chico trate de tener documentos, de que si puede tener un programa se pueda inscribir, acompañarlo al médico, o sea que realmente pueda restablecer su vida
¿De qué forma se articula ese vínculo con otras instituciones como la escuela o el centro de salud?
Es muy importante la buena conexión con aquellas instituciones que tienen las puertas abiertas. A veces decimos que las redes son nombres más que instituciones, porque a lo mejor en el hospital está fulano y ese fulano está los jueves, entonces nosotros esperamos al jueves porque atiende fulano. Eso pasa con las instituciones, las verdaderas redes no son un listado de números de teléfono sino de personas concretas que comparten un mismo objetivo; de esa manera se puede sacar adelante al pibe.
[pullquote]las redes son nombres más que instituciones, personas concretas que comparten un mismo objetivo[/pullquote]
En el SEDRONAR, con el tiempo, logramos que entendieran que no hacía falta mandarlos a un psicólogo una semana, a la asistente social otra: nosotros acá ya teníamos un equipo conformado que podía evaluar mejor que tres entrevistas que hacían ellos. Así que desde el año 2009 pudimos articular bien con el SEDRONAR y después, al reconocernos como dispositivo, ahí nos empezaron a dar un subsidio para empezar a pagarle por ejemplo al psiquiatra, para que no sea que vengan de onda.
¿Cuántos chicos hay en los centros?
No sé en total qué cantidad de chicos van a los centros. El nuestro es un centro de día, es barrial, pero de día tenemos más de 300 fichas hechas de chicos en las villas de Carcova y Curita. Pero que estén en forma estable unos 60 ó 70. Después tenés los jóvenes que están en las granjas: sabemos que vuelven y son procesos diferentes. En la nuestra duran 3, 4 meses, terminan y vuelven; tenemos una casita donde viven porque, para el que dejó de consumir, si en su casa están consumiendo no es fácil. Entonces tenemos la casita donde pueden vivir y empezar a organizar su proyecto de vida.
¿Qué participación tienen los chicos que ya han pasado un periodo más largo en su proceso en los centros?
Esos, te digo, son los mejores maestros. Muchos se transforman en los verdaderos operadores terapéuticos de sus compañeros, los acompañan a hacer un montón de cosas, al médico… es interesante ver cómo una de las cualidades de estos chicos es primero acercarse a chicos que jamás se hubieran acercado; solamente lo hacen porque a su amigo, su compañero de esquina, ahora lo ven de otra manera. Y ver que después se transforman en aquellos que acompañan en el proceso de recuperación… eso es muy lindo de ver.
Al ver crecer el trabajo, también debés haber visto qué pasaba con el tráfico de drogas en los barrios. ¿Cuál es tu evaluación?
Yo creo que estamos cada vez peor. La droga se ha instalado y también hay un modo de aceptar la droga como algo que es casi inocuo. Y esto en los sectores donde trabajamos nosotros es muy jorobado porque en muchos lugares se empieza a hablar de consumo recreativo y consumo problemático y, para nosotros, el consumo se transforma siempre en problemático porque el alcohol, las pastillas, la marihuana terminan después en una especia de tobogán. No es fácil que se contenga un pibe que a lo mejor no está trabajando, no está estudiando, se le ha quebrado su proyecto o jamás lo tuvo. Se está hablando de jóvenes que tal vez nunca pudieron trazarse un horizonte de decir ‘quiero hacer esto o aquello’; por eso tenemos la escuela de oficios, por eso estamos tratando de incentivar a los jóvenes con metas en la vida que supongan, además de esfuerzo, una especie de superación personal, de control, de mirada hacia el futuro.
Debe ser difícil construir ese acompañamiento posterior cuando se convive en ese contexto donde se origina la adicción…
Lo más importante y donde más énfasis ponemos es en eso, en ese tercer paso que nunca se le dio bolilla. Un chico venía muy bien de un proceso espiritual, bárbaro, 10 puntos, se desintoxicó era flaquísimo y venía gordito, con ganas de estudiar… y en una semana volvía al consumo. Y era más difícil de ayudar después. No son egresados, son chicos que tenés que seguir acompañando; ése era el gran debate. Lo bueno de los centros barriales es que de ahí salen y ahí vuelven, entonces vos seguís acompañando. Y ahí empieza el tema vivienda, el tema laboral, el proyecto de vida que tenés que ir armando, también asumir cada uno sus cosas porque hay algunos que ya tienen sus hijos… son muy variables los casos.
Y puede ser muy frustrante no encontrar esta red que mencionabas…
Es jorobado. Además los hábitos del delito y la adicción son complicados. Encontrar cómo los pibes no caigan en eso y encontrar referentes positivos en el mismo barrio, no que los tengan que mirar por televisión o en otro lado. Esa referencia positiva la tiene que encontrar de donde viene.