Denuncian precarización laboral y falta de programación Siguen las protestas en el Teatro Argentino de La Plata
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(Agencia) Los enormes depósitos de vestuarios y talleres de escenografías por los que, hasta hace pocos años, resultaba difícil transitar, hoy están vaciados. Hay músicos, artistas y técnicos que, incluso con 70 años de edad y con más de 8 años de trabajo en el Teatro, permanecen como contratados y con retrasos en los cobros salariales de hasta seis meses. En lo que va de 2013 sólo se han realizado dos conciertos sinfónicos corales y una función de ballet por parte de los cuerpos artísticos “estables” del Teatro. Los trabajadores califican la situación actual del Teatro Argentino como de vaciamiento institucional, y en ese marco continuaron ayer con las particulares protestas donde muestran su arte.
Todos los miércoles, desde hace meses, los trabajadores del Teatro Argentino realizan «espectáculos de protesta» en distintos lugares de la vía pública y en el hall de la institución. “Somos 900 personas que, en seis meses y medio, prácticamente no hemos hecho nada, excepto encerrarnos en las salas de ensayo. Decimos que nos han puesto a ‘masticar chicles’”, señala Fernando Alvar Núñez, integrante del coro y vocero de la Asamblea de los trabajadores.
Construido a fines del siglo XIX, el Teatro Argentino de La Plata sufrió un extraño incendio en 1977, y a pesar de que la destrucción fue sólo parcial, la dictadura militar decidió demolerlo. Con más de dos décadas de demora, en el último año del siglo XX fue reinaugurado el nuevo Teatro con salas modernas y dotadas con las mejores tecnologías e importantes recursos para la confección de vestuarios y escenografías. El renovado esplendor parecía irreversible.
Sin embargo los trabajadores califican la situación actual del Teatro Argentino como de vaciamiento institucional: “No tenemos madera que serruchar, hierros que soldar, telas que cortar ni partituras que leer. Los depósitos hoy están prácticamente vacíos, y nadie sabe adónde fueron a parar todos los materiales y vestuarios que faltan. Entrar a los depósitos es muy fuerte y angustiante para nosotros. Y no podemos asistir pasivamente a tal deterioro sin decirle a la gente que el Teatro se cae”.
Desde comienzos de año los trabajadores realizan medidas de protesta con el objeto de romper la inercia con la que se gestiona el Teatro. En este sentido han realizado -en diversas ocasiones y con amplio acompañamiento de público- funciones corales, de ballet y de orquesta gratuitas en el hall central y abrazos simbólicos del edificio. “Para los trabajadores, todo esto es un insulto no sólo para nosotros sino para el pueblo bonaerense. Es ‘una piña en la cara’ y necesitamos decirlo. No podemos tolerar más este cinismo”, afirma el vocero de la asamblea.
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En términos laborales, los trabajadores del Teatro están divididos en estables –única categoría con todos los derechos reconocidos y garantizados-; mensualizados, quienes luego de haber estado dos años o más como contratados han conseguido continuidad anual y el reconocimiento de algunos derechos laborales –aportes jubilatorios, obra social y aguinaldo, pero no la antigüedad ni la estabilidad-; contratados, que pueden serlo por obras o por año de servicio, siendo este último tipo de contrato de carácter “anual pagadero en 12 cuotas mensuales, pero cuyos retrasos llegan hasta los seis meses –los contratados no cobran antigüedad, no reciben aportes ni ningún otro derecho laboral-; y finalmente la categoría “Sala y escenario”, cuyos trabajadores cobran por día trabajado y con retrasos de más de un mes.
“El Estado bonaerense actúa como un empleador que contrata en negro. Hay contratados que esperan nombramiento desde hace 3 años. Esos trabajadores rindieron los concursos y aprobaron pero nunca fueron nombrados. Casi todos los no estables trabajan en el Teatro desde hace 8 años. Por otra parte, la máxima expresión de contratos basura alcanza su máxima expresión en el cuerpo técnico, integrado por 300 artesanos y artistas plásticos que trabajan en los talleres”, destaca Alvar Núñez.
La precarización laboral afecta especialmente a los bailarines del Teatro, ya que la carrera profesional se estima con una duración de 20 años y muchos trabajadores de ese cuerpo ya llevan casi la mitad de sus carreras en situación de informalidad laboral.
Lisandro, uno de los integrantes del Ballet, señala que “el cuerpo de bailarines se va achicando continuamente y, con respecto a lo artístico, no estamos realizando funciones y nos desempeñamos básicamente en la sala de ensayos en vez de hacerlo en el escenario ante la sala llena”.
“Tenemos mucho miedo al vaciamiento del Teatro. Hay muchos trabajadores a los que no se les paga; trajes y escenografías que ya no están en los depósitos; contratación de obras externas en vez de mejorar la programación con los cuerpos artísticos de la institución; cancelación sistemática de funciones: en fin, se va cediendo cada vez más nuestro espacio en la casa”, agrega Lisandro.
Desde que comenzaron las acciones de protesta, los trabajadores fueron recibidos en tres ocasiones por parte del presidente del Instituto del Centro Cultural de la Provincia, Jorge Telerman. Para sorpresa de los representantes de los trabajadores, en las tres oportunidades el funcionario les solicitó una planilla con los detalles de todos los contratados del Teatro, gesto que fue interpretado como una burla y como postergación de la resolución del conflicto.
A su vez, el director Artístico y Administrativo del Teatro, Leandro Iglesias, ha accedido a dialogar con pequeños grupos de trabajadores, pero no con representantes de la asamblea general: “Es como si tuviera la intención de separarnos y dividirnos. Pensamos que favorece a determinada gente en detrimento del resto y que realiza un manejo discrecional bastante obvio en lo que a la administración se refiere”, destaca el vocero de los trabajadores.
Sin un plan rector previamente elaborado y evaluado, sin recursos ni materiales para la puesta en escena de las funciones y con problemas estructurales en torno a la formalización laboral, el Teatro Argentino atraviesa una etapa de crisis orgánica que, hasta el momento, parece no tener perspectivas de superación. No obstante, el vaciamiento y la inexistencia de política cultural del histórico emblema artístico bonaerense contrastan con las expectativas y motivaciones de los trabajadores, quienes mantendrán sus reclamos hasta obtener una propuesta del Estado provincial que atienda el núcleo de los problemas.
En ese sentido, Alvar Núñez se entusiasma con “un Teatro Argentino que sea verdaderamente del pueblo y para el pueblo y que las salas se llenen todos los días. El estado tendría que regalar entradas a las personas con escasos recursos, incluso poner a disposición de los barrios más alejados un sistema gratuito de transporte para que las personas puedan asistir a las funciones. Lo que no podemos hacer es dejar que el Teatro se caiga”.