Cuarentena en las villas: aislamiento en el barrio, cuidado comunitario y la supervivencia del día a día
La dificultad para cumplir con las medidas sanitarias en los barrios más pobres y la repercusión del aislamiento social, preventivo y obligatorio en la economía de supervivencia de sus habitantes. La cuarentena en la extrema pobreza. El padre Pepe di Paola dice que desde la parroquia de La Cárcova tuvieron que duplicar la cantidad de platos de comida y disponer espacios en las iglesias o alquilar casas para albergar a abuelos, a personas en situación de calle y jóvenes con problemas de adicciones. “Insistimos mucho en el cuidado comunitario y la gente entiende la importancia de cumplir el aislamiento, pero se vive una tensión diaria entre lo que se debe hacer y los condicionamientos de la vida en nuestros barrios”.
ANDAR en San Martín
(Agencia) ¿Cómo se cumple el aislamiento y las medidas sanitarias en los barrios más pobres, donde hasta tres o cuatro generaciones de familia viven hacinadas en la misma casa? ¿Dónde la economía familiar depende del trabajo del día a día? En un informe especial sobre la situación en las villas, la Garganta Poderosa se preguntaba: ¿Cómo se viene llevando la cuarentena en las casas donde la cuarentena no tiene tan lindas casas? Como se puede.
“Nosotros se lo planteamos al presidente, el lema de quedate en tu casa, llevate el trabajo a tu casa, es una publicidad para la clase media, de trabajadores formales. En nuestros barrios la situación es diferente”, recuerda el padre Pepe di Paola sobre el encuentro que él y otros curas villeros mantuvieron con Alberto Fernández.
En diálogo con ANDAR, el integrante de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) hace un recorrido de lo que fueron estas semanas de cuarentena en su parroquia de La Cárcova, en José León Suárez: el cuidado comunitario, los comedores, la readaptación de las iglesias para colaborar con las medidas sanitarias, las respuestas del gobierno.
“En un primer momento, la gente de los barrios no tomaba el coronavirus como un tema propio, lo veían como algo lejano que pasaba en China, en Europa o a la gente que viajaba. Tuvimos que insistir mucho para extremar las medidas de cuidado”, dice el padre Pepe.
Las personas que colaboran en la parroquia y las organizaciones que trabajan en los barrios más pobres saben la importancia de prevenir el contagio, porque saben que si el Covid-19 entra en las villas podría causar estragos. En el informe presentado por la Garganta Poderosa denuncian que el hacinamiento en viviendas, la falta muchas veces de agua potable, la contaminación, la malnutrición y las enfermedades preexistentes hacen de las villas una población de riesgo.
En ese contexto, al problema de la emergencia sanitaria por la pandemia se suma los problemas estructurales de la atención a la salud en estos barrios: “En la Villa 1-11-14 el centro médico que atiende las zonas 19, 20 y 40 exhibe una predisposición fenomenal, pero vive desbordado por la falta de personal y la escasez de insumos para los enfermos de pobreza: faltan guantes, barbijos y productos de limpieza, también ahí, en la salita, sí”, citan como ejemplo.
“Según el último relevamiento que realizó nuestro propio Observatorio Villero, hoy están viviendo entre 4 y 10 personas en cada hogar, acomodadas así, como se puede», agregan. En esas condiciones, no sólo es imposible poder cumplir con el aislamiento en el hogar y las medidas de distanciamiento sino que es contraproducente con respecto a las medidas sanitarias que deben tomarse.
“Son barrios de casas chicas donde viven muchas personas, que comparten el mismo cuarto. Por eso nosotros propusimos que el aislamiento tenía que ser el barrio: quedate en tu casa, quedate en tu barrio”, dice el padre Pepe.“Es importante que los vecinos puedan estar en las puertas de sus casas, establecer ciertas franjas de circulación, e insistir mucho en evitar el contacto directo, en la limpieza y las medidas de higiene. Tenemos el desafío de reforzar esa tarea desde las organizaciones”.
El otro aspecto de la cuarentena en las villas es el derrumbe de la economía familiar, esa economía de la supervivencia, de la changa del día a día para llevar comida a las casas. “Acá la gente no puede llevarse el trabajo a la casa, acá viven los changarines que subsisten del cartoneo, de cortar el paso, de la construcción”, describe el padre Pepe. Y reconoce: “La gente entiende la importancia de cumplir el aislamiento pero se vive una tensión entre lo que se debe hacer y los condicionamientos de la vida de nuestros barrios. Uno tiene que tratar de ayudar a pacificar y es una tarea diaria”.
La situación económica obligó a la parroquia a duplicar la entrega de comida: en los comedores donde antes iban a los hijos e hijas, ahora también reparten vianda para los padres y madres que no pueden salir a trabajar. “Pudimos extender el sistema de entrega para garantizar un plato de comida al día. Es lo que pudimos garantizar, pero siempre es poco para la cantidad de gente”, asegura.
Otra de las medidas que tomaron los curas villeros para enfrentar la emergencia sanitaria fue abrir las parroquias para alojar a las personas mayores: “Nosotros ya readaptamos el lugar para que los abuelos vivan acá, los recibimos y aislamos en el primer piso”, cuenta Di Paola. “También abrimos la capilla para algunos chicos de la calle, que vienen por problemas de adicciones, para que puedan mantener la recuperación”, agrega.
Esta última semana también abrieron una capilla para levantar una casa atención primaria de salud, con camas para recibir posibles internaciones, y alquilaron dos casas para alojar a hombres en situación de calle en las villas.
En la parroquia de La Cárcova funciona por unos días PAMI, ANSES y otras dependencias públicas: “Nosotros le dijimos al presidente que contaba con nuestras iglesias y esto va a ser importante para que los vecinos y vecinas que viven de las changas puedan cobrar los 10 mil pesos y realizar otros trámites”.
La emergencia redobló el esfuerzo de las iglesias y organizaciones territoriales en los barrios más vulnerables: “Hay una infinidad de voluntarios en las parroquias, sostenidas por gente del barrio que se pone a disposición de estos servicios, se reúnen para cubrir estas tareas, son parte de la comunidad y esto es muy valioso”, asegura el padre Pepe.
“Funciona por amor al amor, gracias al motor comunitario que fabricó la villa en 70 años de resistencia. Funciona porque la dignidad no tiene frenos. Funciona porque la vida importa”, dicen referentes villeros reunidos en el informe de la Garganta Poderosa.