MEGAJUICIO POZOS DE BANFIELD Y QUILMES Y BRIGADA DE LANÚS Cuando la luz aparece al final del camino: los testimonios de Esteban Badell y Miguel Hernández
El13 de julio la audiencia n° 33 del Juicio a las Brigadas por el “Pozo” de Banfield, el “Pozo” de Quilmes y “El Infierno” de Avellaneda comenzó cerca de las 9 horas, con el primer testimonio de Paula Eliana Badell Acosta, quien expresó el pedido de que su declaración no fuera televisada. Luego continuó su hermano mayor, Esteban Badell Acosta, hijo de María Eliana Badell y de Esteban Benito Acosta, detenido y desaparecido en la noche del 28 de septiembre de 1976. Por último, dio su testimonio Miguel Hernández, sobreviviente del Pozo de Banfield.
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(Por Diario del Juicio) Cerca de las 11.30 horas, el Presidente del TOF1 de La Plata, Ricardo Basílico, le dio la palabra a Esteban Badell Acosta, que, desde su hogar en Chile, ése que tantos años se le hizo esquivo, pudo brindar su testimonio, su historia, la de él, su hermana y sus padres.
El inicio es aquella noche del 28 de septiembre de 1976 en la calle 15 de City Bell, entre Camino General Belgrano y 23, cuando un grupo de civiles armados irrumpen en la madrugada llevándose a los padres de Esteban: María Eliana Badell y Esteban Benito Acosta. Los recuerdos de ese momento siguen latentes para el testigo: “Era de noche, escucho que dicen: ‘¡Abrí, Badell!’… Yo, sin entender, estaba en la pieza con mi hermana y una señora que estaba con nosotros. Había un civil apuntándonos con una ametralladora diciéndonos que nos callemos”.
La señora con la que estaban era analfabeta, su nombre era Angélica, y fue quien cuidó de ellos dos durante la noche posterior al secuestro de la pareja. Por la tarde “nos lleva a la casa de unos tíos que vivían a cinco cuadras de mi casa”, expresó Esteban refiriéndose a la vivienda de Evaristo Tadeo Rojas, a quien referencia como su “tío” durante el testimonio.
Tres días después del suceso, ya viviendo con sus tíos, se enteran de que Julio Badell, hermano de su padre, fue secuestrado esa misma noche y lo entregan muerto. “Por testimonios de un policía arrepentido sé que lo tiraron del tercer piso de la Jefatura de La Plata”. Una semana después del 28 de septiembre, se hace entrega del cuerpo de su padre. En ese momento observó la complicidad de su tío quien expresó: “Nos cagaron…Me prometieron que me lo iban a entregar vivo”.
Al momento del secuestro, Esteban Benito era oficial de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, María Eliana estudiaba medicina en la UNLP. Ambos eran militantes del PRT-ERP.
Vivir bajo la violencia, la burla y golpes a mansalva. Así fueron los años siguientes del 1976 de Esteban y su hermana Paula. Su hogar, el que compartían con sus padres, fue su nuevo hogar ya que la familia de Rojas optó por mudarse ahí, repartirse los muebles entre los familiares y quemar los libros que tenían Esteban Benito y María Eliana.
Los golpes de Rojas a Esteban, que en ese momento tenía 9 años, empezaron luego de que él tuviera alucinaciones que lo hacían gritar por las noches. “Él me repetía que el mejor psicólogo era un palo”.
La discriminación ante ellos era recurrente. Durmieron bajo la mesa del comedor con frazadas durante dos años. Mientras les pegaban, hacían alusión a su madre como una “comunista subversiva, como si le echaran la culpa de lo sucedido con mi papá y mi tío Julio”. Ante eso, les ocultaban a los hermanos las cartas que les enviaba su abuelo materno desde Chile. “Tiempo después encontré cartas donde Rojas le dice a mi abuelo que se iba hace cargo de nuestra educación y que las ideas locas de mi mamá habían hecho que mataran a Julio y Esteban”, expresó.
La desesperanza crecía, las ganas de irse eran cada vez más. Los golpes físicos aumentaban. “Nos golpeaban con palos, correas, zapatos. Todos los integrantes de la familia tenían derecho a pegarnos”. Rojas se encargó de amenazar en dos oportunidades a quienes viajaron de Chile a City Bell para observar el estado de Paula y Esteban: “En diciembre de 1976 llegó una amiga de mamá y en 1978 mi abuelo. Nos ilusionamos, pero de repente no apareció más. A los dos los habían amenazado”, señaló Esteban.
A los 14 años, en su adolescencia, Esteban decide interrogar a Rojas para conocer qué fue lo sucedido con su madre, al que le dijo: “Yo sé que vos tenés algo que ver con todo lo que pasó”, Rojas respondió: “Sí, tenés razón. Soy policía y cumplí órdenes”. A su vez, Rojas le aseguró que no sabía dónde estaba su mamá pero que iba a averiguar. Por testimonios, Esteban supo que su madre murió en Quilmes, y su cuerpo tirado en una fosa común.
Las secuelas quedaron después de 1985, año en que gracias a su abuelo y a Abuelas de Plaza de Mayo pudieron desligar a Esteban y Paula de Rojas. Las sensaciones de aquel 28 de septiembre de 1976 siguen presentes en el cuerpo de Esteban. Tal es así que sus viajes a Argentina no han sido satisfactorios, y mucho menos disfrutados por él.
“Mi vida después de eso no fue grata, hasta el día de hoy tengo situaciones donde no duermo bien, me despierto cuatro veces por la noche, escucho autos. Vivíamos con la ilusión de llegar a Chile… eso nos sostuvo para soportar tanta humillación y maltrato. Hoy no tengo muchos amigos, me cuesta hacer, tener relaciones. Cuando viajo a Argentina voy con mucho temor. Siento mucha desconfianza hasta el día de hoy”, finalizó Esteban.
Sobrevivir al cautiverio
El tercer turno de esta mañana fue de Miguel Hernández, quien fuese secuestrado el 12 de mayo de 1975 en la calle Río Carapachay del barrio 5 esquinas de Florencio Varela, por varias personas en la madrugada. Por relatos posteriores supo que hubo un importante despliegue con gente armada, vestida de civil, que rodearon prácticamente toda la manzana de su cuadra. En esa noche fatídica se llevaron a cuatro personas, “nos esposaron, nos vendaron y en el camino nos encapucharon…en casa solo quedaron dos niños menores de 4 y 3 años que fueron dejados con un vecino”. Esos niños eran sus hijos Gustavo y Gabriela.
De Varela al Pozo de Banfield. Ese fue el viaje de Miguel en vehículo donde iba encapuchado. A partir de ahí comenzaron días de hostigamiento, golpizas e interrogatorios: “Querían sacarme información, me llevaron a un lugar que era un cuarto donde me desnudaron y empezaron las inyecciones de electricidad por todo el cuerpo”, manifestó. En ese lugar sufrió torturas corporales. Los primeros días, sequedad en los labios por falta de líquido, y la comida no abundaba. La higiene no existía. A partir de su llegada, sus necesidades se las hacía encima porque no tenía la posibilidad de ir al baño.
Esa noche del secuestro, sus vecinos fueron quienes llamaron a la madre de Miguel, que posteriormente se hizo cargo de la crianza de sus hijos hasta que él y su esposa fueron liberados.
Al momento de ser secuestrado, él no sabía que también se iban a llevar a su amigo Raúl, a Mirta Salamanca, su esposa, y a Viviana, una amiga de ella. Mirta también fue trasladada al Pozo de Banfield donde fue torturada.
Miguel es uno de los sobrevivientes del Pozo de Banfield. Estuvo de 28 a 30 días detenido y luego, entre el 2 y 4 de junio, fue trasladado a la cárcel de Sierra Chica en un camión, con un grupo de hombres. Allí estuvo hasta septiembre de 1977. Posteriormente fue llevado a la Unidad 9 de La Plata donde permaneció hasta julio de 1980, cuando quedó en libertad absoluta. Mirta fue liberada en noviembre de 1981. Ella pasó del Pozo de Banfield a la cárcel de Olmos y luego a Villa Devoto.
Él finalizó su testimonio expresando: “a esta altura de mi experiencia no me afectó duramente porque pude continuar con mi vida y llevar la familia adelante”.
La próxima jornada del debate oral se realizará el martes 3 de agosto a las 9 horas. En ella se escucharán los testimonios de María Santucho, Ramiro Ponce y Mariana Busetto.
*Cobertura realizada por Matías Barrientos.
Cómo citar este texto: Diario el Juicio. 13 de julio de 2021. “Cuando la luz aparece al final del camino: Los testimonios de Esteban Badell Acosta y Miguel Hernández”. Recuperado de https://diariodeljuicioar.wordpress.com/2021/07/26/cuando-la-luz-aparece-al-final-del-camino-los-testimonios-de-esteban-badell-acosta-y-miguel-hernandez