MEGAJUICIO POZOS DE BANFIELD Y QUILMES Y BRIGADA DE LANÚS Cuando corrés la venda
En la jornada del 20 de abril, Mario Colonna concluyó la declaración testimonial que había comenzado el martes anterior. Luego, los relatos de Virgilio Cesar Medina, Eva Romina Benvenutto y Néstor Busso se hicieron presentes.
ANDAR en la Justicia
(Por Diario del Juicio) La jornada comienza con el testimonio de Mario Colonna, quien no pudo concluirlo el 13 de abril por cuestiones de horario.
Colonna describe que llega en diciembre del 76 a la Unidad 9 de La Plata y allí es sometido a golpes por los oficiales. Dolía, duele. Pidió atención médica y, tras su insistencia, al otro día lo llevaron con un doctor. El médico le preguntó qué le pasó y él le dijo la verdad: “Esta gente nos pegó”, la respuesta que recibió fue: “Me parece que acá no ha habido golpes, vos te has caído de la escalera”.
Al día siguiente, un oficial de apellido Fernández se acercó a su celda y comenzó a increparlo: “¿Así que fuiste a decir que te golpearon? Vos te caíste de una escalera, sos muy torpe y te pisaste los cordones, y te caíste cuando venías para el pabellón”. Acto seguido lo torturó. “Entendí entonces”, expresa y agrega que Fernández le siguió preguntando si se cayó y su nueva respuesta fue: “Puede ser”.
Ya sobre el final de su relato, Mario recuerda que en octubre de 1980 fue a verlo un miembro de las Fuerzas Armadas para ofrecerle la libertad, a lo que él contestó: “Lo único que le voy a pedir es que me diga dónde está mi hermano, me han estropeado la vida”.
Un par de meses después, le concedieron la libertad vigilada, que consistía en presentarse cada tres días en la Comisaría de Coronel Dorrego. Finalmente, el 18 de julio de 1981 una nota periodística lo menciona como preso político. Ya no tuvo que ir más a la comisaría.
“Hago un nudo y me dejo caer”
El segundo testigo de la jornada es Virgilio Cesar Medina, secuestrado el 24 de marzo de 1976 por personal de la Policía Bonaerense y del Ejército Argentino. Comienza contando que el hecho ocurrió en el domicilio de sus padres, donde también se encontraban presentes su pareja e hijos.
Lo trasladaron a la Comisaría de Lobos y ahí pudo reconocer que también se encontraban Pastorino, Machame y Delfino. Luego lo transfirieron a una comisaría que podría ser San Miguel del Monte o Cañuelas y posteriormente, durante unos días, lo llevaron de un lugar a otro.
Relata una dura experiencia que, a pesar de que la audiencia sea remota, caló hondo: “Encuentro hilo sisal de esos gruesos en el suelo y armo una cuerda, la cuelgo en la parte de la bisagra de la puerta, en la más alta, y hago un nudo y me dejo caer. No sé el tiempo que pasó, pero cuando desperté tenía toda una picazón grande en la garganta y un dolor. Se ve que se cortó el hilo, y no se cumplió lo que yo quería”.
Medina señala que en este último lugar había un mayor número de personas en cautiverio, pero en mejores condiciones. Sin embargo, también señala que lo interrogaron con picanas eléctricas.
Dos oficiales del Ejército, a quienes menciona como Duret y Vidal, lo trasladaron a una dependencia. Luego lo llevaron a la cárcel de Azul, donde un compañero le informó que también habían detenido a su padre. Allí se encontró con él. En el pabellón de “los tira bombas” o “los subversivos” estuvieron aproximadamente 3 meses. Cuenta que los ánimos cambiaron ya que se les permitían visitas.
Posteriormente pasa a la cárcel de Sierra Chica, en la que estuvo 3 años. Después lo llevaron a La Plata, en lo que describe como un “régimen más distendido” y el 18 de julio de 1980 salió en libertad.
Finalizado el relato detallado y marcado de malos recuerdos de Virgilio Medina, el juez da lugar a las preguntas de las diferentes partes. Así se conoce que Medina tenía 34 años cuando lo detuvieron y que estaba afiliado al Partido Socialista Democrático. Además confirma que el lugar en el que estuvo antes de la cárcel de Azul podría ser el Pozo de Banfield.
Su padre fue detenido en el mismo domicilio que él, pero hizo otro recorrido hasta que llegó a la cárcel de Azul, no mencionó haber pasado por el Pozo de Banfield. El testigo presume su detención en el Pozo unos pocos días después del golpe de Estado de 1976.
“Lo único que te voy a pedir es que me cuides a Evita”
Eva Benvenutto comienza su relato guiada por la Fiscal Ana Oberlín. Su mamá era Rosa Vallejos, estudiante de la Facultad de Medicina y su papá era Jorge Omar Benvenutto, empleado en el comedor de la misma facultad. Ambos militaban en el Partido Justicialista de Ensenada y hacían trabajo social en los barrios.
Narra que cuando sus padres se enteraron que a sus compañeros los estaban persiguiendo, se empezaron a esconder en casas de familiares y amigos, hasta que decidieron irse a Punta Lara. En el momento del secuestro su mamá tenía 23 y su papá 24, ella era una bebé de 1 año y medio.
Previo al secuestro, en julio de 1974, llegaron a la casa de su abuelo paterno a buscar a su papá. Al no encontrarlo, se quisieron llevar a su abuelo, pero su tío, Oscar Benvenutto, no lo permitió y ocupó ese lugar.
La testigo declara que su tío recordaba haber hecho un largo camino hasta una especie de galpón y en ese lugar reconoció la voz de un compañero, Raul Romano, a quien estaban torturando y vinculando con su padre.
A su tío lo hicieron arrodillar en un descampado y le dijeron que cuente hasta cien apuntándole en la cabeza. Él lo hizo hasta que amaneció, luego empezó a caminar y tomó un micro. En el trayecto, el transporte fue interceptado por la policía, sin embargo él logró llegar a su casa.
Cuando secuestraron a Oscar, su abuelo buscó a su padre, Jorge Benvenutto y él le aseguro que se iba a entregar para que su hermano saliera en libertad. Con la voz cargada de emoción cuenta que su padre le dijo: “Lo único que te voy a pedir es que me cuides a Evita”.
Oscar aparece antes de que Jorge se entregue. El 23 de julio en Punta Lara, los padres de la testigo son detenidos. A partir de ese momento empezó la búsqueda. Pasaron meses sin saber nada, hasta que el 26 de septiembre de 1976, por la madre de Patricia Pozzo se enteraron que Rosa Vallejos estaba en la Comisaría 3ra de Valentín Alsina.
Cuando pasó a disposición del Poder Ejecutivo obtuvo más flexibilidad y la pudieron empezar a visitar. Fue trasladada a Olmos y finalmente a Devoto. Le dieron libertad condicional en enero de 1980, pero tristemente, en octubre de ese mismo año, falleció en un accidente de tránsito.
La testigo indica que gracias al relato de Patricia Pozzo y Mario Colonna también supo que su madre había estado en el Pozo de Quilmes y que después del secuestro se pudo encontrar con su papá en Arana. Eva Benvenutto cuenta que su padre manifestó a su madre que él no iba a salir, pero que se quedara tranquila que ella sí para cuidarme a mí. Esa fue la última vez que ellos estuvieron juntos.
“La voz de mando que escuché fue que bajen todo”
El último en prestar declaración es Néstor Busso. Él era estudiante de ingeniería eléctrica y desde 1973 manejaba el Centro de Documentación e Información Popular Latinoamericano en La Plata, donde publicaba artículos sobre la iglesia católica y el compromiso social desde una perspectiva latinoamericanista.
El mediodía del 12 de agosto de 1976, sintió frenar a unos autos y vio cómo irrumpieron en su local “hombres con el uniforme del ejército argentino”, asegura. “La voz de mando que escuché fue que bajen todo”, relata. Le taparon la cabeza y rápidamente lo subieron a una camioneta donde comenzaron a interrogarlo sobre la revista.
Busso cuenta que fue llevado a la Comisaría 8va de La Plata, donde estuvo hasta el 31 de agosto, día en que le dijeron que iba a ser liberado y lo llevaron hasta la casa de sus padres. “Esa misma noche yo ya estaba en mi dormitorio con mi esposa y los dos chiquitos, ellos y nosotros durmiendo. Ingresan al dormitorio varios hombres con pasamontañas, con armas largas y me sacan”, describe. En ese entonces tenía 25 años, estaba casado con Olga María Castro y era papá de Pablo, de 3 años y Mariana, de diez meses.
Fue trasladado a un lugar donde estuvo pocos días y luego al Centro de Investigaciones de Quilmes. Asegura que durante el viaje se pudo correr un poco la venda de los ojos y así identificó su ubicación Estima que fue alrededor del 10 de septiembre. Primero fue encerrado en un calabozo pequeño un par de días y luego lo llevaron a otra celda que tenía un tesoro invaluable, una ventana.
Revela que si bien estaban con los ojos vendados y con las manos atadas todo el tiempo, había encontrado la manera de zafarse de ellas. “Me sacaba la venda y miraba por la ventana cuando no estaban los guardias”, cuenta y agrega que gracias a ese pequeño rectángulo en la pared se pudo comunicar por señas con compañeros de enfrente. Así entabló conversaciones con varios detenidos y se mantuvo informado, lo cual le permitió escapar un rato del tormento.
El 20 de octubre, día de su liberación, lo llevaron primero a la Brigada de Investigaciones de La Plata. “Me suben a un auto y unos minutos después, sube un hombre que me empezó a dar una especie de sermón acerca de la subversión y que me dijo ‘Si no te vas del pais en 24 horas y te volvemos a encontrar, sos boleta’”, declara. Luego, el auto frenó, el hombre lo empujó y le dijo que no mire para atrás. Busso manifiesta que reconoció esa voz años después en un programa de televisión, se trataba de Miguel Etchecolatz.
Al bajar caminó pocos metros y se encontró con su familia. A la mañana siguiente se exilió a Brasil, donde permaneció hasta diciembre del 82, año en que volvió a su país y se instaló en la Ciudad de Viedma, provincia de Río Negro. Actualmente reside allí.
“Mi testimonio es una obligación para los 30 mil compañeros y compañeras presentes”, concluye con la voz un tanto quebrada, que le da el cierre a la jornada.
El martes 27 de abril a las 9:30 tendrá lugar la audiencia N° 24, donde Leonardo Blanco, Liliana Canga y Marcos Alegría brindarán su testimonio.
*Cobertura realizada por Katja Kubar y Lucila Comas.
Cómo citar este texto: Diario del juicio. 20 de abril de 2021. “CUANDO CORRÉS LA VENDA”. Recuperado de https://diariodeljuicioar.wordpress.com/2021/04/25/cuando-corres-la-venda