INUNDACIONES EN LA PROVINCIA Ciudades tomadas por el agua y la desidia estatal
Territorios de General Villegas tienen agua estanca desde hace un año; en Pergamino, la inundación de diciembre todavía no terminó de bajar y los vecinos siguen sufriendo ante cada amenaza de nuevas tormentas; en el último mes, San Nicolás se inundó tres veces y, en estas horas, está arrasado por el agua que desciende desde el Río Paraná. Lo mismo sucede en La Emilia. Desde hace décadas, las obras hidráulicas para canalizar el curso de arroyos y ríos no se hacen. Mientras tanto, hay un muerto y miles de habitantes evacuados que, con cada nueva inundación, pierden lo que llevan puesto. Frente a sus reclamos, el Estado respondió con represión hace algunas semanas en Pergamino, ayer en San Nicolás.
ANDAR en el noroeste de la provincia
(Agencia) Las inundaciones en la provincia de Buenos Aires y en otros territorios del país no son una tragedia ambiental, son el resultado de procesos económicos y décadas de ausencia del Estado. Y son, por lo tanto, una expresión más de la inseguridad social que se vive en las ciudades —y, específicamente, en los sectores urbanos más vulnerables—. Es la otra inseguridad, la inseguridad que no produce discursos mediáticos enardecidos, la inseguridad que sufren los otros, aquellos que ven vulnerados sus derechos todos los días.
Las inundaciones de las últimas semanas que afectan a más de 70 ciudades en el centro del país no sólo muestran un Estado incapaz de garantizar condiciones dignas de vida a grandes sectores de la sociedad, sino también un Estado que, frente a su misma impotencia, sólo aparece con su brazo represor. Un Estado doblemente victimario.
Hace más de 20 días que el desborde de los ríos y arroyos y el ascenso de las napas dejan a ciudades enteras tomadas por el agua; hay más de mil evacuados y muchos otros miles de autoevacuados en distintas localidades de los partidos de Pergamino, San Nicolás, General Villegas y Salto. Durante un rastrillaje, en la localidad de La Emilia (San Nicolás), encontraron muerto a un albañil que estaba desaparecido tras la tormenta del domingo. Las inundaciones muestran, una vez más, la falta de obras hidráulicas que reviertan definitivamente un problema que, en esta zona de la provincia, tiene más de dos décadas.
El barrio Virgen del Rosario es uno de los más inundados de San Nicolás de los Arroyos; anoche, los vecinos realizaban una olla popular reclamando agua potable y comida. Las fuerzas policiales llegaron al lugar y respondieron a los balazos; en las redes sociales, circulan imágenes de jóvenes con heridas de perdigones de goma. Uno de los ocho jóvenes heridos, fue detenido por “resistencia a la autoridad” cuando se acercó al hospital municipal para atender sus heridas.
La situación es casi una réplica de la represión que sufrieron los ciudadanos de Pergamino en diciembre pasado. Los vecinos del barrio Hernández cortaron la ruta 8 para reclamar la presencia de los funcionarios locales; habían abandonado sus casas ante el avance de la inundación, y sólo pedían agua potable y baños químicos. La policía local, la bonaerense, gendarmería y el grupo GAD intervinieron con violencia y disparando balas de gomas. En aquel momento, la Comisión Provincial por la Memoria denunció estos hechos e hizo las presentaciones a asuntos internos y a la Dirección de seguimiento de causas de violencia institucional y solicitó a estas dependencias que tomen intervención en la causa para determinar responsabilidad de los funcionarios policiales.
Frente A la larga ausencia del Estado, son los propios vecinos quienes se organizan para asistir y paliar los efectos de las inundaciones. Entre la desesperación y el dolor, consolidan espacios de participación para llevar a las autoridades políticas sus demandas.
Pergamino: “Meterle organización a la desgracia”
Tras la inundación del 7 de abril de 1995, con la participación de ciudadanos, se creó la Comisión de Seguimiento de Obras Pluviales de Pergamino (Cosopper). Hace 22 años, la Cosopper había enunciado la necesidad de construir una represa para contener la suba del agua producto de los desbordes de ríos y arroyos. En 22 años, esa infraestructura nunca se hizo; en todo ese tiempo, sólo se construyeron desagües pluviales en la avenida Florencio Sánchez. Esa obra que se inauguró unos años atrás, permitió aliviar el curso del agua del arroyo Pergamino pero, cada nueva inundación, demuestra que esa única obra es insuficiente.
“Pergamino se viene inundando recurrentemente por las faltas de obras”, declara Orlando Leiva, integrante de la Asamblea ciudadana que, recientemente, convocó a más de dos mil vecinos para reclamar mayor presupuesta y nuevas obras al estado municipal. “Gracias a la movilización, logramos ser atendidos por el intendente Javier Martínez y le entregamos un petitorio elaborado por la asamblea que articula el trabajo del Cosopper con organizaciones sociales y barriales”.
Entre los reclamos presentados ante el ejecutivo municipal, el documento exige que se gestione inmediatamente, con los gobiernos provinciales y nacionales, el llamado a licitación para construir la presa de contención para evitar el desborde del arroyo Pergamino. También solicita la ampliación de partidas presupuestarias para continuar las obras de desagüe y realizar otras medidas paliativas, como la compra de bombas de achique, para aliviar la situación de todos los barrios aledaños al arroyo.
Otro de los puntos del petitorio señala la necesidad de “profesionalización de Defensa Civil”. “La última inundación evidenció la falta de formación de los operadores del área para atender de manera rápida y eficaz; no hay plan estratégico para abordar el problema de las inundaciones, no existe la alerta temprana; solo el voluntariado suplió la presencia del Estado”, aclara Leiva.
En estos casos, un plan de contingencia es esencial pero el punto de la cuestión sigue siendo el mismo: la construcción de una infraestructura hidráulica que termine con las sucesivas inundaciones. “Lamentablemente, y en medio de nuestra desesperación, esta mañana funcionarios técnicos de la municipalidad salieron a decir que la inundación fue producto del ascenso de las napas subterráneas y que, por lo tanto, la represa no significaría una solución”, dice Leiva, y agrega: “La construcción de la represa fue propuesta por una mesa técnica del Cosopper y aprobada, incluso, por el Instituto Nacional del Agua”.
Mientras los vecinos de Pergamino esperan una obra que fue propuesta hace más de dos décadas, la situación se agrava por una multiplicidad de causas: una, claro, es la ausencia del Estado, la otra es el desarrollo económico en las zonas rurales que, con la profundización del modelo sojero, empobrece la capacidad filtración de la tierra, y el desarrollo inmobiliario en la ciudad.
“Pergamino forma parte del núcleo sojero; muchos trabajos demuestran que el cultivo de soja en la región es una de las variables de estas inundaciones. Incluso, la misma Sociedad Rural está poniendo su mirada porque, año a año, los campos quedan cubiertos de agua”, señala Orlando Leiva. Desde hace un tiempo, el área de cultivo de soja se viene multiplicando; es tierra ganada a partir del desmonte: el problema radica en que la tierra cultivada con soja sólo llega a absorber una décima parte de lo que infiltraba un terreno con pastura. Como consecuencia de este proceso, las napas freáticas continúan ascendiendo y están cada vez más cerca del suelo.
Otra de las variables que permiten explicar las inundaciones está en las ciudades, el desarrollo inmobiliario sin la infraestructura adecuada para permitir el escurrimiento del agua y la construcción de barrios privados en zonas de humedales. A su vez, la afectación de los patrones de escurrimientos por las construcciones urbanas perjudica, fundamentalmente, a los sectores más vulnerables —aquellos que viven en los barrios más bajos y a la vera de los cursos de agua (en el caso de Pergamino, los barrios de Güemes y José Hernández y Kennedy) — y consolida un patrón de segregación socioresidencial.
Aunque el agua está bajando en Pergamino, el estado de alerta continúa. “El gran efecto de todo esto es psicológico; cada vez que hay posibilidad de tormentas, la gente no sabe si juntar las cosas que tienen, si subir al techo o no. Ante la falta de respuesta, los mismos vecinos están poniendo el cuerpo, hacen todo lo que puede salvar sus cosas, porque después le ofrecen créditos del banco provincia pero no tienen cómo pagar esos créditos, para ese entonces, ya perdieron todo o lo poco que pudieron conseguir”, cierra el integrante de la Asamblea ciudadana, Orlando Leiva.
San Nicolás sitiada y sin plan de contingencia
La autopista y la ruta 9 están anegadas, el agua que baja desde Santa Fe por el desborde del Paraná atraviesa toda la ciudad; el agua rompió el terraplén que protegía las crecidas del arroyo Medio en el pueblito de La Emilia que quedó dos metros enterrada bajo el agua. Un albañil que estaba desaparecido desde el domingo fue encontrado sin vida en un rastrillaje ordenado por el área de Defensa Civil.
La crecida, luego de las tormentas del fin de semana, también llegó a la ciudad de San Nicolás; los barrios Colombini, Virgen del Rosario y Stella Maris son los más afectados. Sólo en el último mes, la ciudad ya se inundó tres veces. Anoche vecinos de la Virgen del Rosario, que realizaban una olla popular reclamando agua potable y comida, fueron reprimidos con balas de goma y gases por parte de las fuerzas de seguridad.
Al igual que en Pergamino, no hubo ningún plan de contingencia para asegurar la asistencia a las víctimas. “La situación es caótica, porque durante los primeros días el Estado brilló por su ausencia; y, ahora, a pesar de la llegada de gendarmes y ejército, no hay nadie que coordine la ayuda y asistencia”, marca Bibiana Giglio, secretaria general de Suteba San Nicolás.
Como sucede en estos casos, las escuelas —por su presencia territorial— son, de hecho, los primeros centros de evacuación. En estos días, hay unos 300 evacuados; muchos de ellos, ya sufrieron las inundaciones antes de navidad y en año nuevo. “Esta es la tercera vez que se inundan y los barrios más bajos, los que están más cerca de la cuenca del arroyo, vienen sufriendo las inundaciones desde hace años”, agrega Giglio.
A pesar de la preocupante situación en la ciudad de San Nicolás, todos los recursos están apostados para atender a los evacuados del paraje La Emilia que quedó literalmente cubierta por agua. El terraplén, que se había construido luego de una inundación que casi hizo desaparecer el pueblo en 1976, fue desbordado por la crecida: “Al romper el terraplén, el agua comenzó a bajar, pero las casas más cercanas al arroyo tienen, todavía, hasta un metro de agua”, señala la secretaria de Suteba. Cuando la inundación pase, como hace 41 años, el pueblo volverá a luchar para no desaparecer.