DECIMOQUINTA AUDIENCIA DEL JUICIO LA CACHA “Antes de salir de La Cacha me hicieron un ‘test psicológico’”
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(Por Sebastián Pellegrino, Agencia) El detenido había permanecido cuatro meses y medio en el centro clandestino de detención (CCD) La Cacha: dos sesiones de tortura (picana y submarino), amenazas continuas y hasta la interpelación de un sacerdote, que en dos ocasiones le dijo: “Hijo, dígame las cosas”. Antes de que lo sacaran de La Cacha, los guardias lo llevaron a una pequeña oficina del lugar y le realizaron algunas preguntas finales:
-¿Desde cuándo es peronista?
-Desde que nací. Soy peronista y moriré siendo peronista.
-¿Idolatra a alguien del peronismo?
-A Juan Perón y Eva Perón.
-¿Odia a algún antiperonista?
-Sí. A Isaac Rojas.
El ‘test’ había terminado. Roberto René Acharez fue sacado de La Cacha, ingresado a la comisaría 8 de La Plata y de allí trasladado a la unidad penal 9. Luego de 38 años de aquella experiencia, dice: “Es muy satisfactorio poder decir todo esto. Yo no sé si es de mucha ayuda porque, después de tantos años, perdí la memoria, pero quisiera que mi testimonio sirva para que no ocurra nunca más este tipo de cosas”.
Por videoconferencia desde Bahía Blanca, el testigo-víctima Roberto René Acharez fue el primero en declarar durante la decimoquinta audiencia del juicio oral y público conocido como La Cacha, que lleva adelante el tribunal Oral en lo Criminal Federal 1 de La Plata.
Ex-trabajador de Sancor SA, militante de la Juventud Trabajadora Peronista y padre de tres hijos, Acharez fue secuestrado en su casa en abril de 1977. Desde la calle, la casa fue atacada con explosivos: “No sé si había tanques, pero destruyeron la mitad de mi casa”.
El hombre fue atado de pies y manos, lo encapucharon y lo llevaron en el baúl de un auto al CCD La Cacha. Su mujer y los tres niños (de 9, 8 y 2 años) fueron llevados a una comisaría platense y después de varios días los liberaron.
“Mucho tiempo después supe el nombre del lugar al que me habían llevado. La primera noche me golpearon mucho pero no me torturaron con la picana porque no había luz eléctrica. Siempre permanecí tabicado y con la capucha. Si alguien hablaba, recibía una patada terrible. Recuerdo que había un grupo de cuidadores, o no sé cómo llamarlos, a los que les decían los ‘carlitos’. Eran los que hacían de ‘buenos’: si les pedíamos ir al baño, nos llevaban”, describió el testigo.
También recordó los apodos del “oso” (el penitenciario Héctor Acuña) y el “francés”, este último señalado como uno de los torturadores del centro. “A mí me interrogaron dos veces: me preguntaron por gente que yo no conocía porque hacía muy poco que yo militaba en la JTP”, señaló.
Acharez fue sacado de la Cacha con destino a la comisaría 8 y luego a la unidad penitenciaria 9. Pasó tres meses internado en la enfermería de esa unidad porque no podía caminar: sufría de úlceras y problemas en la cadera. “¿Atención médica en La Cacha? Ahí nadie recibía atención”, dijo.
Hilda y Juan José Picardi declararon sobre su hermano
En 1977, Félix Eduardo “Cacho” Picardi era estudiante de Veterinaria e integraba la comisión estudiantil de esa facultad. Fue secuestrado el 18 de abril de aquél año, luego de que su abuela fuera amordazada y atada a su cama, en marzo de 1976, por los integrantes de un operativo que habían irrumpido en su casa en busca de armas. El episodio de la abuela había alarmado a toda la familia y los hermanos Picardi se sentían amenazados y perseguidos constantemente.
Juan José Picardi, hermano del desaparecido, declaró ante el TOF 1 que recién en mayo de 1977 tuvieron noticias de Félix a partir del relato de un joven que acababa de ser liberado de La Cacha y que había compartido cautiverio con una persona de apellido Picardi. “Esa persona nos informó que mi hermano permanecía detenido en el centro clandestino y que hasta ese momento estaba bien”, relató el testigo.
“Mi familia era de Mercedes. Cuando ocurrió el secuestro de mi hermano, mi padre hizo infinidad de gestiones para encontrarlo. En una oportunidad hizo un llamado telefónico a la curia de Mercedes intentando hablar con el obispo, y le dijeron que podría estar en el pozo de La Plata, pero no sabíamos lo que era. También consultó al coronel Sulivan, que era el jefe de la policía -no sé bien el cargo que tenía- y le dijo que no iba a darle ninguna información aunque lo tuviera en el sótano de su casa”, continuó Juan José Picardi.
Por su parte, Hilda Raquel, la hermana mayor de Félix Picardi, recordó que “él siempre fue muy solidario, tomando la enseñanza de mi madre y mi padre. Ya en la escuela secundaria él había trabajado con un sacerdote muy querido en Mercedes, que también fue víctima de todo ese proceso. Se fue a estudiar a La Plata y llegó a ser miembro de la comisión directiva del centro de estudiantes de la Facultad de Veterinaria”.
La compañera de Félix, Cristina Marroco, también era estudiante de Veterinaria y militante de la agrupación que conducía el centro de estudiantes de esa facultad. Fue secuestrada y desaparecida junto a Félix, y estaba embarazada en el momento de su captura.