Entrevista a Clara Aleman, integrante del centro comunitario Gallo Rojo “A Yanina no la acusan de homicidio sino de ser mala madre”
Un diálogo con integrantes del centro comunitario Gallo Rojo permite reconstruir la historia de vida de Yanina, la joven acusada por abandono de persona ante la muerte de su beba.
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(Por Paula Bonomi) Yanina es hija de una familia pobre que vivía en barrio Obligado, en Bella Vista. Estuvo expuesta a la violencia física y psicológica desde que tiene memoria: su madre los abandonó a su suerte y fue el padre quien asumió el cuidado de la familia. La violencia provocó que la niña, luego mujer, estuviera gran parte del tiempo en las calles. Cuando tenía unos 18 años se acercó al centro comunitario Gallo Rojo a participar de diferentes actividades. Desde entonces, las activistas y profesionales que conforman el Centro Comunitario conocen su historia.
Yanina fue madre de su primer hijo muy joven, aún viviendo con su padre. Cuando el niño cumplió 2 años, el abuelo decidió que no podía vivir más con ellos y se lo entregó a los padrinos para que lo cuiden. Yanina no pudo decir absolutamente nada. Al año, quedó embarazada de Ricardo y nación Lulú. Tenía una nueva pareja, estaba contenta, podía formar una familia.
“Al poco tiempo, nos enteramos que este tipo golpeaba a Yanina. Llegaba al centro comunitario con los ojos en compota de los golpes que le daba. Ella participaba de un grupo de mujeres en el centro comunitario donde uno de los temas era la violencia de género. Todas pibas muy jóvenes con las que se problematizaba la figura del novio violento, abusos, las violencias en general. Particularmente con Yani pudimos hablar, muy de a poco, de lo que pasaba con el papá de su beba, y gracias a este acompañamiento logró separarse, hacer la denuncia y obtener una perimetral de restricción para Ricardo. Ella en ese momento tuvo que volver a vivir con su papá”, relata Clara mientras espera fuera de la sala de audiencias donde se está juzgando a Yanina por abandono de persona seguido de muerte.
Volver a esa casa paterna no fue un alivio seguramente ni para ella ni para su beba: sí fue la única opción. A los pocos meses, Yanina conoció a Alejandro Fernández, un vecino del barrio que la convenció de mudarse con él a la localidad de Derqui. Desde ese momento, Yanina perdió contacto con la organización Gallo Rojo y sus amigas. Su celular dejó de responder a las llamadas de las chicas y nadie supo dónde y con quién vivía. Todas conocían la situación vulnerable de Yanina por el tipo de relaciones que ella establecía. Sus parejas habían compartido las mismas características que su padre: eran hombres violentos.
“Después de tres meses que no la veíamos vuelve al centro comunitario con la gorda y se queda a pasar unos días en el barrio. Vimos a la nena decaída y eso nos preocupó. Yanina estaba nuevamente embarazada y le propusimos encontrarnos de nuevo antes de que retorne a Derqui. Eso no ocurrió y a los tres días Yanina llama por teléfono a una compañera para avisarle que Lulú había fallecido. Ese mismo día dos compañeras fueron a la comisaría donde estaba detenida. Ella no podía hablar, no podía contar lo que le había pasado. Ahí supimos con quién estaba Yanina y lo reconocimos. Él (Alejandro Fernández) había vivido en el barrio y sabíamos que era un tipo violento porque ya tenía otras denuncias de ex parejas que también participaban del grupo de mujeres.”
La joven quedó detenida en la Comisaría de la Mujer de Del Viso desde la muerte de su hija, el 17 de agosto de 2013. A los cuatro días fue trasladada a la cárcel, embarazada de seis meses, y tuvo a su segunda hija en la Unidad Penitenciaria Nº 33, de Los Hornos, en La Plata. Recién a partir del 9 de diciembre pudo gozar del beneficio de la prisión domiciliaria por tener una hija pequeña. Vive en la casa de una militante barrial que forma parte de la comisión de vecinos organizados de Moreno Sur y que solidariamente le abrió sus brazos para recibirla porque no tenía a dónde ir. Yanina y su hija Tiziana, de un año y tres meses, viven desde entonces junto a esta mujer y sus 9 hijos.
“A Yanina no la acusan de homicidio sino de abandono de persona. La fiscal la consideró mala madre. Ellos interpretan que Yani no cumple con los parámetros de lo que espera esta sociedad de una madre. Lo paradójico de todo este proceso es que la causa cae en una Fiscalía Especializada en Violencia de Género. La fiscal Carolina Carballido Catayud, la misma que impulsa la acusación contra Yanina, no tiene idea de género y está a cargo de esa unidad especializada.”
“Lamentablemente, esta violencia a la que estuvo expuesta Yanina la vemos en los barrios todo el tiempo. Rasgos comunes en distintas mujeres que se encuentran sometidas: alejamiento de su círculo social, amenazas, retraimiento, negación de lo que pasa, muy baja autoestima. Poder acompañar a mujeres que padecen la humillación, la tortura y este tipo de prácticas lleva mucho tiempo. Son procesos lentos y largos porque en los inicios se llega hasta donde la mujer te permite. Una vez que van tomando confianza y logran darse cuenta de algunas cosas pueden tomar algunas medidas, siempre acompañadas afectivamente, económicamente. Y se dan pasos en este lento camino de darse cuenta, pero también se retrocede. Es un proceso y un trabajo constante que se debe tener con las víctimas de violencia de género porque es muy probable que reincidan en relaciones violentas. Yanina, que sufrió violencia desde su infancia, entendía de manera natural esta forma de relacionarse. Le costaba identificar las alarmas o comprender que su vida o la de su hija podían correr riesgo o muerte en manos de un violento.”
El Estado, en voz de la fiscal Carballido Catayud, argumenta en su extenso alegato que Yanina descuidó a su hija y la abandonó, sin tener en cuenta su historia ni sus padecimientos. Acusa también a las organizaciones comunitarias, concretamente a las militantes de Gallo Rojo, de no ayudarla u obligar a la chica a llevar a su beba al médico, cuando no hubo, ni antes ni ahora, mecanismos de contención, prevención y ayuda necesaria para que una piba sola, pobre, sometida y desdibujada pueda frenar y resolver una situación de violencia que desemboca en un femicidio vincular.
“Cuando vimos a Lulú, días antes de su fallecimiento, la notamos decaída pero nada indicaba que había una urgencia de vida o muerte si no no hubiéramos dejado que ellas se fueran. Ninguna de nosotras es médica ni enfermera: cómo saber a ciencia cierta lo que estaba pasando y menos lo que luego afirmó el informe del forense. Sí le sugerimos a Yanina que lleve a la nena al médico como a todas las mujeres que vienen con niños que nosotras detectamos que les está pasando algo, maltrato, algún golpe, infección o lo que sea. Las personas que estamos trabajando en barrios humildes sabemos que la violencia está presente en todos los hogares o en su gran mayoría. Lamentablemente, vemos cotidianamente a niños golpeados, marcados, y eso mismo lo ven los médicos, asistentes sociales. Creo que la responsabilidad debería pensarse en relación a evaluar qué respuestas da el Estado a estas violencias.”
Respuestas que sólo parecen ser punitivas.
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