La justicia, la historia, la verdad, la memoria
ANDAR en La Plata
El Juez federal Daniel Rafecas y el co presidente de la Comisión por la Memoria Hugo Cañón, participaron de una charla donde debatieron sobre los juicios por delitos de lesa humanidad y su aporte a la comprensión del pasado reciente.
(Agencia) ¿Qué aportes puede hacer la historia a los juicios por delitos de lesa humanidad? ¿Qué relatos aporta la justicia a las investigaciones de la historia? Partiendo de estas preguntas la Maestría en historia y Memoria de la facultad de Humanidades de La Plata organizó una charla en la que confluyeron dos hombres de la justicia y la militancia por la defensa de los derechos humanos. Daniel Rafecas, juez federal que ha tenido numerosas causas por delitos de lesa humanidad en los últimos seis años, entre ellas las del Primer Cuerpo del Ejército en Campo de Mayo, y Hugo Cañón, co presidente de la Comisión Provincial por la Memoria y ex fiscal federal de Bahía Blanca, charlaron durante más de dos horas en las que repasaron la experiencia adquirida y el camino recorrido por la justicia y la sociedad en el juzgamiento a los represores de la última dictadura militar.
Ana Barletta, directora de la maestría, abrió la charla repasando los principales casos que fueron llevados a la justicia en la zona y reflexionó sobre la importancia que ese material podría tener para futuras investigaciones: “ese corpus importante de testimonios, de pruebas que los juicios han aportado, podrían ser una inspiración para futuros trabajos de nuestros investigadores”.
De acuerdo a la historiadora, “en los últimos tiempos se logró romper con esa mirada positivista que indicaba que la historia no podía mirar hacia el pasado reciente, porque necesitaba una cierta distancia temporal, y han empezado a aparecer una gran cantidad de investigaciones sobre el pasado reciente, y una novedad de los últimos tiempos, es que la historia fue llamada al tribunal, como testigos de contexto o como peritos historiadores y por lo tanto este diálogo entre la justicia y la historia tiene que ser profundizado”. Finalmente, y antes de pasarle la palabra a los invitados, señaló la tensión que existe para la justicia entre “dos verbos imperativos: juzgar y comprender”.
Para plantear dos preguntas para guiar la charla: “¿Puede la historia colaborar con la justicia cuando no sólo está en juego una sentencia que establezca castigo para los responsables de crímenes aberrantes, sino además el establecimiento de una verdad histórica sobre todo de una época controvertida que tiene que poder explicar cómo fue posible el genocidio en Argentina? “¿Puede la historia colaborar con la justicia cuando no sólo está en juego juzgar a los responsables del plan sistemático de exterminio sino a la vez comprender nuestro pasado reciente?
El Juez federal Daniel Rafecas hizo un recorrido temporal de las investigaciones que ha hecho la justicia y que permitieron ir armando el rompecabezas de lo que fue el terrorismo de estado, donde el centro clandestino “era el corazón del terrorismo de estado”. Rafecas subrayó que “eran lugares que tenían cierta estabilidad, duraban años desenvolviéndose” por lo que “investigar esa cotidianeidad del centro a nosotros nos resultó efectiva, porque hemos obtenido razonables niveles de verdad y razonables niveles de justicia”. Para el magistrado, lo que todavía es una cuenta pendiente es el funcionamiento de la maquinaria represiva que fueron los “asesinatos, los eufemísticamente denominados traslados. En la jerga de los represores no se hablaba de matanzas, de exterminio, de homicidios o de asesinatos. No existían esas palabras, existían los traslados”. Para Rafecas se ha fracasado en la reconstrucción de lo que fueron los traslados, es decir, los homicidios. Y señaló que todavía no se ha podido “penetrar en esa cortina de hierro” ya que “en eso la dictadura ha sido muy eficiente”. Al promediar su charla, el juez enfatizó sobre lo que él considera es el núcleo de lo que debemos reflexionar: “Lo que están terminando de demostrar las investigaciones judiciales es que ya no hay ninguna duda de que la dictadura del 76 fue la más sangrienta de toda la región. Y uno se pregunta por qué. A mí me parece que para entender la irrupción a partir de los años 70 de personajes tan siniestros como los Rivero, los Acdel Vilas, los Suárez Mason, los Menéndez, pero también mandos medios como Astiz, el turco Julián, personajes siniestros, – no uno, ni dos, ni diez…miles- ¿de dónde surgieron? ¿Cómo fueron concebidos? ¿Cómo fueron engendrados? ¿En qué cultura fueron engendrados? Y la respuesta hay que buscarla en las décadas anteriores…Y me da la sensación de que en la historia formal de la Argentina, ahí hay un gran agujero…porque nosotros no hemos logrado reconocer como país, que durante muchas décadas del siglo XX, nuestras elites, miraron con fascinación los estados fascistas y los líderes fascistas del período de entreguerras, y que caló en forma profunda, esa lógica autoritaria en todas estas décadas. Y que los cuadros policiales, militares, judiciales, fueron formados en esa ideología, durante muchas décadas, y esto es lo que emerge, eso es lo que irrumpe con la ESMA, con el olimpo, con La Perla; es decir que la cuestión es muy grave y muy profunda. Y me parece que también explica la persistencia de la larga mano de la cultura autoritaria hasta el día de hoy”.
Para finalizar, explicó lo que él considera el “círculo virtuoso” abierto en el año 2003.
“Me da la sensación de que hemos logrado una suerte de círculo virtuoso, partiendo de la siguiente cuestión: qué hubiese sucedido si Kirchner en el año 2003, hubiese decidido -previo a iniciar esto- procurar una consulta popular, preguntándole a la opinión pública, ¿usted qué opina: está de acuerdo con la reapertura de los procesos? ¿qué hubiera sucedido? Perdíamos. A mí no me cabe ninguna duda. Cuando yo empecé en el 2004, no había una sola persona en los sectores de clase media que no me dijera ‘¿pero para qué te vas a meter con eso? ¡eso pasó hace 30 años!’. Quiero decir, si hoy, o hace dos o tres años hiciéramos esa consulta popular, el resultado sería muy distinto. Es más, hubo una encuesta en el año 2011, en todo el país, con más de 5000 personas consultadas, para saber si estaban de acuerdo o no con los juicios. Y el 80% de la gente estaba de acuerdo. El primer paso del círculo virtuoso fue la decisión política, contramayoritaria de avanzar con los procesos y hacer lo que sea necesario para remover los obstáculos jurídicos y materiales que los había.
Esa decisión política hizo que comenzara de a poco a activarse la maquinaria judicial y comenzaran las detenciones, los procesamientos, luego los juicios orales. La tercera estación fue que los medios masivos de comunicación –algunos más otros menos- terminaran ventilando qué era lo que se estaba suscitando en los juicios orales y por primera vez la opinión pública tuvo acceso masivo a lo que había sucedido durante la dictadura. Esa información generó una corriente de simpatía, de apoyo y una corriente a la vez simultánea de repudio a los represores y a las prácticas que se estaban condenando. Y esto engancha con lo primero: porque el apoyo de la sociedad retroalimenta los procesos y le da más respaldo a aquella decisión política de seguir adelante con los juicios. Y así se cierra el círculo virtuoso. Y esto es un proceso clave para horadar en esta cuestión de fondo que es la cultura. Es virtuoso por dos cosas: en principio porque acelera el proceso de alejamiento de esa cultura autoritaria, propio de la democracia, propio de la consolidación del estado de derecho, y simultáneamente el alejamiento de la cultura autoritaria, que tanto daño nos ha hecho como país a lo largo del siglo XX”.
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