NUEVA AUDIENCIA DEL JUICIO CONOCIDO COMO LA CACHA “Que la traigan y la escuchen, y que vean si Laura los perdona”
Estela de Carlotto, presidenta de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo y madre de Laura Carlotto, una joven que dio a luz a su hijo Guido en el CCD La Cacha y que luego fue asesinada en un falso enfrentamiento, declaró en el juicio de lesa humanidad que lleva adelante el TOF 1 de La Plata.
ANDAR en los juicios
(Agencia – Sebastián Pellegrino) Pasado el mediodía del miércoles 4, las puertas de la exsede de la AMIA en La Plata se abrieron y más de 200 personas ingresaron al sector del público para presenciar una nueva audiencia del juicio de lesa humanidad por los crímenes cometidos en el centro clandestino conocido como La Cacha. Casi la mitad de los asistentes eran jóvenes del nivel secundario pertenecientes a escuelas que participan del Programa Justicia y Memoria de la CPM.
Con el ingreso de la primera testigo de la jornada, centellearon decenas de cámaras fotográficas desde la bandeja superior del teatro: Estela de Carlotto, una vez más en su larga carrera contra el olvido y el silencio, se sentó ante un tribunal federal para “intentar ablandar los corazones de estos asesinos, que saben dónde están nuestros nietos y no hablan. Tenemos poco tiempo”.
Estela aclaró, desde el comienzo de su intervención, que declararía como madre de Laura y como abuela de Guido, “como la mujer que fui hasta el secuestro de mi hija, con otros sueños, con una familia sin sillas vacías”.
El primer golpe familiar llegó el 16 de septiembre de 1976, durante la “Noche de los Lápices”, cuando secuestraron a María Claudia Falcone, integrante de la familia política de Estela. “En aquella época, mi hija Laura estudiaba el profesorado de Historia y mi otra hija, dos años menor, cursaba el secundario. Ambas eran militantes y con mi marido Guido temíamos que les pasara algo en función de lo que ocurría todos los días: los secuestros, el tableteo de ametralladoras de día y de noche, los gritos. Temíamos que nos ocurriera lo que enfrentaban otras familias con sus hijos. Sin embargo, siempre respetamos y escuchamos a nuestros hijos, y entendíamos qué proyecto de vida tenían”, relató Estela.
[pullquote]»Siempre respetamos y escuchamos a nuestros hijos, y entendíamos qué proyecto de vida tenían”[/pullquote]
A mediados de 1977, Laura Carlotto vivía en la casa de una pareja amiga suya. Un día le pidió a su padre Guido que le prestara la camioneta porque se mudaría a la casa de otros compañeros. Las horas pasaron y Guido presintió que algo habría pasado por lo que fue hasta la casa donde vivía Laura y allí encontró todo desordenado, roto y sin ningún ocupante adentro. Al salir, fue secuestrado por un grupo de hombres armados: permanecería 25 días en cautiverio en una comisaría de La Plata, hasta que fuera liberado en una zona de baldíos de Lanús.
Según Estela, “a partir del secuestro de Guido aprendí lo que era la búsqueda de una persona desaparecida. Hice gestiones ante la Iglesia con Monseñor Plaza y Monseñor Montes, tuve también un encuentro con el general Reynaldo Bignone en su casa de Castelar, a quien contacté mediante su hermana Marta que yo conocía de mi trabajo como docente. También un amigo de nuestra familia nos consiguió una cita con un personaje de la ultraderecha universitaria, Recalde Pueyrredón, quien tenía acceso a los lugares donde se suponía que mantenían a los prisioneros”.
Pueyrredón le pidió, a cambio de su intervención en favor de Guido Carlotto, 50 millones de pesos de la época, suma de dinero que Estela consiguió y que probablemente sirvió para la liberación de su esposo: “Cuando lo liberaron, mi hija Laura se fue a vivir con su compañero a Buenos Aires y manteníamos un contacto telefónico y postal todas las semanas, hasta el 16 de noviembre de 1977, cuando las llamadas y las cartas terminaron y se produjo el silencio. Supimos que había sido secuestrada”.
[pullquote]“A partir del secuestro de Guido aprendí lo que era la búsqueda de una persona desaparecida»[/pullquote]
El mismo derrotero de gestiones realizado por Guido lo realizaron en la búsqueda de Laura: averiguaciones ante la cúpula de la Iglesia en La Plata; un nuevo pago de dinero a Pueyrredón, esta vez de 150 millones de pesos; y una segunda reunión con Bignone, quien ya había pasado a ocupar su cargo como Comandante en Jefe del Ejército.
“En esa nueva reunión encontré a una persona desquiciada. Me atendió en su oficina. Sobre el escritorio tenía su arma. Le dije: ‘Si ustedes la tienen a Laura y si consideran que cometió un delito, júzguenla y condénenla, que nosotros la vamos a esperar. Pero no la maten’. Bignone entró en crisis, estábamos los dos solos. Me respondió que no, que él había visitado las cárceles en Uruguay y que los tupamaros se fortalecían en sus convicciones en esa situación, algo que en Argentina no lo iban a permitir. ‘Acá hay que hacerlo’, fueron sus palabras. Yo pensé entonces que Laura ya estaba muerta, por eso le dije: ‘Si ya la mataron, entréguenme el cuerpo porque no quiero volverme loca buscando en las tumbas anónimas de los cementerios’”, describió la testigo.
Laura Carlotto estuvo secuestrada en La Cacha y durante su cautiverio dio a luz a su hijo Guido, quien fue apropiado y cuya verdadera identidad continúa siendo negada hasta hoy. Decenas de testigos han declarado, en el juicio La Cacha, haber conocido a la joven y haberla visto en un estado de embarazo avanzado. De hecho, una de las víctimas que pasó por el CCD que funcionó en Olmos, luego de ser liberada, se contactó con el padre de Laura Estela y le informó que la joven estaba embarazada de seis meses, aproximadamente, y que permanecía en cautiverio en un lugar en el que se oían ladridos de perros y el silbato del tren (todavía no se lo conocía como La Cacha).
“Esa noticia nos renovó las esperanzas para seguir buscando y esperando el reencuentro, más aun sabiendo que Laura estaba gestando un hijo”, dijo Estela ante los magistrados y agregó que “el 25 de agosto de 1978, desde la Comisaría de la zona en la que vivíamos, nos mandaron un parte diciendo que se citaba a los padres de Laura Estela Carlotto con urgencia a presentarse ante la Subcomisaría de Isidro Casanova, a efectos que se comunicarán”.
“Cuando llegamos allí, escuchamos las palabras que quedaron grabadas a fuego: ‘Su hija ha fallecido’. Negaron que Laura había tenido un hijo; incluso dijeron que había sido abatida en un enfrentamiento ocurrido en la ruta 3 y Cristianía luego de se negara a detenerse en un control militar. Supongo que los asesinos habrán creído que nuestra familia se desmoronaría con la tragedia, pero se equivocaron… Porque ¿Qué madre olvida? ¿Qué abuela no busca? Contrario a la ley de la vida, lloré en su tumba y tomé fuerza para decir que seguiría luchando por los 30.000 compañeros, por ella y por encontrar a su hijo”, relató.
“Por eso, cuando dicen que hay que olvidar, que ya pasó, que hay que perdonar… con todas esas palabras vacías, no hacen más que pedir cosas imposibles. Es Laura, en todo caso, la que los tiene que perdonar. Que la traigan y la escuchen, y que vean si ella los perdona. Nosotros, olvidar jamás”, agregó emocionada la referente de Abuelas de Plaza de Mayo, quien todavía espera que sus palabras y las de tantas víctimas y familiares de la represión lleguen al corazón de los asesinos, que saben y no hablan, para que digan dónde están los nietos apropiados y les restituyan el derecho a conocer y vivir con sus familias.