ENTREVISTA A SANDRA RAGGIO DE LA CPM “El programa es una utopía que se realiza»
ANDAR con jóvenes
(agencia) Sandra Raggio es directora general de Promoción y Transmisión de la Memoria de la CPM, y desde el año 2002 impulsa el programa Jóvenes y Memoria, recordamos para el futuro. Con la experiencia del largo camino recorrido, analiza en la entrevista los cambios que ha habido en estas 13 ediciones, las nuevas preguntas que surgen, y destaca el aporte que el programa significa desde lo pedagógico para los jóvenes y docentes que participan de la experiencia. “El programa mismo es un resultado: abre a nuevos horizontes, genera otras nuevas utopías en función de haber corroborado que es posible”, dice. Y reafirma: “esto no es algo que nosotros producimos, es lo que genera el propio programa; no lo bajamos como un ‘así se hace’, es algo que se autogestiona, una provocación que el programa propone y se expresa”.
-El eje de trabajo de este año es Vivir juntos. Los desafíos por la igualdad. ¿Por qué se decidió trabajar en torno a ese eje?
-El eje tiene que ver no sólo con los desafíos que nos pone el programa sino también con la política de la CPM. Pensamos los trabajos de la memoria no sólo referenciados con la experiencia de la última dictadura militar, sino tratando de pensar los alcances de esa experiencia en nuestro presente y las problemáticas actuales vinculadas con las violaciones a los derechos humanos. Éste es un eje que los jóvenes vienen planteando en el programa de forma muy elocuente: el 50% de los proyectos de investigación están ligados a memoria de la dictadura y el otro 50% a los problemas que nos afectan de manera directa. El eje da cuenta de las preguntas que a los jóvenes les provoca indagar sobre el pasado reciente: la misma idea de memoria que ellos están elaborando y que los vincula a pensar su propia realidad, su propia experiencia como jóvenes.
-¿Qué temas nuevos han surgido a lo largo de estos años del programa?
-Las múltiples violencias que atraviesa la experiencia juvenil, que tiene que ver con la violencia policial, la violencia institucional, la cuestión de la violencia de género, la exclusión. Las múltiples experiencias que van marcando una agenda pendiente de lo que falta construir como sociedad, donde el tema de la igualdad y la lucha por una sociedad más igualitaria y más justa sigue siendo uno de los temas centrales. Entonces para nosotros es vincular la cuestión de los derechos humanos con la discusión más de fondo que es en qué sociedad queremos vivir. Más allá del reconocimiento de avances sustantivos en materia de derechos humanos, los jóvenes van marcando como nueva generación sus problemas. Y nosotros eso lo tomamos tratando de reflejar en la convocatoria la agenda que ellos nos van presentando.
–El año pasado el eje fue “30 años de democracia”. ¿Surgieron cosas nuevas en esa relación entre pasado y presente?
-Creo que lo que surgió es preguntarse acerca de la vinculación con los otros. La cuestión de la discriminación, las fracturas sociales que todavía existen. Empezar a pensar al otro, la convivencia con el otro, las distintas configuraciones en torno al otro. Todavía están muy fuertes los estigmas sociales vinculados con la desigualdad. Es algo que emerge claramente en la perspectiva que plantean los jóvenes. Por eso la cuestión de la igualdad es central. Es difícil pensar una sociedad que no vulnere derechos si sigue siendo una sociedad con una desigualdad muy fuerte que se expresa en las múltiples violencias. Desde las cuestiones de género, que dan cuenta de las distintas formas de dominación -que tiene que ver con los vínculos entre los distintos sexos, cómo se define el género, cuál es el lugar de las mujeres, cómo superar el patriarcado, cómo pensarse como varones, en una sociedad más igualitaria en ese aspecto- hasta las cuestiones vinculadas con dónde vivir, cómo vivir, el barrio, la sociabilidad, los problemas del espacio público, las disputas por el espacio público. Eso tiene que ver también con la ampliación de derechos no sólo en términos retóricos o de enunciación, sino concretamente en cómo esos nuevos derechos nos implican como ciudadanos, como sujetos. Vivimos en una sociedad en la que empezamos el año afrontando un tema tan difícil como los linchamientos -que ponen en escena problemáticas sociales complejas y conductas sociales que hay que atender-, pero los linchamientos son una escena extrema de lo que vienen planteando los jóvenes año tras año. Esta dificultad de vivir juntos. Es necesario que intervengamos sobre eso, que seamos concientes y podamos pensar qué sociedad queremos tener.
– En el último año aumentó mucho el número de organizaciones sociales y políticas que participan del programa. ¿Qué devolución han tenido de esta experiencia?
-Esta participación lo que pone en relevancia es la cuestión territorial: allí aparecen otros actores además de la escuela disputando el espacio público, repensando el territorio, activando a los sectores juveniles de otra manera. Ha sido un aporte para fortalecer y enriquecer el debato político e ideológico en el marco del programa. Porque la escuela y las discusiones en torno a la escuela han sido uno de los ejes centrales de debate en el programa: qué escuela queremos, cómo democratizarla, qué rol tiene en la defensa y formación en derechos humanos, en los procesos de democratización de la sociedad. Con las organizaciones aparecen actores que interpelan a la escuela desde otro lugar, e interpelan al estado desde otro lugar. Ahí hay una relación entre estado y sociedad civil que se vuelve muy fructífera. Y creemos que la participación en el programa es una herramienta importante para las organizaciones sociales. De hecho, este año son más y dan cuenta de la valoración que se hace del programa como espacio de intervención en el territorio. Y estamos contentos porque el programa, en el marco de las políticas de la Comisión, fortalece la organización social y fortalece la democratización de otros espacios.
– Si tuvieras que sintetizar después de estos 12 años de programa cuál es la riqueza del programa desde lo pedagógico, ¿cómo lo harías?
-Lo más interesante es la experiencia que se produce, que no es sólo una cuestión de contenidos sino que tiene un impacto fuerte en las prácticas: en las formas de hacer, de conectarnos con la realidad, de intervención. El programa es una experiencia por la que transitan. Donde aparece la praxis, la acción, como central. Muchas veces en la escuela la cuestión pasa por los contenidos. El programa aparece como la posibilidad de producir una experiencia de ruptura en términos pedagógicos, pero se transforma en una nueva pedagogía que se plasma en la realidad, en acciones concretas, no sólo en la enunciación de los objetivos. Enseñamos y aprendemos de otra manera, nos conectamos con los pibes de otra forma, se trabaja en grupo, hay experiencia de la producción colectiva. Una manera que plantea rupturas con los imaginarios más liberales donde el centro es el individuo y donde la emancipación o la autonomía se plantean en términos individuales; acá aparece un actor colectivo que se constituye en el marco del programa. Son grupos que se construyen en función de la propuesta que nosotros hacemos, y eso genera una forma de hacer con el otro que no es sólo pensar cómo vivimos juntos sino que empezamos a vivir juntos de otra manera: interactuamos, pensamos, disentimos con el otro. Construimos desde el disenso y desde el conflicto. No sólo se puede armar una nueva agenda sino que también se puede modificar una práctica concreta. No es un objetivo a largo plazo o mediano plazo: es algo que se cumple en la realización misma del programa. El programa mismo es un resultado; es una nueva experiencia que logra romper de alguna manera con ciertas experiencias habituales de estas formas de vivir juntos que generan tantos malestares y que nos impiden la convivencia. El programa plantea una cierta utopía que se realiza, que no queda como proyecto. Abre a nuevos horizontes, genera otras nuevas utopías en función de haber corroborado que es posible. Es posible hacer de otra manera, pensar con el otro de otra manera, pensar la escuela de otra forma. Y esto no es algo que nosotros produzcamos a priori: es lo que genera el propio programa. No lo bajamos como un “así se hace”; es algo que se autogestiona, se produce. Es una provocación que el programa propone y se expresa. Y eso se afianza todos los años.