SE REALIZÓ LA VIGÉSIMA AUDIENCIA DEL JUICIO LA CACHA El tribunal ordenó cambios a la guardia del SPF
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(Por Sebastián Pellegrino, Agencia) El miércoles 23 de abril, al comienzo de la vigésima audiencia del juicio oral y público que lleva adelante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal 1 de La Plata, el juez Carlos Rozanski autorizó el reingreso de Héctor “el Oso” Acuña a la sala de audiencias, luego de haber presenciado el juicio durante varias semanas desde un pasillo lateral del edificio a causa de los disturbios e insultos dirigidos por el imputado al público y a los magistrados.
El presidente del tribunal también ordenó a los guardias del Servicio Penitenciario Federal (SPF) que, en adelante, deberán mirar de frente a los imputados y no como lo vienen haciendo hasta ahora, con sus rostros hacia el público. Rozanski explicó que su función en el debate oral consiste en custodiar a los imputados, por lo que deben estar pendientes de lo que ocurra sobre el corral donde se ubican los detenidos a cargo del SPF. Para mantener el orden entre los asistentes del público general, explicó, están los efectivos de la Policía Federal.
La medida, de fuerte contenido simbólico, incluyó la prohibición de que, en lo sucesivo, los agentes penitenciarios porten sus armas reglamentarias durante el desarrollo del juicio: “Este tribunal ordena a quien está a cargo de los guardias del SPF que las armas sean guardadas y que no sean portadas durante la audiencia”.
Mientras Rozanski daba las órdenes, los tres agentes penitenciarios que estaban en las esquinas del corral de los imputados permanecían mirando al público, con sus manos sobre los escudos protectores y con las armas de fuego en la cintura. Recién un par de minutos después, apareció otro integrante de la fuerza, les hizo un imperceptible gesto con la cabeza a los tres guardias y, mientras éstos giraban sobre sus pies, les iba quitando las pistolas.
[pullquote]“Este tribunal ordena a quien está a cargo de los guardias del SPF que las armas sean guardadas y que no sean portadas durante la audiencia”[/pullquote]
“El motivo de esta orden responde a una medida de seguridad que adopta el tribunal, en función de los disturbios protagonizados por uno de los imputados (Acuña) hace algunas semanas, y el riesgo que implica para todos los que estamos en la sala la disponibilidad de armas de fuego”, señaló Rozanski.
Cumplidas las órdenes del tribunal, se dio inicio a la declaración testimonial de Leonardo Dimas Núñez, la cual se realizó por videoconferencia desde el consulado argentino en Francia, lugar de residencia actual de la víctima testigo.
Dimas fue secuestrado en mayo de 1978 y permaneció en cautiverio hasta junio del mismo año en el centro clandestino de detención El Vesubio, situado en el partido de La Matanza. Su testimonio aportó detalles del accionar de uno de principales torturadores de La Cacha, “el Francés” (Gustavo Adolfo Cascivio), quien formó parte de ambos centros clandestinos y que actualmente está siendo juzgado simultáneamente en los juicios de lesa humanidad La Cacha y Vesubio II.
“Al segundo día de mi detención, en El Vesubio, me hicieron un interrogatorio y en un momento se abre la puerta y entra ‘el Francés’, a quien todavía no conocía, y los integrantes de una patota. Uno de ellos se sube arriba mío, hace un simulacro de fusilamiento y me golpea. Luego me ayudan a sentarme y aparece ‘el Francés’: ‘Así que vos sos el cuñado del Pelado Pedro’, me dice. Ese era el nombre de militancia de mi cuñado Alberto Horacio Monaji”, comenzó el testigo-víctima.
[pullquote]“‘El Francés’ llevaba anteojos oscuros, el pelo engominado y remera negra sin mangas. Esto lo digo con seguridad porque él mismo pidió que me quitaran la capucha»[/pullquote]
En ese encuentro con el represor, Dimas se entera de que su cuñado estaba en La Cacha y que había sido capturado durante un operativo en la casa de Monaji. La hermana de Dimas había logrado escapar por el patio de la casa. “‘El Francés’ me dijo en esa oportunidad que mi cuñado se había metido una pastilla de cianuro en la boca pero que, a los golpes, habían logrado que la escupiera”, relató.
“‘El Francés’ llevaba anteojos oscuros, el pelo engominado y remera negra sin mangas. Esto lo digo con seguridad porque él mismo pidió que me quitaran la capucha. Yo estaba muy golpeado, así que no pude recordar más detalles”, agregó Dimas, quien una hora antes de su declaración ante los magistrados del TOF 1 de La Plata había realizado otra declaración, también por videoconferencia, ante los magistrados que llevan adelante el juicio Vesubio II.
Las “tres alternativas”
María Silvia Bucci integra el grupo de los estudiantes secundarios del Normal de Banfield, partido de Lomas de Zamora, que fueron secuestrados en 1977 y trasladados a La Cacha. “Era casi la medianoche del 27 de mayo. Golpearon a la puerta de casa, abrió mi padre e ingresaron varios hombres armados buscándome a mí. El mismo día habían secuestrado a otros dos compañeros del Normal de Banfield. Me subieron atada al baúl de un auto y me llevaron a La Cacha”, dijo Bucci. Tenía 16 años cuando la secuestraron.
[pullquote]“En los interrogatorios, el que más participaba era uno al que le decían ‘Pituto’, pero también solían estar ‘el Oso’ y ‘el Francés’»[/pullquote]
En el centro clandestino la alojaron en el sótano y de ese lugar recuerda haber hablado con Raúl Elizalde y Alberto Monaji. Al igual que otras víctimas que pasaron por el sótano, relató el episodio violento del 9 de julio de 1977, cuando los detenidos comenzaron a cantar el himno nacional y rápidamente ingresó “el Oso” Acuña, gritando para que dejaran de cantar y golpeándolos a todos.
“En los interrogatorios, el que más participaba era uno al que le decían ‘Pituto’, pero también solían estar ‘el Oso’ y ‘el Francés’. El lugar era una especie de casa rodante, situada cerca del edificio donde estaban los detenidos. En uno de los interrogatorios, me amenazaron diciendo que si no les daba la información que querían me iban a violar. En una ocasión me dijeron: ‘Ustedes tienen tres alternativas: o son liberados, o pasan a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, o aparecen en una zanja’”, describió la víctima-testigo.
También señaló que durante uno de los interrogatorios le mostraron los legajos de varios estudiantes del Normal de Banfield, documentos que habían sido entregados por el interventor militar del colegio y que contenían datos sobre la participación política de los alumnos, marchas y actividades de las que habían participado.
María Silvia Bucci recordó más de una veintena de víctimas que pasaron por La Cacha, así como muchos de los sobrenombres de los guardias que custodiaban a los detenidos.
“Estuve un mes en ese lugar. Un día me avisaron que me iban a liberar. Me subieron a un auto y efectivamente me llevaron hasta mi casa, en Banfield, y le dijeron a mi padre que por esta vez me liberaban pero que la próxima no me salvaría”, contó la testigo, quien explicó que no pudo continuar sus estudios en el mismo colegio.
Al finalizar su declaración, Bucci recibió una carpeta de fotografías que obran en la causa para efectuar un reconocimiento de alguno de los imputados. Después de algunos minutos, devolvió la carpeta a la secretaria del tribunal y señaló una foto: reconoció al imputado Raúl Ricardo Espinoza: “Era un guardia. Su cara me resulta familiar. Algunos de ellos se acercaban a hablar con nosotros y por eso su cara me resulta conocida. Creo que ésta es una de las fotos que reconocí en la etapa de instrucción de la causa”, aclaró Bucci.
“Igual, vos sabes cómo desatarte”
José Luis Barla, el tercer y último testigo de la vigésima audiencia, declaró que fue secuestrado de su casa durante la madrugada del 5 de agosto de 1977. Era militante del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y activista sindical en la Coordinadora Interfabril. Tres personas armadas con itakas y con sus rostros tiznados y cascos de guerra lo sacaron de su habitación y, maniatado por la espalda, lo ingresaron al baúl de un Ford Falcon.
En el trayecto hacia La Cacha, Barla logró sacar el encendedor de su bolsillo, miró la cerradura del baúl y con un golpe certero logró abrirlo, saltando inmediatamente hacia la ruta con el auto en movimiento. “Ellos se dieron cuenta, volvieron a buscarme y me metieron en el asiento trasero para que no me escapara”, contó el testigo-víctima.
Al llegar al centro de detención, lo golpearon por haber intentado huir y luego lo ingresaron a la planta alta del edificio, lugar en el que permaneció, esposado al elástico de una cama, hasta su liberación.
“Un día me volvieron a subir a un auto para ‘dar una vuelta por Villa Elisa’ para ver si reconocía a alguien de los que ellos buscaban. No encontraron a nadie. En el camino de vuelta, detienen el auto en una casa situada en los límites de City Bell y Gonnet, pero no era una casa de alguien a quien pretendieran secuestrar sino la de alguien con autoridad. Me pareció que iban a comunicar algo a esa persona, o algo así”, relató Barla.
El testigo-víctima, antes de su cautiverio en La Cacha, había sido secuestrado por personal del Batallón de Infantería de Marina 3 (BIM 3), y torturado con picana eléctrica durante su cautiverio de 24 horas: “Por esa experiencia que había tenido que pasar supe que, los gritos desgarradores y entrecortados que se oían en todo momento en La Cacha eran gritos de personas que recibían descargas eléctricas”.
Barla fue liberado en la zona de Los Hornos: “Me hicieron bajar del auto, maniatado, y me hicieron tirar dentro de una zanja. Creí que me matarían. Uno de ellos me dijo que contara hasta 200 y que recién después saliera de allí. Y agregó: ‘Igual, vos te sabés desatar solo”.
Una característica muy particular de La Cacha, recordó, es que permanentemente se oía una música: eran siempre temas de Rafaela Carrá. Entre los sonidos habituales también destacó que, al menos dos veces por día, se oía el paso del tren, y que por los sonidos exteriores los detenidos suponían que estaban en una zona de campo.