IMPACTANTE TESTIMONIO EN EL JUICIO LA CACHA “No aguanté más, les dije la verdad y hasta hoy la estoy pagando”
ANDAR en los juicios
(Por Sebastián Pellegrino, Agencia) Sergio Daniel Beltaco tenía 16 años cuando un grupo de tareas irrumpió en su casa con el objetivo de capturar a su hermano mayor, Julio. Fue una noche de abril de 1977. El joven se había acostado temprano: era estudiante universitario y becario de YPF. Su padre y un amigo miraban televisión en el comedor. La puerta de entrada a la casa estalló y el grupo de tareas, cuyos integrantes llevaban sus cabezas tapadas, interrogó a los dos mayores. Luego, ingresaron a la habitación de Sergio, lo golpearon con la culata de un arma mientras le preguntaban por su hermano y finalmente lo sacaron del cuarto hacia la calle “con las manos y los pies atados. Me llevaron como a un lechón. Me metieron en el baúl de un auto y allí me siguieron golpeando”, relató el viernes 14 de marzo el hombre que hoy tiene más de 50 años.
Sergio Beltaco fue el segundo testigo de la decimotercera audiencia del juicio La Cachaque lleva adelante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal 1 de La Plata. Su trágica historia lo obliga a detenerse en varios pasajes de su testimonio. Se siente culpable del fatal destino de su hermano.
“Al llegar al baúl del auto ya me habían encapuchado. Les dije que le preguntaran a la suegra de mi hermano y allí fueron con otro gigantesco operativo. Como no hallaron nada, me seguían golpeando y se me ocurrió inventarles una dirección como para ganar tiempo y permitir que mi padre advirtiera a Julio que lo estaban buscando. Sin embargo, no me creyeron y no pude aguantar más las golpizas: les dije la verdad, el domicilio real de mi hermano y mi cuñada, y hasta hoy la estoy pagando. Es una mochila muy pesada la que llevo”, dijo entre llantos el testigo.
Con el dato, los secuestradores de Sergio se dirigieron a la casa de Julio Beltaco y Elsa Luján Luna y con altoparlantes ordenaron que los ocupantes del inmueble salieran con los brazos en alto. Fue el comienzo de otra tragedia. A la pareja la separaron de su bebé de cuatro meses y la ingresaron al Centro Clandestino de Detención (CCD) La Cacha. A Sergio lo dejarían en libertad y durante tres días quedaría inmovilizado, tirado en su cama, por los golpes recibidos durante la larga jornada en la que capturaron a su hermano.
“Cuando vuelvo a YPF varios días después me anuncian que había sido despedido por ‘ausencia’. En mi casa, las consecuencias del operativo se continuaban: regresaron una semana después, volvieron a golpearme y se robaron todo. En esa ocasión no eran integrantes de una patota sino miembros del Ejército con sus caras descubiertas”, explicó el testigo.
[pullquote]Sergio Beltaco: “Cuando vuelvo a YPF varios días después me anuncian que había sido despedido por ‘ausencia’»[/pullquote]
La familia de Julio Beltaco presentó habeas corpus en distintas sedes judiciales, denunció el secuestro y desaparición de la pareja ante organismos internacionales y realizó gestiones ante la Embajada de Estados Unidos, aunque sobre Julio no volvieron a tener noticias.
Al poco tiempo, el joven de 16 años padeció una tercera golpiza. Fue cuando intentaba ingresar por una ventana lateral a la casa de su hermano para retirar de allí la ropa del bebé, al que los captores de Julio y Elsa habían entregado a la familia: “un brazo salió de adentro de la casa, me tomó de los pelos y me tiraron al piso. Me patearon y después me hicieron un ‘submarino’ en un tanque que había en la casa. Mi sensación fue que habían permanecido allí todo el tiempo esperando a alguien. Se dieron cuenta de que realmente había ido a buscar la ropa de mi sobrino”. También robaron objetos de valor.
Elsa Luna: “Hasta el último momento Julio me pedía perdón”
La primera testigo de la audiencia del viernes fue Elsa Luján Luna, la mujer de Julio y cuñada de Sergio Beltaco. Recordó haber oído la voz por altoparlante el día que los secuestraron y el anuncio de que tenían a Sergio esposado en el auto: “Mi marido abrió la puerta y yo iba detrás suyo. Nos taparon la cabeza con mantas y frazadas de nuestra casa y también nos metieron en un baúl. Yo ni siquiera sospechaba que por la militancia de Julio nos podía pasar algo así. Él, mientras nos llevaban a La Cacha (supe tiempo después cuál era el lugar de cautiverio),me pedía perdón por no haber previsto que aquello pudiera pasar”.
[pullquote]Elsa señaló que Ana Inés della Croce y Rodolfo Jorge Axat fueron los primeros compañeros que conoció en La Cacha: «Ellos intentaron tranquilizarme, me decían que podía confiar en ellos. Cuando comprendí que estábamos en la misma , les dije mi nombre»[/pullquote]
Durante su testimonio ante el TOF 1, Elsa señaló que Ana Inés della Croce y Rodolfo Jorge Axat fueron los primeros compañeros que conoció en La Cacha: “‘¿Recién ingresaste?’, me preguntaron. Me habían tirado al lado de ellos, y como no los podía ver ni sabía quiénes eran y si podía hablar o no en esas circunstancias, no les respondí. Ellos intentaron tranquilizarme, me decían que podía confiar en ellos. Cuando comprendí que estábamos en la misma situación, les dije mi nombre. Ana Inés y Rodolfo fueron muy importantes para mí porque me hablaron mucho, con cierta calma, me tranquilizaron y me ayudaron a romper el terror que yo sufría durante las primeras horas”.
Sobre su marido pudo saber que estaba con vida gracias a un encuentro furtivo que mantuvo con Roberto Martínez, un conocido del barrio, durante una ronda en las que los llevaban al baño.
Elsa nunca recibió maltratos físicos ni torturas, y siempre la “atendió” en La Cacha un agente al que llamaban “cabo Sabino”. Un día ocurrió algo inesperado: Sabino le trajo ropas para que se probara y la autorizó a quitarse la capucha. “No tengo problema en que me mires a la cara”, le dijo el guardia.
Al igual que muchas otras víctimas, recordó a los guardias “Palito” (por su parecido a palito Ortega, delgado, cabello corto, morocho), “Tarzán”, “el francés”, “el oso” y “el griego”. “Sobre ‘el oso’ había escuchado hablar antes, durante y después de nuestro secuestro. Afuera, en la militancia, se lo conocía como el encargado de los secuestros”, afirmó.
En varias oportunidades dirá que ella no militaba en ninguna organización, y que su marido pertenecía a la Juventud Peronista. El último encuentro que tuvieron fue en La Cacha el 26 de abril de 1977, día del cumpleaños de Julio, cuando les permitieron hablar a solas durante algunos minutos en una habitación del centro clandestino.
“Hasta el último momento Julio me pedía perdón. Yo le decía que no había nada que perdonar. Él estaba muy golpeado, apenas podía reconocer sus rasgos”, dijo la testigo conmovida por el recuerdo de aquél último encuentro.
Elsa Luján Luna fue liberada después de 38 días de cautiverio. La llevaron en el piso de un auto hasta la República de los Niños. Ella preguntó por su marido. Le respondieron: “Mejor dedicáte a tu hijo, a vos misma, a tu familia”.
“Siempre tuve esa respuesta como una sentencia a mi marido”, cerró.