LOS HIJOS DECLARARON EN EL JUICIO POR LA CACHA “A mi madre, que había sido secuestrada, la echaron del trabajo por ausencia”
ANDAR en los juicios
(Por Sebastián Pellegrino, Agencia) Durante casi una hora la abogada Verónica Bogliano se despojó de las ataduras procesales –integra el equipo de abogados de las querellas en el juicio La Cacha- y pudo reconstruir, frente a los magistrados del Tribunal Oral Federal en lo Criminal 1 de La Plata, su historia familiar y la curiosa circunstancia a través de la cual halló, entre 2008 y 2009, el lugar donde los cuerpos de sus padres habían sido enterrados.
La declaración de Verónica se realizó el viernes 28 de febrero en el marco de la novena audiencia del juicio. Rozanski, presidente del tribunal, le anunció que detrás de ella estaban sentados varios de los imputados en la causa. La testigo giró y los miró durante algunos segundos. Más adelante diría: “De estos cobardes que están aquí sentados, que no se animan a dar la cara y que han pedido no tener que asistir a las audiencias, no espero nada porque sé que no van a hablar. Ellos querían terminar con los lazos de solidaridad que impulsaban la militancia de nuestros padres”.
[pullquote]Ellos querían terminar con los lazos de solidaridad que impulsaban la militancia de nuestros padres[/pullquote]
María Susana Leiva y Adrián Bogliano, los padres de Verónica y Laura, fueron secuestrados la noche del 12 de agosto de 1977 en su casa ubicada en las calles 423 entre 22 y 23 de Villa Elisa. Susana estaba haciendo empanadas y Adrián llegaría cerca de la 1 de la madrugada. El operativo de la patota del Ejército comenzó a las 20 horas y terminó luego de la llegada de Adrián y de un amigo suyo, el “vasco”.
“Los vecinos se acuerdan del secuestro de papá y mamá, pero no de qué hicieron con nosotras”, contó Verónica. Una semana después del operativo, la vivienda sería saqueada por los integrantes de la misma patota: “Tuvieron que hacer varios viajes: se llevaron todo, ventanas, puertas, hasta el inodoro se robaron. Perdimos las fotos y los recuerdos de nuestra infancia”.
Las hijas de Susana y Adrián serían llevadas, la misma noche del secuestro, a la casa de una abuela por parte de la misma patota. También allí se anunciaron como personal del Ejército. “Mi abuela abrió la puerta y vio que, en la calle, junto a unos de los autos del grupo, estaba parada mi madre, quien llegó a decirle que no se preocupara y que le avisara al ‘negro’ que al día siguiente no iría a trabajar”.
El ‘negro’ era el hermano de Susana, Ramón Leiva. A pesar de las circunstancias a las que se enfrentó la familia, Susana sería echada de su trabajo por “ausencia” –según confirmó años después Verónica con el legajo de su madre-.
Las hermanas no volvieron a recibir noticias de sus padres sino hasta muchos años después, cuando una sobreviviente del Centro Clandestino La Cacha les contó que había compartido cautiverio con Adrián Bogliano: “Él estaba muy preocupado por la situación de mi madre y por nosotras”.
Recién décadas después, cuando Verónica había comenzado a trabajar en el archivo de la exDIPPBA (gestionado actualmente por la Comisión Provincial por la Memoria), conoció a una mujer que acababa de solicitar al juzgado la orden de exhumación de cuatro cuerpos de mujeres y cuatro de hombres que habían sido enterrados en el cementerio de La Plata como NN. Los familiares de esa mujer habían estado secuestrados en La Cacha, por lo que Verónica decidió solicitar también el cotejo de los datos genéticos de los cuerpos exhumados con los suyos y de su hermana.
“En mayo de 2008, recibí un llamado desde el equipo de antropólogos: habían identificado el cuerpo de mi madre. Además, de los cuatro cuerpos de hombres, habían excluido a tres pero no podían dar certezas de que el cuarto fuera o no el cuerpo de mi padre. Recién a fines de 2009 nos llamaron para confirmar que también lo habían identificado a él”, relató emocionada.
A medida que avanza con su historia, la testigo se toma el tiempo necesario para respirar, recordar y retomar su intervención. Sabe que sus padres fueron militantes peronistas, que querían cambiar el mundo y que eran muy solidarios y generosos: “Con mi hermana siempre hemos querido atesorar cada recuerdo de nuestros padres. Por eso hemos tenido varias veces charlas con amigos de ellos porque en cada ocasión surge un nuevo detalle, una nueva anécdota y un nuevo retrato de sus vidas”.
[pullquote]Hoy yo vengo a declarar en este juicio porque elijo estar acá[/pullquote]
“Hoy yo vengo a declarar en este juicio porque elijo estar acá, porque es la historia de mis padres, porque es la historia de los 30.000 desaparecidos y la de todos los argentinos que necesitamos que se haga justicia”, concluyó Verónica Bogliano, mientras un resonante aplauso subía hacia el escenario.
Un rato después, la abogada de una de las querellas se reincorporaría a la escena del juicio habiendo podido relatar y señalar, sin ataduras formalistas, los hechos y los responsables de su tragedia familiar.
Las sombras de la noche
Inés Seoane, hermana de María Seoane, secuestrada de su casa y desaparecida desde mayo de 1977, declaró luego de Bogliano y expresó el impacto de la desaparición de un familiar en la vida cotidiana: “Hoy miro hacia atrás y me pregunto cómo hicimos los familiares para soportar todo aquello. También pienso en que, en general, todos nos convertimos en otras personas, algo así como una destitución subjetiva que afectó a la sociedad durante y después de aquellos años”.
“Saint Jean había dicho que irían, primero, por los más comprometidos, luego por los indiferentes, y por último, contra los tímidos. Fue una amenaza contra toda la sociedad y, de alguna manera, todos nos comenzamos a sentir como personas distintas a las que éramos”, continuó.
“Este juicio, para los familiares y víctimas, es también una ceremonia de la memoria, y por eso quisiera leer un poema de mi madre. Ella no encontraba la forma de nombrar la condición humana de las personas que habían instalado el terror. Finalmente, encontró una metáfora, ‘Las sombras’, para poder representarlos”, dijo Inés ante una sala colmada y sumida en absoluto silencio.
El poema expresa la búsqueda y la desesperación ante la incertidumbre: “Reptando en la noche se acercan las sombras; con formas siniestras, se acercan… se acercan…”. “¿Son sombras sin nombres o malos instintos? ¿Son ramas torcidas, son hombres o bichos?”, se pregunta una madre que, “por los montes y los caminos”, se ha encontrado con otras madres “que dicen lo mismo”.
Al final, la madre cierra su suplicante pedido: “Una triste noche me tocó vivirlo y desde esa noche voy por los caminos, igual que otras madres buscando a mis hijos (…) Ver juntos de nuevo a la madre y al hijo, juntos los pichones en el tibio nido; sin faltar ninguno, eso es lo que pido”.