Declaración de la familia Reggiardo Tolosa en el juicio de La Cacha Las preguntas de Gonzalo
Eduardo Tolosa y sus sobrinos Matías y Gonzalo Reggiardo Tolosa declararon durante varias horas en el juicio que se sigue a 21 imputados por los delitos cometidos en el ex centro clandestino de detención conocido como La Cacha. Los mellizos relacionaron con su apropiador Samuel Miara a dos de los imputados: al ex miembro del ejército Ricardo Fernández –padrino de Gonzalo- y al abogado del ex subcomisario, Jaime Smart. Siguieron las declaraciones desde el público Victoria Montenegro y Manuel Gonçalves, ambos nietos recuperados que los esperaron con un abrazo cuando terminaron de declarar cerca de las ocho de la noche.
ANDAR en los juicios
(Ingrid Jaschek, Agencia) Los alcances del drama profundo que significó la dictadura militar en Argentina a veces se pueden ver, congelados, en una fotografía o en un documento. Así sucedió cuando Gonzalo Reggiardo Tolosa declaró luego de su hermano Matías frente al tribunal oral número 1 de la Plata, y describió su certificado de bautismo. Corregido con liquid paper podía leerse el apellido que lleva desde la década del 90, cuando el juez Ballesteros ordenó cambiar el Miara Castillo de sus apropiadores por el de Reggiardo Tolosa, los apellidos de sus padres desaparecidos. También los nombres de María Rosa y Juan Enrique sobre el blanco restituyeron el origen de Gonzalo. Pero un nombre invariable en el tiempo quedó como huella: el de su padrino Ricardo Fernández, oficial del ejército y familiar de Beatriz Castillo, acusado en este juicio por la actuación en La Cacha, lugar donde María Rosa fue vista por última vez con vida, y muy próximo a la maternidad de Olmos, donde está registrado el nacimiento de los mellizos, el 27 de abril de 1977.
¿Cuántas veces los secuestraron?
Eduardo Tolosa, hermano mayor de María Rosa, declaró durante casi dos horas el largo calvario que sufrió su familia en la búsqueda de su hermana y cuñado primero, y en la lucha por la restitución de los mellizos más tarde. Machocha, como la llamaban cariñosamente en la familia, fue secuestrada en febrero de 1977, apenas un par de meses después del asesinato de otro hermano, Claudio Esteban. Ambos militaban en montoneros. A Juan Enrique se lo llevaron de la imprenta en donde trabajaba. También secuestraron a la mamá de Juan Enrique, que permanece desaparecida.
Eduardo y su papá fueron quienes emprendieron la búsqueda: llegaron a Monseñor Graselli que le dijo a su padre que a María Rosa la tenía presa el ejército pero en el mismo acto le dijo que no la buscara más y que él negaría haberle dado este dato. Después el relato es casi idéntico al recorrido que hicieron miles de familiares: presentación de hábeas corpus, denuncia ante la OEA, y un llamado telefónico que da cuenta de que habían nacido los mellizos. Pero fue recién muchos años después de terminada la dictadura, en 1989, que conocen con más precisiones el destino de sus sobrinos. A partir de allí comienza otra lucha: sus apropiadores se fugaron con los mellizos al Paraguay de Stroessner donde permanecieron varios años, hasta que en noviembre de 1993 se produce la restitución.
“¿Cuántas veces los secuestraron a los mellizos? Cuando estaban en la panza de Machocha, cuando se los sacaron, cuando se fueron a Paraguay, cuando impugnaron las pericias (que daban cuenta de la filiación) y cuando vivieron con ellos”, denuncia Eduardo. Y completa el relato hablando de lo difícil que resultó la restitución: “la restitución no es un hecho judicial, es un hecho personal”, dice, y rememora aquellos años 90 de exposición pública de los mellizos, en los que un supuesto amigo de la familia los llevó a la televisión de Neustadt, Grondona, Hadad y Longobardi, para que los chicos dijeran que querían volver con sus apropiadores. Recuerda los pocos meses que pudieron vivir juntos, la familia sustituta que le asignaron luego, la renuncia a la tenencia en mayo de 1994. A partir de allí, un largo camino fuera de las cámaras y de recomposición familiar que les permitió acercarse. Pero fue en un encuentro con personal de justicia hace algunos años cuando se habían encontrado unos pocos huesos de su padre, en el que Gonzalo hace tres preguntas que quizás lo llevaron a empezar un nuevo camino: quiso saber si esos pocos huesos de la mano alcanzaban para hacer el reconocimiento de su padre, si se podía saber qué nombre les puso María Rosa cuando nacieron, pero sobre todo, quería saber cómo habían llegado a los Miara. Y ahí surgió el dato revelador que le dio la ayudante de justicia: “¿sabés quién es tu padrino? Generalmente el padrino es el entregador, porque es una forma de agradecimiento”.
El largo camino de la restitución
El primero en declarar fue Matías. Ante la pregunta de rigor, dijo conocer a Jaime Smart y Ricardo Fernández. Con voz monocorde, narró su apropiación: “Mis padres fueron secuestrados (…) yo nací en la enfermería del penal de Olmos”, comenzó Matías, con su tío Eduardo siguiendo el relato ya desde la sala. Sobre los años de infancia contó que se veía con Juan Cabandié, con Natalia Suárez Nelson y otros nietos recuperados: “entre los apropiadores juntarse era una costumbre”, ironizó. Luego de reconocer que la restitución fue muy traumática para ellos, dijo con contundencia refiriéndose a sus apropiadores: “ellos delinquieron con nosotros y no nos ayudaron a buscar la verdad”. Matías reconoció al padrino de Gonzalo en la típica foto de bautismo de álbum familiar: allí estaban ellos dos –sin lograr reconocer quién es quién- y una vecina que ofició de madrina, y Ricardo Fernández, un viejo amigo de Miara, que fue el padrino. Pero en el medio del relato surgió otra foto, esta vez imaginaria, de muchos años después y un nuevo encuentro con Fernández. Fue en los 90, en pleno gobierno de Carlos Menem, yendo con el juez a hacer los nuevos documentos de identidad. Allí se puso a disposición de ellos Ricardo Fernández que trabajaba en el Registro Nacional de las Personas. Matías – muy lejos de ese otro Matías que casi 20 años antes se reconocía frente a las cámaras como Miara- contestó seguro ante la pregunta de la querella: “nací el 27 de abril de 1977, en la maternidad de la cárcel de Olmos; al menos eso es lo que ahí dice”.
A su turno Gonzalo volvió a decir que conocía tanto a Smart como a Fernández, su padrino. Repasó al igual que Matías los años de infancia y señaló el quiebre que significó para él el encuentro de los restos de su padre. “Creo que me llevó muchos años de mi vida darme cuenta del agujero en el alma que significaba no buscar mi origen, no saber más sobre mis padres”, dijo casi al final de su declaración. Profundamente católico, pidió que dios ilumine a los magistrados para hacer justicia. Antes de levantarse pidió decir unas palabras y emocionado, dijo: “este es un día bisagra en mi historia, porque vine acá a pedir justicia por mis padres”. Después se levantó y saludó a los abogados de la querella, al tribunal, y a los defensores de los acusados.