Juicio La Cacha: fiscalía pidió que se impidan maniobras dilatorias de las defensas
ANDAR En La Plata
(Por Sebastián Pellegrino, Agencia) El viernes 16, al comienzo de la quinta audiencia del juicio oral y público conocido como “La Cacha”, que lleva adelante el tribunal Oral en lo Criminal Federal 1 de La Plata, el fiscal Hernán Schapiro solicitó a los magistrados que se tomaran medidas concretas para evitar, en adelante, “todo tipo de maniobras dilatorias y preguntas alejadas del derecho a la legítima defensa como las que realizaron, durante la audiencia anterior, los defensores de los imputados”.
La intervención del fiscal hacía referencia a la jornada del miércoles 14 que había terminado cerca de la medianoche producto de una andanada de incidencias procesales que interrumpían las declaraciones de los testigos, dinámica que, en términos de Schapiro, “pone en riesgo la frescura y espontaneidad de los relatos y los somete a una acción psicológica revictimizante”.
Por los mismos motivos solicitó que las audiencias comenzaran según el cronograma pautado para que los testigos no deban esperar horas aislados en una sala, teniendo en cuenta el estrés al que se exponen y la cantidad de veces que, muchos de los testigos, han debido declarar y seguirán declarando en juicios de lesa humanidad. Por su parte, las querellas se sumaron al planteo del fiscal.
Sin embargo, con casi dos horas de discusión en torno a cómo agilizar el desarrollo del juicio, una vez más el defensor Lossino –famoso por pedir la recusación de Rozanski sistemáticamente- pidió la palabra justo cuando ingresaba el primer testigo citado a la audiencia. Un rumor grave se oyó en el público, y Lossino volvió a quejarse por las exclamaciones: “Presidente, no escuchó el ‘uhhh’…”.
Más allá de las recurrentes incidencias procesales solicitadas por los defensores, el viernes pudieron declarar los testigos citados, entre ellos, el expolicía Miguel Ángel Bellomo, quien se encuentra amparado en el Programa de Protección a Testigos. Bellomo declaró que en la Comisaría 8° a la que pertencía “eran ingresados, desde La Cacha, muchos detenidos políticos, gremiales y estudiantiles que eran pasados a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN)”.
El testigo también relató la persecución ideológica y el hostigamiento que sufrió cuando empezó a intervenir ante sus superiores jerárquicos para que liberaran a su sobrina, que había sido detenida en la Comisaría 8° luego de haber estado en La Cacha y, antes, en Formosa.
Un momento confuso se produjo cuando se le preguntó por el reconocimiento fotográfico de Claudio Grande (uno de los imputados del Destacamento de Inteligencia 101 de La Plata) que Bellomo había realizado durante la etapa de instrucción de la causa.
El testigo aclaró que en aquella foto había reconocido, no a Grande sino a Del Río, “un Teniente 1° del Destacamento que manejaba un Chevy naranja y que iba a la comisaría 8° haciéndose el bueno y les llevaba cigarrillos a los presos políticos”. En ese momento, el testigo Bellomo sufrió una descompensación y su declaración fue interrumpida.
[pullquote]Bretal: “Permanecí la mayor parte del tiempo con la cabeza cubierta y, recurrentemente, entraban dos torturadores que me preguntaban sobre actividades gremiales y políticas para que yo delatara a mis compañeros”[/pullquote]
Luego del episodio, uno de los abogados defensores pretendió realizar una denuncia penal contra Bellomo, acción que fue postergada por decisión del tribunal hasta el final de la audiencia en consideración de los testigos que todavía aguardaban su turno.
La siguiente testigo, María Laura Bretal, secuestrada el 3 de mayo de 1978 por un grupo de tareas que ingresó a su casa con ropaje civil, pasó cuatro meses en La Cacha y fue una de las dos mujeres embarazadas que pudieron dar a luz fuera de ese centro clandestino.
Bretal inició su testimonio describiendo sus años de militancia y contextualizando su historia personal: “Yo era parte del Frente Antifascista de Docentes desde donde denunciábamos los crímenes de la Dictadura. Quienes estábamos en contra del plan económico y social Occidental y cristiano éramos considerados subversivos y pasibles de ser eliminados”.
“A partir de 1976 La Plata se convirtió en un gran campo de concentración y los servicios de inteligencia de las distintas fuerzas y agencias de seguridad funcionaban coordinadamente y con mucha precisión. En un momento, desde las direcciones de las escuelas se nos pidió a los docentes que entregáramos una foto personal, la cual se utilizaba para la persecución de los docentes”, narró.
Más adelante, detalló su experiencia a partir del secuestro: “Primero fui alojada en un galpón donde recibí la primera trompada. Allí comenzó la tortura, que duraría los cuatro meses que permanecí en cautiverio. De aquél galpón me pasaron al ‘laboratorio’, que quedaba fuera de La Cacha. Pude ver ganchos en la pared y manchas de sangre, por lo que entendí que allí colgaban a los detenidos. Una semana después me pasaron a La Cacha”.
“Permanecí la mayor parte del tiempo con la cabeza cubierta y, recurrentemente, entraban dos torturadores que me preguntaban sobre actividades gremiales y políticas para que yo delatara a mis compañeros”, continuó Bretal, quien también mencionó los nombres de otras víctimas con quienes recordaba haber tratado en La Cacha.
Asimismo, la testigo realizó una minuciosa descripción del edificio del Centro Clandestino y también fue convocada, durante la audiencia, a realizar un reconocimiento fotográfico del veterinario Claudio Grande, exempleado civil del Destacamento de Inteligencia 101 imputado en la causa. Distintas víctimas señalan a Grande como uno de los agentes de La Cacha, quien habría utilizado el seudónimo “Pablo”.
Acerca de ese seudónimo, el propio Claudio Grande y su defensor, Juan Lossino, han reiterado en todas las audiencias la versión que se trata de una confusión de identidad y que el tal “Pablo” sería otra persona, también estudiante de veterinaria y exempleado civil del Destacamento 101, con rasgos similares a los de Grande. Esa otra persona es Estanislao Chiara Vieyra, cuya fotografía fue señalada por la testigo María Laura Bretal en la audiencia del viernes.
Más allá de no haber reconocido a Grande (Bretal había dicho, antes de ver las fotos, que sería extremadamente difícil recordar el rostro), la parte querellante aún sostiene que “Pablo” es Claudio Grande y que existen más pruebas que confirmarían la identidad del agente civil del Destacamento de Inteligencia que intervino en La Cacha.
[pullquote]Fiscal Schapiro: “(La dinámica de sucesivas incidencias procesales) pone en riesgo la frescura y espontaneidad de los relatos y los somete a una acción psicológica revictimizante”[/pullquote]
Otros de los testigos que declararon en la última audiencia fueron Carlos Roesler y su compañera Viviana Rodríguez, quienes permanecieron en La Cacha durante más de 10 días.
Viviana contó que cuando fue detenida por tres hombres, le fue arrebatado su hijo Pablo, de siete meses, a quien llevaba en brazos, y por separado fueron alojados en el Centro Clandestino. Al día siguiente, los captores entregaron al niño a un pariente pero la mujer no pudo saber qué había pasado con él hasta que fue liberada.
Las audiencias del juicio La Cacha se realizan los miércoles y viernes a partir de las 10 de la mañana, en la sede de la ex AMIA, calle 4 entre 51 y 53 de la ciudad de La Plata, y pueden ser presenciadas por mayores de 14 años con acreditación de identidad.