LA NOCHE DE LOS LÁPICES DEL OESTE Ponerle nombres a la historia: jóvenes secundarios producen una serie sobre desaparecidos

ANDAR en Ituzaingó
(Agencia Andar) Hubo otra noche de los lápices menos conocida que la de La Plata. Entre el 16 y el 30 de septiembre de 1977, Sonia Von Schmeling, Jorge Luis Fernández, Alejandro Fernández, Adriana Martín, Alejandro Aibar, Marcelo Moglie, Enrique Ricardo Rodríguez y Luis Ángel García fueron secuestrados en sus domicilios y trasladados al centro clandestino de detención que funcionó en la Brigada de San Justo.
Los ochos jóvenes, oriundos de Ituzaingó, Moreno, Castelar, entre otras localidades de la zona, militaban en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Tras tres meses de cautiverio, el 28 de diciembre de 1977, siete fueron fusilados y sus cuerpos siguen desaparecidos. Adriana Martín fue la única sobreviviente.
Con esa historia los chicos y chicas de la Escuela Secundaria Nº 8 se encontraron a través de un nombre, el de Sonia Von Schmeling, que surgió cuando quisieron nominar el colegio. La propuesta surgió de un sondeo que realizaron en la escuela y en el barrio, y disparó una investigación que decidieron enmarcar en el programa Jóvenes y Memoria de la Comisión Provincial por la Memoria.
En 2023 presentaron un primer corto audiovisual, Sonia regresa al barrio, en el cierre del programa que se realiza en Chapadmalal con un encuentro donde cada grupo muestra su trabajo. “Sabíamos que para presentar en Chapa teníamos 15 minutos pero hicimos una primera investigación grande sobre la vida de Sonia, y nos quedó pendiente saber más sobre el grupo de la UES con el que había sido secuestrada ella”, cuenta Uriel Casella, el docente que coordinó el equipo de jóvenes investigadores.
“Y sentimos que no podíamos pasar por alto a las otras siete personas que también integraron el caso; por eso quisimos poner en foco sus historias, sus infancias, sus compromisos y el porqué de sus luchas”, describe Thomas Salto Palacios, uno de los estudiantes que integró ese primer equipo y, aunque ya egresó de la escuela, continúa vinculado al grupo y su producción. «Somos muchos los que vivimos en barrios donde ocurrieron estas cosas y no conocemos las historias. Saber que nadie más hablaba sobre esto nos llevó a seguir con este proyecto y el objetivo es que circule», dice Rocío Giusti otra integrante del proyecto.

Thomás acompañado por Marcela Fernández, hermana de Jorge y Alejandro. Ella vive en Miramar y se acercó a la presentación del avance que llevaron a Chapadmalal.
“Y pensamos en una serie porque nos interesó contar la historia de todos estos chicos, cómo vivieron hasta el día que se los llevaron”, añade Dalma San Miguel, otra de las estudiantes y hacedora de esta producción que, a lo largo de cinco capítulos, reconstruye los sucesos que se fueron sucediendo entre septiembre y diciembre de 1977 cuando los ocho jóvenes fueron secuestrados, torturados y siete de ellos asesinados y desaparecidos.
A partir de entrevistas, búsquedas documentales y el registro del juicio por delitos de lesa humanidad en la Brigada de San Justo, los y las jóvenes cuentan quiénes eran esos estudiantes, su secuestro, la búsqueda de sus madres, adónde los llevaron y el juicio por secuestros y fusilamientos.
“El proceso de investigación fue la clave: cada quien tenía su parte que aportar y con el profe armábamos en el pizarrón como un rompecabezas con la información; había datos que no aparecían ni bien los buscabas. Pensábamos también cómo armar cada entrevista para cuidar al entrevistado. Había que sostenerle la mirada al familiar”, dice Thomas que fue uno de los que encaró personalmente cada entrevista.
“El mayor desafío fue qué no contar, porque en la edición se tuvieron que omitir muchas cosas y uno quiere que se sepa todo. En cada entrevista todo nos parecía importante pero había cosas que teníamos que apartar para armar la producción”, considera Ismael Ojeda, otro de los integrantes del proyecto que sigue el trabajo aún después de su egreso escolar.
“Jóvenes y Memoria nos ayudó mucho en la divulgación de nuestro trabajo, lo podríamos haber hecho y publicarlo pero no con este alcance que tuvimos gracias a este proyecto. Nos contactaron de diferentes lados gracias al programa porque se hizo muy conocida nuestra intención de documentar el caso”, señala Ismael.
Ahora están ocupados en llegar a septiembre con la edición final para el estreno y también con un libro. Tienen clara la importancia del material con que cuentan y también un objetivo en lo pedagógico “que más chicos de nuestra edad conozcan la historia”, repiten.
“Muchas inquietudes, informaciones, entraron al aula por la ventana del barrio, de las familias que conversan sobre lo ocurrido. Cuando uno habla con los familiares de las víctimas del terrorismo de Estado (que también son víctimas) aparece el silencio generalizado como un dolor muy grande. Y de algún modo ese silencio se resquebraja cuando un estudiante cuenta en la casa algo de lo que vivió ese día en la escuela. Ese diálogo abre caminos para seguir construyendo el nunca más”, concluye Uriel.