PRESENTACIÓN DE LIBRO Disputar la memoria sentadas a la mesa
Este miércoles 10 de julio a las 18 hs se presenta en la CPM Recetario para la memoria, un libro que pone en circulación las historias de las familias que buscan a los suyos en México. El proyecto que evoca a quienes faltan desde los sabores y aromas que compartían alrededor de una mesa en el ámbito de lo doméstico. En esta entrevista Clarisa Moura, una de sus co-autoras, cuenta la cocina de este libro que se compartirá en un encuentro con lecturas, música y charla.
ANDAR en La Plata
(Agencia Andar) En México más de cien mil personas faltan de su casa; están en calidad de desaparecidas y no localizadas. ¿Cómo se interpela a una sociedad adormecida, paralizada por el horror? Las autoras de Recetario para la memoria ensayan en su libro el inicio de una respuesta. Zahara Gómez Lucini, Daniela Rea y Clarisa Moura tiran de los hilos de la memoria desde su presente más vivo, el que puede olerse, degustarse, compartirse.
El proyecto surgió en 2018 por el impulso de Gómez Lucini, una fotógrafa y documentalista española argentina que ya llevaba algo más de seis años en ese país. “Su trabajo ha sido siempre la desaparición forzada en Latinoamérica, ha trabajado con antropólogas forenses, con otras asociaciones y colectivos y en ese momento acompañaba a las Rastreadoras del Fuerte, un colectivo de mujeres en Sinaloa que impulsaron e iniciaron las búsquedas en el desierto”, cuenta Clarisa, que se sumó al equipo como diseñadora y gestora cultural y presentará este miércoles el libro en La Plata, en el auditorio de la Comisión Provincial por la Memoria a las 18 hs.
Esa convivencia con quienes integraban estos colectivos empezó a disparar preguntas: ¿de qué manera podían romper la forma en la que se narra el horror? “¿De qué manera en un país tan atravesado por la violencia, donde las desapariciones se suceden día a día, donde la población sólo sabe de números y de cifras y donde las preguntas se hacían siempre en los mismos espacios: los de derechos humanos, los académicos, algunos periodistas? Y en ese acompañar es que ve en la cocina ese espacio desde donde las mujeres se organizan, se juntan, se convocan, hablan. El acto de cocinar era algo que continuaba, las madres seguían cocinando para esas personas que esperan, es un acto de memoria viva”, define Clarisa. Así nació el primer recetario.
El material salió en el 2020 cuando se desataba la pandemia por lo que se presentó y vendió centralmente de manera virtual. De esa forma llegó a Alejandra Díaz, una integrante del colectivo de buscadoras de Guanajuato, que las contactó con la idea de hacer otro recetario, pero ya no de un colectivo sino de la región. “Cada estado tiene sus particularidades justo en ese momento había estallado la violencia en Guanajuato, era una plaza a disputar”, señala la diseñadora. La Plataforma por la Paz y la Justicia en la zona registraba cinco de sus ciudades (Irapuato, Celaya, León, Salamanca y Pénjamo) como aquéllas que contabilizaban la mayor cantidad de personas desaparecidas en los últimos cinco años.
El trabajo implicó no sólo viajar a distintas ciudades sino conocer y seguir protocolos de acompañamiento, y saber que había zonas a las que no podían acceder. “Se hizo una convocatoria a 10 colectivos, fueron más de 70 recetas, y pensamos en cambiar la forma: en vez de ir casa por casa elegimos en cada ciudad dos cocinas para cocinar colectivamente. Fue interesante porque muchas mujeres no se conocían porque los colectivos se habían integrado durante la pandemia, muchas de ellas se veían por primera vez”.
Los viajes, los encuentros, las cocinadas fueron abriendo nuevas preguntas “no sólo en torno a la desaparición sino en torno a violencias estructurales: la alimenticia, sobre el territorio, la feminización de las búsquedas, el accionar de la justicia; todo eso se fue construyendo al escucharlas, conocer sus casas, comer juntas, compartir las mesas. A partir de ahí es que este segundo recetario es más robusto, abarca y complejiza el tema”, asegura Clarisa.
Los debates también se daban en cuanto a la edición del material, de cómo no caer en la estetización del horror y surgió también, a diferencia del primero, la necesidad de que aparezca algo de la figura humana, una mano, algo que en el primero no estaba. “La mano que cocina, que sirve, que alimenta. También al final están los retratos de todas las mujeres que participaron: apareció la importancia de hacer presentes a estas mujeres en sus espacios íntimos, hubo una intencionalidad de mostrarlas en sus momentos más cotidianos, ahí donde se ríen, se hacen chistes, cantan. También para romper este estigma o imagen de la víctima, o el familiar, como una persona sufriente que sólo puede ser representado a partir del dolor y no de la vida, de la alegría, del gesto de ternura”.
Las presentaciones también requirieron una forma específica, una estrategia que hiciera pasar la experiencia por el cuerpo. Entonces hicieron cocinadas, un taller donde se toman un par de recetas y quienes asisten a la presentación pican, muelen, cocinan, mientras se leen las historias de los desaparecidos. Entonces la gente conversa y el estigma se va deshaciendo. “Todos tenemos un platillo favorito, la comida es memoria y es identidad; todos recordamos al otro desde un sabor y un aroma, eso nos hermana, nos acerca, borra las distancias impuestas por la violencia”. Ese camino las llevó, por ejemplo, a hacer colaboraciones con chefs, “personas que se han acercado y han querido reinterpretar las recetas, entonces de pronto se presenta el recetario en una feria gastronómica, en un espacio de arte, de activismo. Y las conversaciones van cambiando. Justamente los chefs fueron las personas más conmovidas en esto porque nunca pensaron que desde su hacer tenían posibilidad de aportar algo en este sentido”.
Y una sopa, una salsa, un caldo se convirtió en acto de resistencia. “Frente a ese horror tan grande que se vuelve inabarcable, en los pequeños grandes actos está la posibilidad de no sentirnos tan solos. Hablar de lo que nos nutre en estos tiempos de precariedad alimenticia es también hablar de violencia, de despojo”, cierra Clarisa con el sabor de ese pequeño triunfo que es para ellas “salir de las cocinadas con la gente sintiendo que sí hay una chance”.
El libro puede comprarse a través de la página de la iniciativa recetarioparalamemoria.com. Parte de las ganancias es compartida con los colectivos de madres buscadoras.