ENTREVISTA CON MARIANA EVA PEREZ Del relato al espacio: asediar la ESMA
Este sábado, en el marco de la noche de los museos y como parte del circuito de la memoria, se presentará en el Museo de Arte y Memoria de la CPM la performance Antivisita. Formas de entrar y salir de la ESMA. La obra, protagonizada por Mariana Eva Pérez, Laura Kalaus y Miguel Algranti, propone un recorrido por el ex centro clandestino de detención y por una historia personal, familiar y colectiva. ¿Qué sensaciones, experiencias, preguntas condensa esta obra? Una mirada crítica sobre los sitios de memoria, la forma de habitarlos y de convivir con sus fantasmas, los nuestros.
ANDAR en el teatro
(Agencia Andar) Escritora, investigadora del CONICET, cuando tenía los 15 meses fue secuestrada por la Fuerza Aérea argentina, junto a su padre y su mamá embarazada de 8. “Yo luego de unas horas fui devuelta a mi familia, mis padres siguen desaparecidos. Este ha sido un tema central en mi vida siempre, lo he trabajado desde la investigación, desde la militancia en DDHH, desde la producción artística y la antivisita es un poco todo eso”, dice Mariana Eva Perez.
¿Qué nos cuenta la antivisita y cómo tomó forma?
La Antivisita es una suerte de visita guiada, ficcional, al sitio de memoria ESMA donde vamos atravesando distintos espacios, imaginariamente, a través de relato. Es una performance que hicimos junto a Laura Kalaus, que es mi prima pero además es una reconocida directora, coreógrafa y perfomer; y abreva de distintos lugares: de nuestra historia familiar en común, en particular de la figura de nuestra bisabuela de la que tenemos pocos datos, pero uno de los datos que tenemos es que practicaba espiritismo y que había iniciado a sus hijos, nuestros abuelos, a esa práctica. Un poco con esa anécdota familiar conectamos con lo que fue el tema de mi investigación doctoral en Alemania en la que trabajé sobre las dimensiones fantástico espectrales de la desaparición, sobre todo sus representaciones en el teatro porteño más contemporáneo.
Partimos de la idea de no entrar a la ESMA, por eso la antivisita; era un lugar que yo ya conocía, donde dio a luz mi mamá y no quería volver a entrar y tenía muchos problemas y dilemas con algunas cuestiones relativas a sus usos actuales. Y finalmente esto terminó siendo una premisa de trabajo, porque empezamos a ensayar en pandemia en el centro cultural Paco Urondo y encontramos que más que no entrar yo a la ESMA lo que podíamos hacer era sacar la ESMA fuera de la ESMA, aunque yo ya no tenía esa condición de no entrar más. Entonces la antivisita era como una especie de puesta a prueba, de vuelta en la escena, de algunas ideas que estaban ahí pero no en soledad. Yo nunca hice puesta en escena: escribo teatro pero no soy directora, no hubiera podido hacerlo sin Laura, que vio en todas estas ideas la vocación de performance.
Vimos que podíamos hacerlo en otro lugar y eso nos permitía hacerlo en otros lugares, que es lo que va a pasar ahora en el Museo de Arte y Memoria, que va a ser el tercer lugar donde llevamos la performance. Algunos espacios de la ESMA que relatamos nos permiten hablar de cosas más generales, y otras de estas paradas o estaciones por las que pasamos están más ligadas a la historia de mi mamá dentro de ese lugar, más pegadas a lo testimonial pero también con una reflexión acerca de cómo contar esa historia; entonces vamos ensayando distintas maneras de presentar esa historia.
Hay también una forma de pensar el vínculo con lo que llamamos sitios de memoria y una apuesta a representarlo más que recorrerlo…
Más que la oposición recorrerlo versus representarlo me parece que es un ejercicio de pensar críticamente acerca de estos lugares, de desnaturalizar lo que en estos años quizás hemos aprendido, tanto sobre entrar como de no poder entrar, que es una experiencia bastante extendida y que queda a veces un poco velada. Es importante que la mayoría de los sitios, los que se puedan, se desafecten de otros usos, de usos civiles, que aquellas personas que quieran recorrerlo puedan hacerlo, que puedan hacer un acto de memoria en esos lugares, recordar a los suyos. Pero también me parece que hay un discurso como un poco triunfalista alrededor de eso, en un momento sobre todo, que ahoga el sufrimiento que todos estos lugares todavía provocan para las personas cuyas historias están relacionadas a estos sitios.
Nos ha pasado que hay gente que viene a hacer la antivisita y nos dice ‘yo no podía ir a la ESMA, nunca pude, y pude hacer la antivisita y siento que de alguna manera pude entrar’, como desbloquear ahí algo que no estaban pudiendo hacer. Desnaturalizar la idea de que la recuperación de estos lugares va a ser con alegría, o va a ser sin problemas o todo hacia adelante, sin retrocesos, sin dolor. Desnaturalizar nuestra relación con estos lugares y darle lugar a la emergencia de un pensamiento crítico en torno a esto y también a una sensibilidad que tiene que ver con la energía que emanan estos lugares, con todo lo que se siente cuando uno está en esos lugares auténticos y que a veces el impacto de encontrarte ahí un poco obtura la capacidad de pensar críticamente algunas cuestiones. Entonces nos parece que está bueno también estar y no estar en la ESMA al mismo tiempo, y en ese estar y no estar también estamos remediando de alguna manera lo que fue y es la desaparición, ese estatuto paradojal de la desaparición, el estatuto del fantasma que justamente tiene que ver eso. Y también lo estamos asediando un poco al lugar a la manera de un fantasma, pienso ahora: el sábado vamos a estar de alguna forma recorriendo fantasmalmente la ESMA aunque estemos en La Plata.
Mencionabas el trabajo de rescatar la historia familiar con Laura. ¿Cómo es para vos la relación con lo autobiográfico desde la actuación, actuar tu propia historia?
Mi relación con el teatro era hasta ahora más que nada desde la dramaturgia, la escritura. Con Teatro por la Identidad, hace un montón, creo que en el año 2002 escribí la primera obra y escribí otras cosas también, hice asistencia de dirección de alguna obra mía, pero nunca había dirigido y, aunque no dirijo esto tampoco, con Laura la hemos montado y pensado juntas. Y sí es la primera vez que se puede decir que actúo; es raro decir que actúo, no sé si actúo realmente porque al ser una performance voy contando, relatando. Me da vergüenza decir que actúo pero sí, puede ser un poco… Es la primera vez y me estoy divirtiendo.
Me pasa que a la ESMA no puedo ir sin que me dé dolor de cabeza, me implica un sufrimiento muchos días antes y muchos días después, nunca quiero ir. Y con la antivisita me pasa al revés: está siendo una experiencia muy transformadora, muy hermosa, de encuentro con otros, de un montón de cosas inesperadas y de elaboración colectiva, y siempre me dan ganas de hacerla lo hago muy contenta.
Y en el andar de la obra, ¿qué cosas les fue devolviendo la antivisita?
Mi idea era un poco poner a prueba algunas cosas que había investigado teóricamente sobre el duelo en el teatro, por ejemplo, y de qué forma una obra podía acoger el duelo colectivo por los desaparecidos. Yo lo había trabajado particularmente sobre una obra que se llama Luisa se estrella contra su casa, que no trataba especialmente este tema pero que lo incluía entre todos los duelos posibles, trabajaba especialmente una función que había sido en la ESMA y había resonado mucho más en ese sentido. Entonces me preguntaba cómo podía una obra ser un dispositivo de duelo cuando el duelo, tal como lo conocemos, nos fue negado. Estamos hablando de la imposibilidad de realizar los rituales de duelo que hacemos normalmente para los otros muertos que hemos tenido y que tenemos: ir al cementerio, o las cenizas, o la que cada uno elija y crea. A nosotros eso nos fue negado, a cada uno de nosotros en lo personal y también colectivamente como sociedad: tenemos todos estos ausentes a los que no podemos dar sepultura. En la ESMA, otra vez en ese lugar porque la ESMA condensa, tiene una fuerza hacia adentro, centrípeta, están los restos de estas 600 personas desaparecidas sin identificar del EAFF; se está trabajando para encontrar posibles familiares, devolverles su identidad y cumplir con cada uno de ellos, con los rituales de duelo que se les está debiendo. La obra también habla de esto y es un dispositivo para esto y está funcionando en este sentido. Hay gente que viene más de una vez; hasta ahora no me animé a preguntarles por qué vuelven, es algo que me debo.
Y hay cosas que nos imaginábamos, de algo que podía actuar por acumulación y se va expresando en la propia obra. Por ejemplo algo que me dieron y va a parar a una suerte de altarcito que armo en un momento, entonces ahí hay cosas que ya también son del público, o alguna historia que nos contaron y la incorporamos como parte del recorrido. Hay algo como de construcción colectiva que nos interesaba un montón y que no sabíamos si iba a funcionar.
La apuesta era enorme. Por un lado esta idea de -por lo menos como juego, como intención- preguntar qué tienen para decirnos los espectros, querer preguntar si hay algo ahí, si hay un mensaje; y por otro este juego de estar en la ESMA afuera de la ESMA era osado, no sabíamos cómo iba a funcionar y la verdad que va perfecto. Es raro decir jugar porque ¿cómo jugar a la ESMA? Pero, bueno, me parece que hay ciertas cosas que si no se encaran con un espíritu un poco lúdico, juguetón, humorístico no se pueden decir. Eso lo trabajé más en mi libro quizás, no tanto acá, pero sí hay algunos momentos de ridículo que van por ahí. Si uno quiere ir siempre por el realismo, te chocás con el horror; eso es lo que me pasa con el espacio también y entonces cada escena es una exploración diferente de cómo contar estas cosas sin empantanarnos en el horror.
La Antivisita podrá recorrerse este sábado en el Museo de Arte y Memoria de la CPM (9 N° 984) a las 18 hs. en el marco de la Noche de los museos. Para asistir se puede reservar turno en proyecto.antivisita@gmail.com