MEGAJUICIO POZOS DE BANFIELD Y QUILMES Y BRIGADA DE LANÚS Se acabó la vida
Con la jornada número 85 realizada el pasado 25 de octubre se cumplieron dos años desde el inicio del juicio y, en esta ocasión, prestaron su testimonio María Teresa Serantes Lede, Lucila Edelman y Raúl Olivera.
ANDAR en los juicios
(Agencia)La primera en declarar es María Teresa Serantes Lede, sobreviviente secuestrada el 21 de abril de 1978. Al momento de su secuestro tenía 25 años, su marido Alberto Illarzen 34 y su hija Amaranta dos años y medio. Un grupo de personas armadas que describe como “muy violentas” ingresó a su casa en Bernal, le quitaron a la niña y a ella la empujaron y le pegaron. A Amaranta la rescató una vecina y esa fue la última vez que María la vio hasta su liberación. Luego la llevaron al Pozo de Quilmes: “No hay ninguna duda de que yo estuve ahí”.
María Teresa nació en España pero cuando tenía tres años sus padres emigraron a Montevideo y más tarde vinieron a nuestro país en julio de 1974. Con respecto a su vínculo con la militancia cuenta que a los 13 años se asoció al Partido Comunista en donde repartía volantes. Su marido era cooperativista y miembro del Sindicato de Trabajadores de Uruguay. Además en su círculo social había gente que pertenecía al Movimiento de Liberación Nacional, por este motivo sufrieron una detención en el país oriental.
La testigo cuenta que al llegar al Pozo de Quilmes la ingresaron a una celda donde estaba Jorge Martínez, otro secuestrado, a quién ella nunca le contestó. “Desconfío de todo”, manifiesta. Después del primer día sus compañeras fueron Ivonne Cappi y Erlinda Vázquez, dos amigas suyas con quienes pasó el resto del cautiverio.
Sus interrogatorios siempre estuvieron a cargo de una mujer y transcurrieron de la misma forma: la desnudaban, luego la golpeaban y le preguntaban por diferentes apodos. La víctima sufrió violaciones sistemáticas y aunque no sabe exactamente cuántos episodios fueron asegura que más de tres.
María Teresa relata que de regreso a la celda generalmente no hablaban de lo que había pasado. “Para sobrevivir dejamos nuestros sentimientos afuera”, expresa. Con respecto al día a día describe la vida como muy rutinaria. Hacían sus necesidades en botellas de plástico cortadas y a la tarde escuchaban llantos de desconsuelo y gritos de dolor de niños. Junto con sus compañeras pensaban: “Se acabó la vida”.
Otro secuestrado en el Pozo, Guillermo Sobrino, le brindó datos cada vez que se contactaron. Según él había 32 uruguayos y ella iba a ser la única liberada debido a su nacionalidad española. En una sola ocasión y por pocos minutos habló con su marido que estaba muy preocupado por Amaranta.
Antes de ser liberada pasó por un interrogatorio distinto. Un hombre joven en un escritorio sabía muchos detalles de su vida y le informó que debía tomar una decisión sobre qué hacer con ella y los demás debido al mundial de fútbol.
Dos días después las soltaron en un descampado y María Teresa logró llegar a su casa donde estaba viviendo su hermano con Amaranta, que estuvo desaparecida durante cuatro días después del secuestro.
Presentaron Habeas Corpus en la Embajada de España, realizaron la denuncia en ACNUR (Agencia de la ONU para los Refugiados) y hablaron con el cónsul español que les aconsejó dejar el país.
En principio quisieron quedarse, pero finalmente fueron hacia Madrid en donde tuvieron varios inconvenientes con los papeles de Alberto y Amaranta. Los expulsaron en mayo de 1982 y se fueron a Suecia donde todo fue más fácil. Debido a la traumática situación la testigo explica que Amaranta hizo una especie de bloqueo total de esos años vividos.
Retraumatización
La segunda en declarar es Lucila Edelman, médica psiquiatra y psicoterapeuta. Desde hace años atiende a personas afectadas por presión política, integró el equipo de asistencia psicológica de Madres de Plaza de Mayo y el EATIP (Equipo Argentino de Trabajo en Investigación Psicosocial). También asiste a familiares de desaparecidos y a presos políticos que estuvieron muchos años en esas condiciones.
Lucila explica, a través de una presentación, los efectos psicológicos y psicosociales de las situaciones traumáticas y cómo inciden en las personas que las sufren directamente, en el cuerpo social y en varias generaciones. Indica que la dictadura actuó a través de represión directa y un discurso dominante y declara: “La impunidad produce un efecto de retraumatización”.
La batalla contra la impunidad
El último en dar testimonio es Raúl Olivera. El declarante es dirigente del Observatorio Luz Ibarburu y también dirigente sindical de la Central Obrera Uruguaya. Realizó investigaciones y participó en otros juicios, es militante en derechos humanos y trabajador ferroviario.
El testigo cuenta que junto a sus compañeros fue víctima del terrorismo de estado ya que estuvo en la cárcel durante seis años y medio y tuvo colegas que murieron como consecuencia de la tortura o desaparecieron en Argentina. Además su esposa sufrió el secuestro de su hijo cuando tenía 20 días de vida y no lo recuperó hasta que tuvo 26 años.
La idea de crear el observatorio surgió para mirar el proceso y obligar a que el estado lo cumpliera por una cuestión de desconfianza: “Todos los estados sean del color que sea, siempre intentan administrar los derechos humanos en función de intereses políticos”. Según él, el principal insumo para hacer justicia es el testimonio de las víctimas: “La batalla contra la impunidad no solo se da en los estrados judiciales, se da también en la opinión pública”
El martes 8 de noviembre tendrá lugar la audiencia N°86 que será en La Plata y a la cual se podrá asistir de manera presencial o virtual. Los testigos que declararán aún no fueron definidos.
*Cobertura realizada por Lucila Comas
Cómo citar este texto: Diario del juicio. 27 de octubre de 2022. “SE ACABÓ LA VIDA”. Recuperado de https://diariodeljuicioar.wordpress.com/?p=1412