MEGAJUICIO POZOS DE BANFIELD Y QUILMES Y BRIGADA DE LANÚS «Cuando vino la democracia fue la primera vez que yo viajé a la Argentina»
En esta nueva jornada declaran familiares de Mirta Teresa Gerelli: su hermana Miriam, su hija Celeste y quien fuera su esposo, Juan Carlos Gutiérrez. También, dos nietas restituidas: Soledad Dossetti García y María Mercedes Gallo Sanz.
ANDAR en la justicia
(Por diario del juicio) La primera testigo es Miriam Adriana Gerelli, hermana menor de Mirta Teresa Gerelli, detenida desaparecida en febrero de 1977 en la localidad de Quilmes.
Mirta, a quien apodaban cariñosamente como “Pety”, estudiaba Bellas Artes en la Universidad Nacional de La Plata y trabajaba como profesora de música y arte en el sur del Conurbano Bonaerense. Militaba en Ctera y también, junto a su hermana, en el Movimiento Peronista.
Estaba casada con Juan Carlos Gutiérrez y tenía dos pequeñas de 3 y 4 años. En ese momento se encontraba separada e incluso manteniendo otro vínculo. Su pareja entonces se llamaba Carlos Rodríguez, a quien le decían Hugo.
Miriam se hallaba en la ciudad de Concordia, Entre Ríos, cuando secuestraron a su hermana. Se enteró por una carta que le envió su papá.
En este sentido, indica que el último contacto que tuvo con su hermana fue cuando llamó a una tía para decirle dónde estaban sus hijas. “Recibe un llamado en el que un hombre le dice que le van a hablar y la voz de mi hermana le dice ‘Tía, las nenas están en la casa de los padres de Hugo’. Le cortan el teléfono inmediatamente y fue lo último que se supo”, narra.
“Siempre fue el modelo a seguir, buena estudiante, profesora de piano a los 18 años. Siempre tuvo una actitud excepcional”, cuenta sobre Mirta. “Yo no sé si era el foco o se llevaba el foco”, sostiene. “Nosotros vivíamos la película de la que era protagonista”, enfatiza con emoción Miriam.
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El segundo testimonio es el de Celeste Gutiérrez Gerelli, quien describe con detalles el día que la secuestraron junto a su hermana y el novio de su madre. “Mi mamá nos había llevado a pasar unos días a la casa de su tía Frida, que vivía en Quilmes. Era un día de calor que nos lleva en colectivo. Ella se va y al otro día la persona que nos va a buscar es Hugo. Cuando estamos tomando el colectivo, mi hermana y yo subimos primero, después sube Hugo y desde abajo suben unos hombres y lo bajan”, cuenta. En ese momento Celeste tenía casi 4 años.
“Nos suben a un auto, a él le vendan los ojos. Adelante iban el chofer y otra persona más, que nos preguntaba dónde estaba mi mamá. Me acuerdo que Hugo no decía nada, y yo lloraba”, relata. Las pequeñas fueron llevadas a la casa de los padres de Hugo. “Esa fue la última vez que lo vi y la última vez que supimos de mamá”, lamenta. Fue un vecino que trabajaba en la Coordinación General quien los entregó.
De acuerdo a una sobreviviente que declaró en el Juicio a las Juntas, desde febrero de 1977 hasta octubre de ese año, Mirta permaneció en el Pozo de Quilmes, luego fue trasladada al Pozo de Banfield, donde también se hallaba Hugo. Estaría embarazada.
Una vez que sus abuelos las recuperaron, se mudaron a Tandil. Luego pasaron por varias ciudades, hasta que volvieron a Florencio Varela, de donde era su familia materna y donde actualmente reside Celeste.
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El último en completar la fotografía de Mirta es su esposo, Juan Carlos Gutiérrez, con quien se casó en el 72 y con quien tuvo dos pequeñas: Celeste y Marina. Se habían conocido en la facultad.
A partir del golpe cívico-militar se fueron a vivir a la localidad de Bernal. Diez días después de su mudanza se enteraron que el ejército había ido a buscarlos a su casa de Florencio Varela. En ese entonces ya tenían una crisis de pareja por lo que en agosto del 76 decidieron separarse. “Para mí la casa no era segura”, apunta, a la vez que plantea que Mirta “asumió mucho riesgo”.
A causa de la persecución política que sufría decidió irse en noviembre a Jujuy y perdió contacto con Mirta. Su ex suegro fue quien le envió una carta refiriéndose al secuestro.
“Me cuenta que Mirta había dejado a las nenas durante un fin de semana en lo de su tía. Carlos Rodríguez va y lleva a las nenas a la estación de Quilmes y ahí los detienen”, detalla.
Luego de tres años en el norte, Juan Carlos vuelve para Buenos Aires a revincularse con sus hijas que estaban en Tandil con sus abuelos.
“Se quedaba montando guardia”
Es el turno de la declaración testimonial de Soledad Dossetti García, hija de una pareja de jóvenes uruguayos radicados en Buenos Aires: Ileana García, de 23 años, y Edmundo Dossetti, de 25, quienes fueron secuestrados de su departamento en Vicente López la noche del 21 de diciembre de 1977. Ella era sólo una bebé de siete meses cuando se la llevaron. “Me recuperó mi abuela”, expresa.
Su papá estudiaba ciencias económicas y formaba parte de una agrupación estudiantil llamada Grupos de Acción Unificadora (GAU). Su madre estudiaba en la Facultad de Humanidades hasta que se produce el golpe militar en el 73 en Uruguay. En octubre de 1974 se instalaron en Argentina y continuaron sus estudios. También ayudaban a uruguayos a exiliarse a Europa.
Soledad pudo reconstruir la violenta noche del secuestro a partir del relato del portero del edificio y de un vecino del quinto piso, Fausto Humberto Bucchi. Ella había quedado al cuidado de sus vecinos durante cuatro días, hasta que personal policial la fue a buscar. La trasladaron a la Brigada Femenina de San Martín.
Fue Bucchi quien se contactó con su familia en Uruguay. El 5 de enero viajaron sus dos abuelas a Buenos Aires. “Mi abuela materna me decía que ella pasó un par de noches en un muro que encontró en una casa de enfrente, medio escondido, vigilando la Comisaría”, cuenta. Tras varias negativas, le dijeron que le entregarían a su nieta, pero era válido desconfiar. “Se quedaba montando guardia”, manifesta.
La mamá de su mamá, Olga Ramos, se ocupó de llevarla sana y salva a Uruguay el fin de semana de carnaval, en febrero, aprovechando el gran flujo de gente. Hasta entonces pasó varias noches durmiendo en el transporte público. “Elegía los colectivos con las líneas más largas y pasaba la noche conmigo yendo hasta la terminal y tomando de vuelta”, explica.
Con la ayuda de una jueza del Juzgado de Menores de San Isidro consiguió los boletos. “Cuando llegó al aeropuerto en Montevideo, antes de mostrar los documentos, me pasó a los brazos de mi abuelo y entramos a Uruguay”, precisa, a la vez que agrega que su abuela viajaba a Argentina cada vez que podía. “Hizo decenas de habeas corpus. Tenía que seguir buscando a mis padres”, cuenta.
La misma noche del secuestro, también se llevaron a Alfredo Bosco que se refugiaba en el departamento. Con la ayuda del testimonio de Adriana Chamorro y Eduardo Corro supo qué pasó. Primero fueron llevados al Centro de Operaciones Tácticas 1 de Martínez (COT). Luego fueron al Pozo de Banfield. Suponían que Ileana estaba embarazada.
“Cuando vino la democracia fue la primera vez que yo viajé a Argentina, con mi abuela”, concluye Soledad, quien fue criada por sus abuelos en Uruguay. Olga nunca dejó de buscar a su hija.
“Una beba que no tenía madre”
La última en prestar declaración es María Mercerdes Gallo Sanz, quien a sus 22 años decidió buscar su verdadera identidad. Se trata de la hija de Aida Sanz Fernández y Eduardo Gallo Castro, dos uruguayos detenidos desaparecidos entre diciembre de 1977 y enero de 1978. Nació en el Pozo de Banfield, con la asistencia del médico policial Jorge Antonio Bergés.
“Yo en el año 1999 me hice la comparación genética con el banco de datos”, comienza el relato de María, nacida el 27 de diciembre de 1977, a pocos días de que sus padres fueran secuestrados por las Fuerzas Armadas. Su mamá fue secuestrada el 23 en San Antonio de Padua, provincia de Buenos Aires, y su papá días después, junto a otro compañero, en Laferrere.
Habían escapado de Uruguay para la Argentina por la persecución política que vivían en su país. Su papá militaba en la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas, su mamá no lo hacía activamente, pero tenía un familiar cercano que pertenecía al Movimiento 26 de Marzo.
“Mi madre es secuestrada junto a su madre, Elsa Fernández, que había viajado a Argentina para asistirla en el parto que ya estaba a término”, relata María. “Las secuestran y las llevan en una primera instancia al Pozo de Quilmes, pero según declaraciones ahí no estaban las dependencias para las parturientas, entonces las trasladan al Pozo de Banfield”, cuenta. Luego del trabajo de parto, al poco tiempo, madre e hija son separadas.
“A mí me trasladan a la clínica en obstetricia que tenía Bergés en Quilmes y a mi madre de nuevo al Pozo de Quilmes”, precisa, y manifiesta que hay testimonios que indican que se la vio con vida hasta marzo del 78, al igual que a su padre, quien habría estado en el mismo centro de detención. Sobre su abuela, nunca supo que le ocurrió.
Un médico le dijo a su mamá adoptiva que “había varias mujeres que estaban dando a luz y que abandonaban los hijos”, fue entonces que le preguntó si quería “una beba que no tenía madre”. El 13 de enero de 1978, precisamente a sus 18 días de recién nacida, fue a vivir con su nueva familia bajo una “pseudo adopción”. “Firman la partida y hacen el papelerío que sabemos que no es legal”, manifiesta.
La próxima audiencia será semi presencial y contarán su historia Laura Donato, Natalia Hodl, Alberto Derman y Marta Catanese.
*Cobertura realizada por Katja Kubar
Cómo citar este texto: Diario del Juicio. 31 de mayo de 2022. “CUANDO VINO LA DEMOCRACIA FUE LA PRIMERA VEZ QUE YO VIAJÉ A ARGENTINA, CON MI ABUELA”. Recuperado de https://diariodeljuicioar.wordpress.com/?p=1246