MEGAJUICIO POZOS DE BANFIELD Y QUILMES Y BRIGADA DE LANÚS Hijos del alma
La jornada 59 llevada a cabo el 22 de marzo pasado comenzó con la noticia del fallecimiento de uno de los imputados, Ricardo Fernández, ocurrido el 18 de marzo. La primera testigo es Alejandra Mobili, hermana de Ana María Mobili y cuñada de José Roberto Bonetto, secuestrados el 1 de febrero de 1977 en La Plata. Ese día los hijos del matrimonio, Martín (un año y medio) y Ana Julia (40 días) fueron dejados al cuidado de unos vecinos que le avisaron a Alejandra lo que sucedió.
ANDAR en los juicios
(Por Diario del Juicio) Alejandra no tenía mucho contacto con ellos porque vivían en Olavarría y habían ido a La Plata poco antes de que naciera su sobrina. Ana María era psicóloga y atendía chicos de forma gratuita en barrios carenciados. Roberto era arquitecto y militante. La testigo cuenta que una vez le preguntó a su hermana sobre su vida y ella le dijo: “Cuanto menos sepas mejor”.
Al momento del hecho Alejandra trabajaba en el Consejo Federal de Inversiones que estaba intervenido por un militar. Al enterarse del secuestro de Ana, su madre manifestó: “Preferiría que me hubieran dicho que la mataron”.
La declarante, su hermano y un amigo de la familia fueron a buscar a las víctimas el mismo 1 de febrero, pero terminaron detenidos en la Brigada de la calle 55 durante casi un día sin obtener ninguna información.
Como pensaban que los padres iban a volver, a Ana Julia se la envió con una tía paterna y Martín se quedó con Alejandra, que en ese momento ya tenía dos hijos. Martín llama a sus tíos mamá y papá y a sus padres biológicos mamá Ana y papá Roberto.
Como la familia materna es originaria de Italia se envió una carta a la embajada pero no hubo éxito. La testigo descubrió que otra víctima, Adriana Calvo, había estado con su hermana y su cuñado. Calvo detalló que los vio en Arana, la Comisaría 5ta y el Pozo de Banfield.
Se encontraron los restos de Roberto pero no de Ana María. “Me gustaría encontrar los restos para que estos chicos cierren la historia de sus padres”, expresa Alejandra. Fue difícil hacerse cargo de la crianza de su sobrino pero sus hijos fueron muy generosos.
Alejandra renunció a su trabajo. “Martín necesitaba que yo estuviera con él y yo quería estar”, cuenta. El pediatra le aconsejó que le contara siempre la verdad en la medida que él pueda entender y así lo hizo. Ella remarca: “Es mi hijo del alma”.
Lo que se perdió
El segundo testigo es Martín Bonetto, se crio separado de su hermana y es algo que lamenta mucho, aunque tratan de reforzar ese vínculo. “Si hay algo que no lograron es que nos criaran sin amor y sin contarnos de nuestros padres”, manifiesta.
Pudieron enterrar a su papá, en los años 80 se encontraron huesos en una fosa común en el Cementerio de Avellaneda pero recién el 12 de febrero de 2010 se pudo constatar el ADN.
Su hermana en su casa hablaba mucho sobre sus padres, pero cuando salía a la calle no podía hacerlo, en su caso era al revés. Tenía compañeros de colegio que estaban en la misma situación y así se sintió acompañado.
A diferencia de Ana Julia es la primera vez que declara en un juicio y se involucra. Ingresó en HIJOS donde generó grandes lazos y se reunió con una amiga de su mamá y con gente que militaba con su papá.
Martín cree que el Estado debe apurarse porque pasaron 45 años, encarcelar a todos los que todavía están vivos y asegurar que no pase nunca más.
Volver a nacer
La tercera testigo es Ana Julia Bonetto, empieza leyendo un texto que presentó en 2004 en el Consejo Deliberante de Olavarría cuando se cumplían 28 años del golpe, en él relata cómo fue crecer siendo hija de desaparecidos. Señala: “No me gustaba jugar al papá y a la mamá”.
Siendo mayor estudió en La Plata. “Ahí nací de nuevo”, exclama. Había muchos chicos de su edad atravesando lo mismo: “No tenía que mentir ni callar”.
Volvió a Olavarría pero no era la misma. “Ya no soy una nena que espera, ni una adolescente que se disfraza, ni una hija mirando como otros escriben su historia. Ahora estoy acá para comenzar a escribirla yo y esta empieza pidiendo justicia”, manifiesta.
Creció con la hermana de su papá, Kela, a quien le dice mamá; su abuela María y su primo a quién le dice hermano. Respecto a Martín expone: “Nuestro vínculo como hermanos se rompió”. Cuenta que sus padres se le aparecen o manifiestan a través de distintas coincidencias y agrega: “Es raro ser más vieja que ellos”.
A su mamá a los 20 años le detectaron un aneurisma, le recomendaron parar con todo pero ella no lo hizo. Durante el secuestro se regularon las torturas por su problema de salud.
Su papá comenzó su militancia en La Plata donde lo llamaban “El Barba”. Yendo a una movilización conoció a Ana María y a los meses se casaron. Militaron los dos en Montoneros y tenían 34 años al momento de la desaparición. Además los fueron trasladando juntos.
Roberto primero militó en el PJ de Olavarría, formó la Juventud Universitaria Peronista y después pasó a Montoneros. El informe forense indica que la causa de muerte fueron múltiples impactos de proyectil de arma de fuego. “Cuando lo pude acariciar sentí un amor y un alivio que no lo puedo explicar”, expone Ana Julia. El día del entierro convocó a todos para recibir a su papá, no para despedirlo.
El juicio se reanudará el martes 29 de marzo a las 9:00 y se tomarán las declaraciones testimoniales de Teresa Laborde Calvo, Martina Laborde y Santiago Laborde.
*Cobertura realizada por Lucila Comas.
Cómo citar este texto: Diario del juicio. 22 de marzo de 2022. HIJOS DEL ALMA. Recuperado de: https://diariodeljuicioar.wordpress.com/?p=1143