MEGAJUICIO POZOS DE BANFIELD Y QUILMES Y BRIGADA DE LANÚS “Me interrogaban constantemente, después caigo en cuenta que la persona que lo hizo era el mismo que interrogó y torturó a mi viejo”
En la tercera audiencia del año del Juicio a las Brigadas testificaron: Jorge Tedoldi, compañero de Alfredo Patiño y Carlos Robles, desaparecidos; y Sergio Alberto Maly, hijo del sobreviviente Alberto Felipe Maly.
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(Por Diario del Juicio) El primer turno es de Jorge Tedoldi, quien declara haber conocido a Alfredo Patiño y a Carlos Robles. Trabajaron juntos como operarios en una fábrica en 1971. Sostiene que todos eran peronistas y él militante. Al poco tiempo se enteraron de la existencia de conflictos políticos con la comisión interna.
“Paraban la fábrica dos o tres meses e inventaban arreglos, era una fábrica de muchas hectáreas. Era una forma de no pagarnos”, señala. Junto a sus compañeros estuvieron al frente y entre todos solicitaron algunas renuncias.
Jorge Tedoldi, Alfredo Patiño, Carlos Robles, entre otros, comenzaron a relacionarse con algunas organizaciones y participaron de reuniones cerradas. Mientras tanto sus labores en la fábrica siguieron con normalidad y crearon un espacio político para la solución de problemas.
Al tiempo, la Juventud Peronista propuso alquilar un lugar y crear la Juventud Trabajadora Peronista. Jorge fue el representante por decisión de sus compañeros. No obstante, los problemas entre la comisión interna y los delegados continuaron. Jorge relata que la violencia era cosa común de todos los días debido a estas disputas.
La empresa decidió ubicar a ciertos trabajadores en distintas áreas, algunos de ellos se desvincularon de las organizaciones. Empezaron las diferencias entre compañeros y Alfredo Patiño, quien aparentemente era el más responsable de la organización. En enero de 1976 Alfredo abandonó la fábrica mientras que Jorge se alejó por un tiempo.
Cuando Jorge, Alfredo y Carlos renunciaron, optaron por buscar un nuevo trabajo e ingresaron a una fábrica de cables. Estuvieron sólo 40 días en el lugar ya que los dueños fueron secuestrados. Luego les llegó otra propuesta laboral en La Plata. Sin embargo, Alfredo Patiño sugirió a Jorge no trabajar ahí ya que estaba expuesto por haber sido el Secretario General de la Juventud Trabajadora de Zona Sur. Aunque se resistió, decidió hacerle caso. Sus amigos entraron a trabajar y fue allí donde finalmente los secuestraron.
Con el pasar del tiempo, en 1976 Jorge se entera que su amigo Alfredo Patiño había sido torturado y fusilado a dos cuadras de la cancha de Banfield. Intentó buscar información por otros medios pero no encontró nada. Jorge manifiesta que lo único que supo de Carlos Robles fue que había desaparecido junto a su esposa e hijo.
Pasado el tiempo se encontró con un amigo al que le decían “Polaco”, el cual sostuvo haber estado en el Pozo de Banfield junto a Alfredo Patiño. “Me dijo qué haces gordo, sabes que allá estuvieron conmigo Patiño y Robles, ahí se me cayó el mundo”, cuenta. “Lo torturaron, murió de tortura”, se lamenta.
Jorge decidió trabajar en un restaurante. Junto a otros conocidos, cambiaron las direcciones de sus domicilios por temor a que los secuestraran. Estuvo en ese empleo desde 1976 hasta 1983. “Todo me sigue doliendo”, manifiesta mientras se despide del tribunal. “Descubran la verdad, mataron a mi compañero, que la paguen, que la paguen”, expresa con voz temblorosa y da por finalizado su testimonio.
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Es el turno de Sergio Alberto Maly quien declara que su padre, Alberto Felipe Maly, fue secuestrado a los 42 años. Comienza su relato y señala que el 15 de septiembre de 1977 su casa, ubicada en la calle 157 número 4884, en La Plata, fue irrumpida por personas vestidas de civil. Realizaron un operativo y cercaron toda la vivienda. Buscaban a su padre pero él no estaba, se encontraba en la fábrica de Peugeot donde se desempeñaba como operario.
A la mañana siguiente alrededor de las 6.30 su domicilio fue nuevamente invadido por las mismas personas. Esta vez, estaba el padre con su esposa María Angélica Agüero y el hijo Cristian Maly de 7 años. Lo subieron a un auto a punta de ametralladora y se lo llevaron. “Después lo volvieron a traer con claras evidencias de torturas, todo tipo de torturas que se puedan imaginar”, asegura Sergio.
A los pocos días, Alberto Felipe Maly fue obligado a permanecer en su hogar junto a la misma gente que lo torturó. Estaban a la espera del llamado telefónico de la esposa de uno de sus compañeros, quien había ingresado a trabajar al mismo lugar. Se trataba de Eduardo Rosas. “Era activista montonero de la línea dura aparentemente”, resume Sergio.
El teléfono de la casa sonó y era la mujer de Rosas. Alberto fue obligado a mentir. Le comunicó que su marido había dejado un paquete para ella y que debía ir a buscarlo. “Mi papá accedió, qué iba a hacer, llamó la mujer y él le dijo eso”. Cuando la señora llegó a la entrada del hogar, inmediatamente se dio cuenta del operativo y sin pensarlo, tomó una pastilla, la cual aparentemente era Cianuro. Pese a que intentaron reanimarla, falleció. Tras el hecho, su padre fue secuestrado. “Se lo llevaron a mi viejo y nunca más supimos de él”.
Sergio Maly sostiene que Eduardo Rosas fue torturado y fusilado puesto que su padre pudo identificar su cadáver mientras estuvo en cautiverio. En ese entonces, Sergio no estaba en su hogar porque realizaba el servicio militar.
“Así fue como papá quedó desaparecido, apenas me enteré lo que pasó por medio de mi abuelo llamé al cuartel, a la guardia central. Yo pertenecía al Comando de Institutos Militares en Campo de Mayo, me dijeron quédate en tu casa y espera. Al rato apareció la policía y me llevaron a la Comisaría de Berazategui. Vinieron soldados a buscarme, me cambiaron la ropa y me llevaron a un lugar que supongo era un lugar de detención clandestino de interrogatorio en Polvorines”, concluye.
Sergio también estuvo secuestrado. Fue desde septiembre a diciembre. Su madre lo buscó pero no tuvo noticias de ninguno y decidió refugiarse en la casa de su tía en Avellaneda. “Cuando me fui al primer interrogatorio me dijeron que me quede tranquilo que no me iban a tocar un pelo”, aclara. “El trato físicamente no era malo, no me tocaban. Me habían dicho que había órdenes de que no me harían nada”, asegura.
“Me interrogaban constantemente, después caigo en cuenta que la persona que lo hizo era el mismo que interrogó y torturó a mi viejo”, manifiesta.
Tras su liberación, Sergio y su madre buscaron a su papá, sin embargo, nada era certero. Realizaron las denuncias correspondientes, solicitaron el habeas corpus, buscaron noticias de él en Casa de Gobierno, incluso fueron a una iglesia. “Nos recibió un cura con las pistolas en la cintura”, relata. “Todos nos daban datos de alguien que pudiera saber algo pero nadie nos decía nada”, agrega.
A fines de agosto de 1978, la madre recibió un llamado que la dejó sorprendida. “Un día llaman por teléfono buscando a mi padre. Mi madre atiende y pone cara de asombro y me dice mira Sergio me dijeron tal cosa de papá, le dijeron cosas que sólo ellos conocían de su intimidad para que mamá tenga confianza del relato y quedaron en encontrarse en la iglesia de Pompeya”
En el lugar la esperaba un hombre, quien dijo haber estado secuestrado con su esposo y le informó el lugar en donde estaba. Un día, un policía les avisó que se acerquen al Regimiento Nº3 de La Tablada. “Yo fui, me presenté como soldado y me dejaron pasar, conocí al capitán Juan quien gestionó la libertad de mi papá”, cuenta. “Vamos a hacer todo lo necesario para que vos lo vayas a buscar para que lo lleves a tu casa”, le dijeron a Sergio.
Su padre fue liberado. Intentó volver a trabajar en la fábrica de Peugeot, sin embargo, esta no lo aceptó. “El tipo le hizo un certificado que decía que la desaparición y detención fue en error ajeno a esta unidad. Creo que es el único certificado que certifica una desaparición”, manifiesta.
“A papá lo dejaron libre después de un año”, explica Sergio. Su padre le relató los tipos de torturas que sufrió en el Pozo de Quilmes. “Los sacaban para torturarlos o que se higienicen un poco de vez en cuando, cuando lo encontramos papá estaba destrozado”, expresa.
La tranquilidad de la familia duró poco ya que al día siguiente apareció la misma gente que estuvo la última vez en el hogar. “Esta vez los tipos estaban amorosos”, explica. Fueron en busca de su padre para que lo acompañen a la comisaría a tramitar unos papeles. “Mi vieja salió y dijo yo voy con él”, cuenta.
“Mi papá ya estaba blanqueado en una lista a disposición del Poder Ejecutivo. A las dos horas me llama mi vieja diciendo que a mi papá se lo habían llevado a una unidad carcelaria”. Alberto Felipe Maly estuvo allí un año más hasta octubre de 1979.
Finalmente y tras su liberación total, la familia decidió exiliarse en Alemania, lugar en donde estaban sus raíces. “En el exilio tuvimos tiempo para charlar de todo lo que había pasado, más que nada asimilarlo porque es muy, muy difícil”, agrega.
“Cuando asumió Alfonsín le dije a mi viejo y a mi actual esposa: nos vamos a la Argentina”, relata. “Cuando volvimos papá hizo la declaración y el reconocimiento del Pozo de Quilmes”, concluye Sergio.
Alberto Felipe Maly pudo brindar testimonio de su secuestro y de las torturas en el Juicio a las Juntas y en el Juicio por la Verdad. Falleció el 12 de febrero de 2006. Sergio termina su testimonio, agradece y se despide del tribunal.
La próxima jornada del Juicio oral y público será el martes 8 de marzo a las 8:00 y se tomarán las declaraciones testimoniales de José María Noviero y Gustavo Calotti.
Cobertura realizada por Nancy Camila Rodríguez.
Cómo citar este texto: Diario del juicio. 22 de febrero de 2022. “ME INTERROGABAN CONSTANTEMENTE, DESPUÉS CAIGO EN CUENTA QUE LA PERSONA QUE LO HIZO ERA EL MISMO QUE INTERROGÓ Y TORTURÓ A MI VIEJO”. Recuperado de: https://diariodeljuicioar.wordpress.com/2022/02/25/me-interrogaban-constantemente-despues-caigo-en-cuenta-que-la-persona-que-lo-hizo-era-el-mismo-que-interrogo-y-torturo-a-mi-viejo/