EL TESTIMONIO DE LOS HIJOS DE "CACHO" BORZI EN LA AUDIENCIA 45 DEL JUICIO «Se llevaron a papá»
Esta es una jornada dedicada a una sola historia, la de Oscar «Cacho» Borzi, quien fue secuestrado el 30 de abril de 1977 y aún se encuentra desaparecido. En la audiencia N°42 del 28 de septiembre declaró su hermano, Norberto Borzi, y en esta ocasión lo harán sus tres hijos: Juan Manuel, Luis y Ernesto, quienes en el momento del suceso tenían tres, seis y siete años.
ANDAR en la justicia
(Diario del juicio) Oscar tenía 35 años y vivía en Lanús junto a su esposa Ada Mozzi y sus tres hijos varones. Era obrero metalúrgico en la fábrica Sariq, militaba en la Juventud Trabajadora Peronista y formaba parte de la Confederación General del Trabajo de la Resistencia, perteneciente a Montoneros.
Comienza a declarar Ernesto Dario Borzi, hijo mayor de Oscar, quien hoy tiene 52 años. Ernesto relata algunos sucesos previos al día del secuestro. Entre ellos que a principios de abril de 1977 su padre fue encañonado por miembros del Ejército Revolucionario del Pueblo en la portería de Sariq, y que el 20 de abril le avisaron que los militares se llevaron de la fábrica al delegado del gremio del vidrio, Norberto Vidal. En esa línea, el testigo cuenta que cuando Norberto apareció le advirtió a Oscar: “Me pusieron frente a un pelotón y yo te canté”.
Ernesto asegura que su papá “sabía que lo venían a buscar” ya que el 22 de abril, ante el pedido del jefe de personal de que fuera a la fábrica por una emergencia, opuso resistencia. Había resultado una falsa alarma, pero Oscar ya sentía temor de lo que le podría pasar.
La noche del horror
Durante la noche del 30 de abril un grupo de asalto tomó la casa e hirió a Oscar de un bayonetazo en el pecho. Estas personas se habían identificado como miembros del Ejército Argentino, pero el declarante vio un uniforme de la policía en su casa.
Ante la situación el niño menor, Juan Manuel, se despertó y siguió a su padre. “Uno de los captores lo toma del pañal y lo tira contra la pared”, narra Ernesto y señala: “Mamá siempre agradeció que yo no me había despertado”. Además, torturaron con picana eléctrica a Oscar en el lavadero de la vivienda.
El testigo cuenta que esa mañana uno de los represores, que decía llamarse Ernesto y ser compañero de fábrica de su papá, lo tiró dentro de la pieza y le dijo: “De acá no salís más”. Lo obligaron junto a su hermano a permanecer en la cama. El primero se sentó a su lado mientras lo interrogaba acerca de toda su familia. En esa situación, comienza con manoseos y lo abusa sexualmente. Recuerda su “mirada perversa”. Ernesto relata también la vejación sufrida por su madre maniatada y encerrada en el baño por parte de uno de los sujetos. “Lamentablemente como nenes nadie nos tomó en ese momento en cuenta para escucharnos”, reflexiona.
Describe que tanto él como sus hermanos tenían hambre y que los trataron muy mal para que no salieran de la pieza. Por otra parte, a su madre la obligaron a cocinar mientras le hacían preguntas constantemente.
Al oscurecer entró gente nueva y volvieron a interrogar a Ada. Ernesto Borzi aclara que en ese entonces logró contar 18 hombres. Respecto a este dato y a su relato en general es destacable el nivel de detalle y precisión narrativa que maneja.
Finalmente los asaltantes antes de irse les robaron objetos de valor y documentos y amenazaron a Ada: “No se te ocurra hacer la denuncia porque nos vamos a enterar y te vamos a venir a buscar a vos y a los chicos”.
El testigo confirma que logró reconocer en su domicilio al médico policial Jorge Bergés y al militar Ramón Camps, pero que no supo realmente quiénes eran hasta llegar a su adultez al verlos en publicaciones gráficas.Ante la intención de secuestro de los chicos Bergés ordenó que no lo hicieran porque eran grandes.
El día después y la búsqueda de la verdad
La madre y los tres menores, después de ser obligados a abandonar la casa, se fueron al domicilio de los abuelos paternos. Los niños al ver a su abuelo le expresaron con sorpresa y angustia: “Abuelo, se llevaron a papá”. Luego de la conmoción los padres de la víctima salieron inmediatamente a buscarlo.
Un mes después, el padrino de Ernesto, Antonio Ibarra, contactó a Jorge Cultrone, policía de la provincia, quién admitió haber visto cómo torturaron a Oscar por dos días seguidos y precisó que estuvo en la Brigada de Investigaciones de Lanús por dos semanas hasta que lo trasladaron a una comisaría en Villa Caraza, perteneciente al mismo partido.
A los dos meses del secuestro, Jorge Ramírez, policía del barrio, le deja el siguiente aviso a un vecino: “Cacho está herido, pero está vivo. Yo trabajo con el cuñado”. Esta información llega a la familia de Oscar y su hermano, Norberto Borzi, consigue una entrevista con el hombre mencionado por Jorge, Armando Ramírez. Luego de negar el paradero de Oscar se sinceró: “Lo tiene el Ejército. Está en La Tablada”.
En agosto de ese mismo año los padres de Oscar, ilusionados con la noticia, fueron a buscarlo en dos oportunidades, pero no tuvieron éxito. Ambos lo siguieron buscando hasta el día en que fallecieron, aun sabiendo que eran vigilados. “Estos hechos fueron testimoniados por quienes elegimos este camino distinto, que es el camino de la búsqueda de la Justicia”, afirma Ernesto.
La audiencia pasa a cuarto intermedio y continúa el martes 2 de noviembre. Queda pendiente que Ernesto Borzi termine su relato y conteste las preguntas de las diferentes partes, así como las declaraciones de sus hermanos que no llegaron a exponer por falta de tiempo. Se trata de un caso inédito dentro del Juicio de las Brigadas, ya que es la primera vez que sólo una persona llega a declarar y no concluye su testimonio.