AUDIENCIA 41 Dos hermanas en diálogo memorioso
La audiencia 41 contó con los testimonios de Silvia Gorban y de Claudia Gorban, secuestradas en la Brigada de Investigaciones de Lanús.
ANDAR en la justicia
(Por Diario del juicio) Silvia Gorban, estudiante de Medicina, estaba embarazada de 7 meses. En noviembre de 1976, a las 2 de la madrugada, irrumpen en su domicilio unas 25/30 personas con las caras tapadas por pasamontañas. En la casa, además de ella y su marido, se encontraban su hijo de 2 años, la niñera y la hija de ésta, también de 2 años.Vivían en un departamento, en un 3er piso, en la calle Frías en el partido de Lomas de Zamora.
Al preguntar Silvia qué pasaba, le responden con una patada y la tiran por la escalera. La suben a una camioneta que luego identificaría como de la policía. Paran en un descampado y le preguntan por Claudia Gorban (su hermana) que vivía en lo de sus padres y por Moncho Pérez, a quien hacía una semana se lo habían llevado.
En otro vehículo iba su esposo. Se dirigieron al domicilio de los padres de Silvia en Lomas de Zamora. Después fueron para Avellaneda por la avenida Pavón.
En Avellaneda se enteran que están todos en el mismo lugar. Silvia y su esposo en el mismo calabozo, y su hermana en otro.
Se podía ver abajo, el subsuelo de algo así como una comisaría. Se distinguían cerca las vías del tren, la campana de una escuela. Había un gran patio con un piletón y se escuchaba gotear.
Silvia y su esposo estuvieron unas 30 horas. Los sacaban del calabozo por separado para interrogarlos sobre qué hacían y de qué trabajaban. Les dijeron que los iban a soltar, que había sido un error, pero que no se les ocurriera fugarse porque iban a estar controlados y vigilados. En Avellaneda había 15 o 20 personas más detenidas.
Los dejaron a dos cuadras de su domicilio de madrugada, vendados. Un solo vecino los recibió y avisó a los padres de Silvia, quienes los llevaron a su casa, que tampoco era un lugar seguro porque su hermana seguía desaparecida.
Después buscaron quedarse con sus suegros y retomar los estudios y el trabajo. Silvia estudiaba medicina en la UBA y su marido trabajaba en la fábrica Basa.
La hija de Silvia nació el 6 de febrero del 77. Siendo su hija aún bebé, en horas de la tarde, irrumpieron en el domicilio de su suegra, buscando a su esposo. Así que, de ahí, también se tuvieron que ir.
Silvia relaciona el operativo en su domicilio con que unos 15 ó 20 días antes a su marido lo detienen en Temperley, llevándoselo.Al no volver él de trabajar, empiezan a buscarlo. El abogado Paulucci orienta a Silvia y su madre en la búsqueda. Terminan yendo a la comisaría de Valentín Alsina donde había una lista, entre cuyos nombres distingue el de su marido, el del doctor Néstor Pradeiro y el de (cree) Pereyra. Ahí les responden que todo dependía del Regimiento de La Tablada. Entonces Silvia y su padre fueron a La Tablada donde los recibió el teniente coronel o coronel Minicucchi. Este hizo referencia al material encontrado en el portafolio del marido de Silvia pero indicó que igual lo iban a dejar en libertad.
La hermana de Silvia estuvo detenida más de una semana, después es liberada.
Durante su secuestro Silvia sólo fue interrogada y amenazada. A su marido lo golpearon y lo torturaron. El esposo de Silvia se llamaba Osvaldo Enrique Lapertosa y estaba afiliado al PC. En el momento del secuestro él tenía 26 años y ella 24.
Silvia recuerda que la persona que estaba en el calabozo de al lado (calcula) tenía asma. Hace referencia a que había un chico Pablo Musso, ahí adentro también. Además relata que alguien le dijo:“soy amigo de la flaca”, y le menciona a Adriana.
También secuestraron a la madre de Silvia, Miryam Kurganoff. No recuerda bien el año, sí decir que fue el mismo año o un tiempo posterior a su secuestro. Ella trabajaba en el Sanatorio Güemes.
Silvia Gorban cierra su testimonio diciendo: “Ojalá esto llegue a buen fin y que se haga justicia por los que no están, por los que todavía extrañamos para que esto nunca más vuelva a suceder en nuestro país. Muchas gracias”.
“Necesitamos poner nombres, apellidos e historias para que dejen de ser NN”.
Claudia Gorban fue estudiante de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ), a la que ingresó en el año 1975 y era militante de la Federación Juvenil Comunista. En 1974 trabajaba en la Oficina Comercial de la Embajada de Cuba. Donde conoce a Ramón Moncho Pérez que estudiaba en la UNLZ. Este es secuestrado el 6 de noviembre de 1976. Ella queda a cargo de la Oficina Comercial.
El 25 de noviembre de 1976 Claudia es secuestrada en la casa de su madre, mientras dormía en su habitación junto a su hermanito de 8 años. En el traslado va reconociendo las calles rumbo a Avellaneda. En el momento del interrogatorio le preguntan por Moncho Pérez, sobre dónde trabajaba, dónde estudiaba. Luego la llevan a los calabozos donde había dos chicas más y un estudiante de Medicina. Las dos mujeres eran de La Plata. Les pregunta por Moncho. Le cuentan que hacía 15 días había estado un militante del PC. Piensa que le hablaban de Baldomero Valera. Se presenta ahí Pablo Musso, secuestrado días atrás, a quien recuerda por haberlo visto encabezando marchas de la UNLZ contra la intervención de Ivanissevich, con una guitarra en la mano cantando folclore.
Recuerda a las chicas de La Plata y a un chico con crisis asmática a quien nadie atendía, que estaba cursando un posoperatorio cuando fue secuestrado. Recuerda a un muchacho que le relataba su estado de salud. Un día, su compañero dice que el joven asmático había muerto hacía unas horas y no se había dado cuenta. Comenzaron a gritar hasta que los guardias decidieron escucharlos. Rezaron un padrenuestro por él. No está segura si ese muchacho se llamaba Chiche. “Necesitamos poner nombres, apellidos e historias para que dejen de ser NN”, afirma Claudia.
A los dos días de estar allí, liberaron a la hermana de Claudia y a su cuñado, quienes habían sido secuestrados horas antes que ella. Al día siguiente la vinieron a buscar al calabozo para interrogarla. Le preguntaban sobre dónde trabajaba, qué tareas cumplía en la Embajada de Cuba y por la familia Santucho, que hacía pocos días se había refugiado allí. Al volver a la celda recuerda que hubo desconcierto porque no la habían torturado.
Un guardia le hizo saber que “ella había tenido suerte, que hubo gente muy importante pidiendo por ella”.
Relata que dos personas se destacaron por su fortaleza: una era el estudiante de Medicina y otra, la compañera de celda quien le advertía como debía proceder con los guardias. Al darse cuenta los demás que la iban a liberar, comenzaron a pasarle datos para avisar a sus familias. Pablo le pidió que avisara a su familia y al “Abuelo”, en el quiosco QuoVadis frente al colegio ENAM de Banfield.
Esa noche la subieron a un auto y la dejaron al lado de la parroquia Santa Rosa de Lima, en Alberti y Alsina en Lomas de Zamora, a dos cuadras de su casa. Luego de un período de recuperación fue a la casa de Pablo Musso.A partir de ello, sabiendo que la mamá de Pablo estaba con las Madres de Plaza de Mayo en la Plaza Grigera (en Lomas de Zamora) todos los domingos iba a verla; la tan recordada Norma Musso.
Moncho no apareció. Se contactó con la Liga por los Derechos del Hombre para que avisaran a las otras familias. Se enteró más tarde que las empresas automotrices, como Ford, Mercedes Benz, Fiat y Astillero Foster, se reunieron con el canciller pidiendo por ella.
En 1978 secuestran a su mamá, Miryam Kurganoff de Gorban, que trabajaba en el sanatorio Güemes, quien fue luego liberada.
En 1979/80, por un hecho fortuito, reconoce a la Brigada de Investigaciones de Lanús, “El Infierno”, como el lugar en donde estuvo secuestrada. Gracias a la documentación encontrada en DIPPBA, allí hallaron un pedido de su paradero de embajadas extranjeras que solicitaban dieran prioridad a este requerimiento. Etchecolatz, con su firma, niega que estuviera en dependencias policiales.
Cuando Claudia fue al Juicio por la verdad, una de las testigos le dijo: “Yo soy Nilda Eloy, tu compañera de calabozo”. Recuerda: “Nilda tenía una esencia inmensamente protectora para asistirnos, para ayudarnos, para acompañarnos, para advertimos qué debíamos hacer, tremendamente solidaria, tenía su calabozo abierto y nos pasaba agua en sus zapatos. Tuvo esa actitud de sobreponerse a todo, a jugarse por los demás”.
Supo que el estudiante de Medicina era Horacio Matoso quien fuera blanqueado, y que la otra compañera de celda, que Nilda le contó que era ciega, se llamaba Blanca.
Cerró su testimonio con un abrazo a Madres y Abuelas y en particular a Norma Musso que han sido un ejemplo en reclamar siempre justicia en paz. Dijo: “Para que nunca más una primavera se le arrebate a los jóvenes” – y mostró un pañuelo de Madres con el Nunca Más pintado en el centro.