A 32 AÑOS DEL ASESINATO DE AGUSTÍN RAMÍREZ “Lo recordamos por su lucha, su trabajo, su militancia”
A 32 años del asesinato de Agustín Ramírez, Andar habló con su hermano, Javier, quien lo recuerda como un militante con conciencia social, que luchó siempre por los derechos de los que menos tenían.
ANDAR en Quilmes
(Agencia) Agustín Ramírez era un joven militante de la zona de San Francisco Solano, partido de Quilmes. Tenía 23 años cuando fue hallado asesinado la noche del 5 de junio de 1988, en las calles 826 y 898, junto con otro joven, Javier Sotelo. Horas antes, había salido a buscar postes para marcar uno de los asentamientos en los que militaba, Tierras de Jerusalén. Su lucha por alcanzar condiciones de vida dignas para todos y todas había comenzado desde que era muy chico. Era un joven con gran conciencia social y política, “interesado en conocer la realidad de lo que pasaba en el país y en el mundo”, recuerda Javier Ramírez, su hermano. Y de la misma manera lo siguen recordando hoy en el barrio.
“Todos los años los vecinos se acercan a la familia y a las actividades que hacemos porque reconocen que la militancia de Agustín fue verdadera y que resaltaba todos los valores humanos, porque Agustín fue una persona que siempre luchó por los derechos del que menos tenía, de la mujer, del anciano, del niño. Agustín fue el primer mártir militante cristiano asesinado después de la dictadura militar. Así que todos los años lo recordamos y hacemos memoria por Agustín, por su lucha, por su trabajo, por su militancia”.
A Agustín le decían “Capi”, “Capicúa”, “Capi el loco”. “El “loco”, porque no paraba de trabajar para ayudar a la gente. Interesado desde muy chico en pelear contra las condiciones de desigualdad que se vivían en el país, Agustín participó activamente en varios procesos de reclamos de tierras durante los años ’80, en la zona sur del conurbano bonaerense. Se acercó al padre Raúl Berardo, un cura obrero tercermundista, perteneciente a la Teología de la Liberación. Junto con él, desde las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) fueron organizando las tomas de tierras. “Porque Agustín veía que mucha gente estaba sin sus terrenos, sin un lugar donde poder asentar su casa y cuidar a su familias, entonces ante esa necesidad organizan las tomas de tierras”.
Era un momento en el cual se había producido el desplazamiento de la población desde la Capital Federal hacia el conurbano bonaerense, y fuertemente hacia el sur de la provincia de Buenos Aires. “Entre el 81 y 82 fueron tomando los barrios. El Tala primero, después el San Martín, y después el barrio 2 de abril. Más de 5 mil familias se asentaron en los barrios ante la necesidad”, recuerda Javier sobre aquel entonces. En plena dictadura, la policía había realizado un cercado para que los vecinos no pasaran los materiales. Pero después, con la guerra de Malvinas, los militares se retiraron y eso dio paso a que pudiese crecer el barrio.
Agustín continuó la organización de la toma de tierras a través del ESLAGA, el Equipo Social Latinoamérica Gaucha, un grupo de compañeros con quienes hacía diferentes actividades barriales. Así surgieron Los Fogones, dedicados a reunir a las y los jóvenes para que tuvieran un espacio en el cual compartir. Los mismos se realizaban en los terrenos baldíos de vecinos que prestaban el lugar. “Se reunían los chicos del barrio, leían la Biblia y los trataban de sacar de la droga, del delito, del alcohol. Esa era una manera que tenían de poder ayudar a los chicos que estaban en esa situación, que había otras cosas como por ejemplo tocar la guitarra, ser albañil”.
Desde el ESLAGA organizaron un periódico, denominado Latinoamérica Gaucha. “Porque veían que tenían la necesidad de alguna manera de poder comunicar lo que estaba sucediendo en el barrio y en otros cercanos, y de esa manera ir comunicándose”. Desde allí se informaba acerca de las necesidades de los vecinos en general, y de las historias de los pibes en particular. La idea del periódico era además narrar aquellas cosas positivas que sucedían en el barrio a pesar de la pobreza, como expresión de la riqueza cultural cotidiana de los barrios, teniendo siempre presente la identidad latinoamericana,que tanto le interesaba a Agustín.
En tiempos de dictadura además, el periódico funcionó como herramienta de denuncia. “Agustín investigaba y recabó información sobre lo que acontecía en la zona”, explica Javier. Su hermano elaboró una lista de desaparecidos de San Francisco Solano.
Aunque Javier era tres años más chico, participaba junto a su hermano de las actividades en la iglesia, en las comunidades, en Los Fogones. Recuerda que a Agustín siempre le gustó mucho informarse y leer: “tenía una conciencia amplia de lo que pasaba en el país y en el mundo, cosa que por ahí otros chicos de su edad no tenían o no les interesaba. Escuchaba César Viglietti, Silvio Rodríguez, Léon Gieco. Le interesaban las cosas que tengan que ver con lo latinoamericano, tenía un diccionario quechua, un libro de historia del Paraguay, le interesaba aprender el guaraní, y siempre que podía hablar con alguien y aprender esos idiomas lo aprovechaba. De hecho a sus 20 años se fue al norte solo, a Salta y Jujuy, de mochilero, a conocer a las comunidades de allá y vivir esa experiencia”.
Con su carácter pacifista, se oponía a la guerra y participaba del FOSMO -Frente Opositor al Servicio Militar Obligatorio. Agustín fue el tercer objetor de conciencia al Servicio Militar Obligatorio del país.
Seguir buscando justicia
En el marco del proceso de toma de tierras, días antes de ser asesinado, Agustín había viajado a La Plata a averiguar cuál era la situación de las Tierras de Jerusalén, que eran promovidas para la venta por el sector inmobiliario, aunque se trataba de tierras estatales. Justamente Agustín había salido a buscar postes para marcar ese asentamiento aquel 5 de junio de 1988 cuando fue hallado asesinado junto a Javier Sotelo, otro vecino del barrio. Según narraron los testigos, un grupo de hombres vestidos de civil se lo llevó y lo golpeó. Su mamá, Francisca, dijo que cuando fue a reconocerlo a la morgue vio marcas de terribles torturas en su cuerpo.
Los diarios del momento narraban el asesinato como un enfrentamiento entre patotas, una manera muy común que utilizaba la policía en aquellos años para nombrar lo que eran en verdad asesinatos a jóvenes por parte de las fuerzas de seguridad, como había ocurrido, un año antes, con el caso de la Masacre de Budge. Esta vez con el agregado de que Agustín venía sufriendo amenazas y era vigilado por su militancia, como quedaría registrado en los archivos de la propia DIPPBA. (para ver más información sobre los documentos se puede acceder a: https://www.comisionporlamemoria.org/archivos/investigacion/dossier_puentes_agustin_ramirez.pdf)
“El asesinato de Agustín no fue un gatillo fácil porque fue algo planificado, programado por la policía y algunos políticos del momento”, remarca Javier, quien enmarca los hechos en un lazo de complicidad entre la fuerza policial estatal, el mercado inmobiliario y el poder político de turno. “Fuimos atando cabos, y nos dimos cuenta que venía por ahí la mano, que Agustín había organizado la toma de un barrio, eran terrenos que se inundaban, eran basurales que no los podían vender y la inmobiliaria los estaba vendiendo igual”.
A pesar de los numerosos testigos del secuestro, de las marcas de torturas en el cuerpo, del hostigamiento y persecución que venía sufriendo, la causa judicial fue cerrada. El único acusado fue un ex policía federal, pero no fue condenado sino recluido en una institución psiquiátrica y luego salió en libertad.
Desde la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) se realizó el relevamiento de documentación en el archivo de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA). Los documentos demuestran que el Estado investigó a Agustín como militante político y social. En uno de los legajos la misma DIPPBA reconoce que “fue abatido el 05-06-88 por la policía de la provincia de Buenos Aires”.
En el año 2014 este material se sumó a los testimonios que se brindaron en el juicio Ético Público que se realizó en la Universidad Nacional de Quilmes, con el objetivo de indagar sobre el por qué y cómo fue asesinado Agustín.
En junio de 2017 los abogados y familiares presentaron el caso del asesinato de Agustín ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para realizar la apertura de su causa por secuestro, torturas y asesinato, y que se declaren delitos de lesa humanidad. El aporte de la CPM fue fundamental para este pedido.
Hoy el nombre de Agustín es un símbolo de lucha y ocupa calles, escuelas, cooperativas y centros culturales. “Todas las organizaciones, la iglesia, lo reconocen a Agustín como militante cristiano de las Comunidades Eclesiales de Base, lo tienen en un recuadro en la Parroquia de las Lágrimas”, enumera Javier. Y con relación a las condiciones del barrio cuenta: “Sigue habiendo familias que viven todas amontonadas en una mismo terreno, siempre escasea la vivienda. Así que la memoria de Agustín y su militancia social continúan presentes”.