ENTREVISTA A LONA SANGUINETTI, MAMÁ DE ROCÍO “El dolor que cada uno lleva adentro sólo uno lo sabe”
Rocío Quagliarello es la única sobreviviente de la masacre de Monte. La joven celebró sus 14 años en el hospital El Cruce de Florencio Varela donde permaneció 25 días internada en terapia intensiva. Al cumplirse el primer aniversario de la masacre de Monte, ANDAR habló con Loana Sanguinetti, la madre de la joven guerrera que salvó su vida de milagro.
ANDAR en San Miguel del Monte
(Agencia) ¿Cómo fue posible esta masacre en un pueblo aparentemente tranquilo donde “todo el mundo se conoce”? ¿Cómo era la vida de las familias antes de esta tragedia? ¿Cómo es ser la mamá de la única sobreviviente de una masacre perpetrada por las fuerzas policiales?
Rocío regresó a su casa luego de estar internada durante 25 días peleando por su vida. En el hospital El Cruce de Florencio Varela tuvo que pasar al menos tres veces por el quirófano. Una de las operaciones fue porque tenía fracturada la mandíbula, lesión de la que se recuperó con lentitud y que le generó dificultades para comer alimentos sólidos y para hablar.
Loana Sanguinetti es su mamá. Es ama de casa y tiene otros cuatro hijxs. Estuvo junto a ella desde el momento en que fue trasladada al borde de la muerte. Acompaña desde ese instante el proceso de recuperación física, sobrellevando los miedos y las consecuencias de la experiencia extrema. Al cumplirse el año de la masacre, ANDAR conversó con ella sobre sus vivencias, la vuelta al pueblo, la lucha y el acompañamiento de los familiares y vecinos.
El 20 de mayo, alrededor de las tres de la madrugada, cinco policías llegaron a su casa y le informaron que Rocío “tuvo un accidente”, Loana se montó en la bicicleta y salió al hospital.
¿Qué pasó a partir de ese momento?
Nunca me imaginé que hubiera sido algo tan grave. Cuando llegué al hospital me encontré con mi papá que lloraba y gritaba. No entendía nada, no asociaba. En el hospital, lo primero que pasó es que me hicieron preguntas para saber de quién era yo, la madre. Y ahí fue cuando me dijeron que mi hija estaba en estado crítico. Llegué justo para ver a Rocío. Luego, la subieron a la ambulancia y se la llevaron.
Sin saber todavía qué había pasado, en media hora buscamos un remis, plata, documentos y salimos para La Plata, al hospital de Gonnet. Cuando llegamos con mi hermano, el mismo parte médico que me dieron acá me lo repitieron allá: tenía traumatismos, fracturas, un golpe en el tórax muy fuerte. Tenía los pulmones muy golpeados, la entubaron. Tuvo fracturas de húmero, fémur y tobillo. Días después la operaron del hígado. Era muy grave la lesión en el tórax porque los pulmones no se pueden operar, ni trasplantar. Con eso ella luchó hasta lo último.
Luego de 13 ó 14 días, de a poquito fue dando pequeños resultados. Los médicos fueron bajándole la medicación y sacando el respirador hasta que pudo despertarse. También tenía fracturada la mandíbula: en la boca tenía unas gomitas que la sujetaban y no podía hablar. Le habían puesto 6 tornillos en la boca; sólo podía sonreír y hacer gestos con la cabeza. Verla despierta fue muy fuerte, me volvió el alma.
En paralelo a la lucha de Ro, a tu tiempo en el hospital con ella, empezabas a saber algo de lo que estaba pasando con el resto de las familias en Monte…
Sí, mis hermanos sabían de todo lo que había pasado con los demás nenes, y yo pude conocer un poco más unos cuatro o cinco días después. Un día los miré y les dije: “¿qué es lo que pasó?” y ellos me contaron que a los chicos los había corrido la policía. No lo podía asimilar. Yo estaba en una silla sentada día y noche pensando en Rocío y esperando que me llamaran con el parte médico. Para mí el teléfono no existió más pero una semana después de la masacre pasó algo que me hizo entrar en pánico: se acercaron al hospital dos policías de la comisaría tercera de Quilmes diciendo que querían ver a “la chica”. Ro todavía estaba grave y entré en pánico. Ahí fue cuando se pidió custodia a la Gendarmería.
Rocío celebró sus 14 años internada el hospital El Cruce de Florencio Varela donde estuvo 25 días en terapia intensiva hasta que fue dada de alta. Luego de luchar contra las heridas y ser dada de alta, fue recibida con globos y una inmensa movilización popular con carteles que decían: «¡Sos una guerrera!», «Fue un milagro».
¿Cómo fue la vuelta al pueblo?
Una mezcla de sentimientos. Yo estaba feliz de venirme con Ro, pero también en Monte me encontraba con los familiares y eso fue muy fuerte. Volví con mi hija para la primera marcha, había pasado un mes. Ahí me pude dar un abrazo con Susana (Susana Ríos, la mamá de Gonzalo), que no nos conocíamos. Pude abrazarlos a todos ellos. Hasta el día de hoy es muy fuerte. Ro está conmigo, pero empecé a luchar con ellos, me empezaron a guiar. No podía creer que hubiera pasado eso, estar en marchas, así. Nos cambió la vida de la noche a la mañana.
¿Cómo era tu vida antes de que esto pasara y en qué sentís que cambio?
Nada, como toda familia, creo yo. Yo me ocupo de mis hijos, no trabajo, y estoy con ellos todo el día. Nunca creí que nos pasaría algo así. Después de que todo esto pasó nos dimos cuenta que no sabíamos la clase de policía que teníamos en Monte. Porque cada uno está en su casa con su familia, con su vida, pero no sabíamos los policías que teníamos. Me da mucha bronca pensar eso. Policías corruptos. No sé cómo explicarlo con mis palabras pero no teníamos policías decentes en Monte. Y esto lo dejó a la vista, y muchas cosas más también que surgieron luego que lo que pasó con los chicos. Por ejemplo, empezamos a saber que siempre hostigaban a chicos, que siempre les hacían cosas que no tenían derecho a hacerles: maltratarlos, coimear a muchos en distintos lugares de Monte. Mucha gente acá lo sabe y alguna vez habló, pero otra no.
¿Qué expectativas te genera el proceso de judicial?
La cárcel será el castigo por todo lo que hicieron, lo tienen que pagar. La condena tiene que ser lo peor para ellos porque no lo pienso de otra manera. Tienen que seguir adonde están, en la cárcel, porque lo que hicieron no merece perdón.
¿Cómo está Rocío hoy? ¿Cómo es acompañarla en este proceso?
Es tratar de entenderla más que nunca. Hoy, aunque ella esté físicamente bien, lo que le pasó… Yo no puedo estar en su cabeza, como mamá la acompaño lo mejor que puedo. Trato de estar con ella, preguntarle cómo está cada día. A veces la veo que está bien y otras mal. Las pérdidas que tuvo -como nos pasa a todos- el dolor que cada uno lleva adentro sólo uno lo sabe. Ella lo lleva como puede también. Lo que le pasó, estoy segura, no lo va a olvidar en su vida.