EL LUNES ES LA SENTENCIA “Quiero contarles a mis hijos que los culpables de la muerte de su hermano fueron condenados”
Luciano Alt tenía seis años y estaba festejando su cumpleaños cuando fue atropellado frente a su casa por un patrullero de la Policía Bonaerense. Tres años después, luego de un primer juicio que fue anulado, los dos policías que iban a bordo del móvil policial están siendo juzgados por la muerte del niño. El abogado de la familia y la fiscalía pidieron cuatro años y seis meses de prisión para el conductor, dos años para el acompañante. El lunes es la sentencia: “Todo está en el juicio para condenar a los policías, tenemos esa esperanza”, dice Analía Múñoz, la mamá de Luciano.
ANDAR en San Martín
(Agencia Andar) El 13 de febrero de 2016, Luciano jugaba a las escondidas con sus hermanos, primos y compañeros. Estaba festejando su cumpleaños. Vecinos y vecinas también estaban en la calle preparándose para los corsos del barrio Villa La Rana. A una cuadra distancia, estaba estacionada una camioneta de la Policía Bonaerense: Jonatan Godoy conducía, Juan Quintana era el acompañante. En un momento el móvil policial arrancó y, a unos 30 metros de donde estaban jugando los niños, aceleró de golpe: Luciano murió atropellado. Tres días antes, había cumplido seis años.
“Está probado que Godoy estuvo con la patrulla entre 10 y 15 minutos, que vio a los chicos jugando en la vereda, que la zona estaba bien iluminada. Cuando decide arrancar, no se comprobó que haya existido alguna emergencia, la camioneta avanza sin sirena de sonido. Eso impidió que alguien advirtiera la situación, se podría haber evitado”, explica el abogado de la familia, Marcelo Biondi.
Ese relato fue lo que declaró el mismo Godoy durante la indagatoria; sin embargo, en la última audiencia del juicio que se realiza en el Tribunal Oral Correccional 5 de San Martín, por una estrategia de su abogado defensor, intentó desdecirse. “Pidió declarar y dio otra versión, dijo que hubo un llamado de emergencia y que sólo vio una sombra”, recuerda Analía Múñoz, la mamá de Luciano. Ella presenció la audiencia y, en ese momento, no pudo contenerse: “no era una sombra, era mi nene”, gritó.
La otra estrategia de la defensa fue culpar a la familia. Según el abogado, los padres de Luciano lo descuidaron: “qué hacía un nene de seis años jugando en la calle”, reclamó. “No importa lo que digan ahora, todo está en el juicio para condenar a los policías”, confía Analía.
A pesar de la estrategia exculpatoria de la defensa de Godoy, las pruebas son contundentes: “La pericia dice que, al momento del impacto, la velocidad mínima del patrullero estaba entre los 47 y 53 kilómetros. No significa que esa era la velocidad, sino que podría haber sido mayor, pero nunca menor a eso. En un lugar donde la velocidad máxima es 40. Calculamos que podía ir a 60 km por hora porque, después de frenar, la camioneta se detiene por completo varios metros más adelante”, precisa el abogado Marcelo Biondi.
Este lunes 22 de abril, el juez Claudio Frega, titular del Juzgado Correccional 5 de San Martín, dará la sentencia. En los alegatos, el abogado de la familia y la fiscal Ana de Leo pidieron que Godoy sea condenado por homicidio culposo a cuatro años y seis meses de prisión. Este delito tiene una pena de entre 2 y 5 años, para que haya cumplimiento efectivo la condena debe ser mayor a tres años, de lo contrario la pena quedaría en suspenso y evitaría la cárcel. Jonatan Godoy ya fue desafectado de la fuerza de seguridad.
Juan Quintana, el otro policía a bordo del patrullero, sigue en funciones en la Policía Bonaerense. Para la familia de Luciano, él también es responsable. Quintana tendría que haberse representado mentalmente que la acción de acelerar la camioneta en ese contexto ponía en riesgo la vida de los vecinos, pero no tuvo ninguna reacción. “No sólo no tuvo ninguna reacción, sino que terminaron escapándose. Según él se sintió amenazado por los vecinos y que el patrullero corría riesgo, pero los videos que se presentaron en el juicio demuestra que esa amenaza no existía, simplemente se fueron”, agrega Analía.
La querella y la fiscalía pidieron una pena de dos años para Quintana. Si bien no implica que cumpla con años de prisión, la condena es importante: “Si es condenado, iremos a Asuntos Internos a pedir su desafectación. No puede seguir en la fuerza”.
Analía también espera que esta condena sirva para transformar algo de lo que ocurre en el barrio. La muerte de Luciano no es el único episodio similar que vivieron los vecinos de Villa La Rana. “El año pasado se realizó un juicio por una señora mayor que también murió atropellada por la policía, a la nieta de una de las testigos del juicio de Luciano también le pasó lo mismo, pero la nena no murió”, enumera. “Siguen pasando a la velocidad que quieren, no les importa nada. Vienen a los chapazos y colean para los costados cuando agarran las lomas de burro. Ahora andan con móviles sin patentes. Sin luces, sin sirena. No les importó absolutamente nada. Mis hijos jugaban ahí a la pelota, a las cartas, todo eso se perdió. Los nenes tienen miedo de jugar”.
Para llegar hasta acá, Analía confiesa que tuvieron que pasar por mucho. Está tranquila con lo que resultó de este juicio y tiene esperanza, pero guarda cierta prudencia. El año pasado, ya pasaron por otro juicio que se suspendió justo una audiencia antes de la sentencia. En ese momento, Liliana Innocenti, titular del Juzgado Correccional 1 de San Martín, pidió licencia porque su marido estaba enfermo.
“Yo la había pasado muy mal, volvía destrozada de las audiencias. Al poco tiempo, cuando se sortea el nuevo juzgado, lo citan a mi marido de la fiscalía y le proponen firmar un juicio abreviado, porque el juez que nos tocaba decían ‘no suele meter preso a policías’. Y nosotros ni sabíamos qué era un abreviado, pero dije que no importaba cómo termine, quería ir a juicio. A veces sentimos que estamos perdidos desde el principio, pero seguimos teniendo la esperanza de una sentencia con pena efectiva”, resume la mamá de Luciano.
Luego de ese juicio anulado, supo que solos no podían: “Uno, cuando le pasa esto, no sabe cómo funciona la justicia. Y tenés que salir y hacer marchas, porque si nosotros no lo hacemos, a la justicia no le importamos”, explica. Después de ese primer juicio, se juntaron con organizaciones, con otros familiares víctimas de violencia institucional; en el marco de este segundo proceso, también se contactó con la Comisión Provincial por la Memoria.
Tres años después, el dolor en la casa sigue estando ahí. Analía y su marido tienen otros tres hijos; la más chica, Lucero, no llegó a conocerlo. Cuando fue lo de Luciano, Analía estaba embarazada de ella. “Es muy difícil levantarse todos los días”, dice y piensa en sus hijos: “Una vez los escuché hablando entre ellos y decían que si tendrían una máquina del tiempo, volverían a ese día para que Luciano no salga a jugar. Otra vez uno me dijo que, si le pasaba algo, no importaba porque iba a poder reunirse de nuevo con Pichu, como le decíamos con cariño”.
Analía intentó mantener al margen del juicio a sus hijos. Dice que, cuando termine, les contará lo que pasó: “Quiero contarles a mis hijos que los culpables de la muerte de su hermano fueron condenados”.