VIOLENCIA DE GÉNERO Y JUSTICIA Comienza el juicio de Yanina Farías
Hoy se inicia ante el Tribunal Oral en la Criminal 4 de Mercedes el proceso contra Yanina Farías que está acusada, junto al hombre que abusaba de ella, por la muerte de su hija de dos años. La CPM se presentó en calidad de amicus curiae en el juicio y se entrevistó con Yanina en la última semana. “Ya no tengo fuerza para nada”, les dijo a las abogadas del organismo y les aseguró que sólo sigue adelante por sus hijos.
ANDAR en Mercedes
(Agencia Andar) El cargo que pesa sobre Yanina es homicidio agravado por el vínculo. José Alfredo Leguizamón, el hombre que intentó abusar de ella y violentó a sus hijos está acusado de homicidio en la misma causa. “No sé si voy a soportar verlo”, le dijo a las abogadas de la Comisión Provincial por la Memoria en su entrevista más reciente con ellas ante la inminencia del juicio. Algo sí tiene claro: “quiero que pague por todo lo que hizo”.
Su niña murió en el 2017 después de que Leguizamón golpeara a Yanina, a la pequeña y a su otro hijo de cuatro años, en una casilla en Cuartel V, Moreno. La mujer llevó a su hija la sala de salud de la zona donde la denunciaron a la policía, quedó detenida cuando volvía con ropa para la beba. La llevaron a una comisaría de la localidad que no contaba con celdas para alojar a mujeres y permaneció ahí durante tres días en el piso, esposada a una biblioteca, sufriendo maltratos de los agentes: “cada vez que pasaba un policía me pegaban una patada o me tiraban agua”. De ahí pasó a la comisaría segunda de Malvinas Argentinas donde estuvo 3 meses. Quien desplegaba la violencia psicológica y simbólica en esa comisaría era la persona que atendía a mujeres que padecían violencia de género.
Finalmente quedó alojada hasta hoy en la unidad 51 de Magdalena, al principio padeció golpizas de otras presas y una compañera de celda incluso la quemó con agua hirviendo. Esa violencia desplegada frente a los funcionarios penitenciarios tenía que ver con el delito que se le imputa. Hoy las otras detenidas son las que la alientan a seguir “me dicen que me ponga las pilas, que ya pasé por tantas cosas…pero yo no aguanto más”.
La vida carcelaria, la tortura pero más aún la distancia con sus hijos, ahora de once y seis años, a quienes no ve desde que está detenida. Le resulta difícil acceder a una línea telefónica para hablar con ellos a diario, está alojada en una celda con otras diez presas, durmiendo en un colchón precario en el piso, la comida del penal en mal estado o mal cocida la descompone y está “cansada de soportar tanto sufrimiento”.
“Es imposible entender su trayectoria por fuera de las múltiples violencias que ha padecido a lo largo de su vida por ser mujer y pobre”, señalan desde la CPM las profesionales que solicitaron que las actuaciones en el juicio sean asumidas desde una perspectiva integral de derechos humanos y con perspectiva de género.