Cuando la policía investiga a la propia policía
El 25 de septiembre a las 2:45 AM un patrullero embistió la moto en que viajaba Fernando Padula y le produjo la muerte. La camioneta, que estaba en un estado de deterioro generalizado, circulaba sin luces y por fuera de su cuadrícula. Los mismos compañeros de fuerza de los conductores del móvil controlaron desde el primer momento la escena del crimen: el fiscal llegó casi dos horas después, y la familia se enteró de la noticia recién a las 10 de la mañana. Pasaron 70 días y la familia ni siquiera fue notificada de los resultados de las medidas de prueba. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) pidió que intervenga una fiscalía especializada en violencia institucional y se aparte a la policía bonaerense de la investigación.
Andar en San Justo
(Agencia) Un patrullero destruido y sin luces. La policía controla la escena de un crimen donde participaron agentes de la misma fuerza y se hace cargo de la investigación. El fiscal llega dos horas tarde. No hay cámaras ni testigos. Diez horas después llaman al papá, que recién reconocerá el cuerpo de su hijo al día siguiente en el playón de la morgue de Lomas de Zamora, a la intemperie, los empleados de la cochería fúnebre alzan la tapa del cajón para que lo vea. Fernando tenía 23 años.
Ya pasaron casi 70 días de la muerte de Fernando y a la familia, todavía, no le notificaron el resultado de la autopsia, no saben nada del examen toxicológico a los agentes que iban en el patrullero, tampoco saben nada del peritaje a los vehículos, ni si el conductor estaba habilitado para circular. A casi 70 días de la muerte de Fernando, la causa está paralizada. “Sé que tuve que golpear muchas puertas para encontrar algo —dice Roberto—. No sé cuántas veces tuve que ir a la fiscalía para que me atiendan y, cuando el fiscal me atendió, no tenía ni siquiera la causa a mano para responderme alguna pregunta”.
Esta semana, la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) se reunió con Roberto, tomó conocimiento del caso y realizó varias presentaciones para lograr avanzar en la causa: como primer medida, solicitó que se respete la resolución 1390 y se aparte a la policía bonaerense de la investigación, y que la causa se tramite en una fiscalía especializada en violencia institucional. “Uno se siente muy solo, desamparado, pero tener el apoyo de la Comisión, un organismo tan consolidado en estos temas, me genera mejores expectativas”, cuenta Roberto.
Tras la muerte de Fernando, en su dolor, en su rabia e impotencia, Roberto tuvo que salir a reclamar justicia: marchó, golpeó las puertas de la fiscalía, leyó la causa, preguntó a vecinos, se paró alguna noche en la esquina de Hipólito Yrigoyen y Thames (San Justo, partido de La Matanza) para reconstruir el momento del accidente. “Si hubiera tenido las balizas encendidas, la luz azul hubiese refractado porque es una esquina de ventanas ciegas; mi hijo lo hubiese visto”, precisa.
“A mi hijo no le dieron chances de nada, ni siquiera pudo atinar a frenar, el patrullero está totalmente destruido, sin luces”, agrega. En la madrugada del 25 de septiembre, Fernando circulaba por Hipólito Yrigoyen, hacía el mismo recorrido que había hecho muchas veces hasta la casa de su novia; en la intersección con Thames, fue embestido por el patrullero. El móvil estaba por fuera de su cuadrícula y el agente policial que conducía el vehículo notifica el accidente por su teléfono personal y no por la radio. Rápidamente, sus propios compañeros de fuerza se hacen cargo de la escena del crimen. Fernando murió en el acto, fue desnudado en el pavimento, se le sacaron documentos personales —algunos de ellos, nunca fueron devueltos a su familia—.
“Empecé a descubrir un mundo que no pensé que existía, te encontrás muy desamparado. Se obviaron muchas cosas en la investigación, se dijeron muchas otras: que mi hijo chocó de atrás al patrullero, que venía sin luces y alta velocidad, que el patrullero venía a 20 km por hora”, narra Roberto. Todas estrategias de desgaste que son habituales. En una marcha reclamando justicia, un jefe de calle se acercó a la familia y les dijo que tenía información clave del caso para demostrar la responsabilidad de los policías. Otra estrategia de desgaste.
“Tengo muchas preguntas que no tienen respuesta. Nunca creí que iba a atravesar esto y lo llevo como puedo, pero con mi verdad voy a todos lados. No van a tener la tranquilidad nunca, no los voy a dejar en paz, me van a tener siempre ahí; me va a llevar tiempo, pero voy a seguir reclamando justicia”, cerró Roberto.