La parroquia villera: la experiencia del padre Pepe en los barrios
En el estudio de la radio Cristo de los Villeros montado en una de las aulas de la escuela de oficios que funciona en la parroquia San Juan Bosco, el padre José María “Pepe” Di Paola respondió a las preguntas de Alver Metalli y Víctor Lapegna acerca de su trabajo pastoral en las villas de José León Suárez.
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(Villas web) Cuando llegaste aquí hace cuatro años, ¿cuántas capillas había?
Padre Pepe: De todo lo que atendemos hoy día estaba la capilla del Milagro en La Carcova. También estaban la Medalla Milagrosa, la capilla de Itatí (que es hoy nuestra guardería) y la capilla de Solano. En este tiempo arreglamos e hicimos más grandes a las capillas que estaban. Por ejemplo, la capilla de Solano no se podía utilizar porque se inundaba. El piso tenía casi 1,5 metros menos de lo que tiene ahora y el agua desbordaba la calle e inundaba todo. Así que muchas actividades no podíamos hacer y ese espacio estaba siempre invadido, intrusado, vandalizado. Por eso ese proyecto empieza en la vereda, como diciendo que todo ese proyecto es bien de la Iglesia que lo que hizo es defender ese lugar ya que la capilla de Solano estaba prácticamente perdida. Una participación central fue la del grupo de mujeres que, a pesar de todas las dificultades, siempre estuvieron ahí presentes. Ese grupo sostuvo el lugar y yo cuando pude, con fondos que conseguimos de la Conferencia Episcopal Italiana, empezamos a hacer el proyecto.
[pullquote]Una participación central fue la del grupo de mujeres que, a pesar de todas las dificultades, siempre estuvieron ahí presentes. Ese grupo sostuvo el lugar [/pullquote]
Después, en la capilla de Itatí siempre teníamos problemas porque ahí funciona la guardería y la capilla, que tiene mucho tiempo de existencia y mucho movimiento, necesitaba otro espacio más. Entonces hicimos el Santuario de Itatí en un lugar que para nosotros es estratégico porque está en la manzana donde están el Centro de Salud, las escuelas (la N° 33 y la secundaria) y un pequeño club. Ese Santuario la misma gente que lo hizo es de Itatí.
Y en Carcova, que es un barrio tan grande y diverso, está el Alto de Carcova donde tenemos el Milagro, una capilla que cuando llegué me llamó la atención por lo grande que era y un franciscano de los que estaban me decía: “porque no construís habitaciones, aprovechando lo grande que es el espacio techado”. Pero ese lugar grande y techado yo siempre lo vi como un ámbito capaz de reunir a mucha gente. De hecho hoy, cuando llueve o hay mucho sol, lo podemos utilizar. Y también se lo puede usar para la práctica del deporte para lo cual cortamos parte de lo que era el presbiterio y de lo que era el coro, porque no tenía sentido esos espacios perdidos. Viene mucha gente. También se construyó la sede de la escuela de oficios Monseñor Romero, mediante convenio con el gobierno nacional en un proyecto que arrancó en la época en que el ministro de Educación era Sileoni y continúa ahora, donde hay varios emprendimientos en marcha, sobre todo educativos.
En Alto la Carcova tenemos también la capilla Sagrado Corazón, que está frente al amplio terreno libre de la CIMET y ahí funcionan varias actividades (comedor, etc.) pero por estar en esa ubicación es sobre todo el centro deportivo y todos los días los chicos hacen ahí deportes con Dracu, Paola, Blanca. En el bajo de la Carcova tenemos la presencia de Luján que es la sede original de la parroquia, hecha desde cero, con vivienda y una actividad fuerte infantil y que ahora es sede de la Renovación Carismática católica. En la otra punta del bajo de la Carcova está la capilla de Caacupé, en la que llaman “cancha de los bolivianos” aunque fue la colectividad paraguaya la que hizo la capilla. Enfrente del zanjón está la Medalla Milagrosa, que es una capilla de base sólida, con un techo alto y de cemento que permitirían construir arriba el día de mañana más salones y al lado tenemos la Casa Madre Teresa que es donde viven los adolescentes y jóvenes que se están recuperando de la droga y buscan construir su proyecto de vida.
A partir de ser lugar de culto en algún ámbito, pareciera que en la capilla se desencadenan una serie de actividades.
Padre Pepe: Sí, van tomando formas variadas. Incluso lugares que no son capillas, como por ejemplo El Tropezón, la sede actual de la murga Los elegantes de Don Bosco. Son lugares donde hay una presencia religiosa y le sigue una actividad que les es propia. Hay otros donde se parte de la actividad propia y sigue lo religioso. En uno y otro caso el culto o la adoración están muy ligados con actividades comunitarias muy variadas.
Llama la atención que en la parroquia hay de todo. Misa, los grupos parroquiales que colaboran, los catecumenales, la renovación carismática. Opus Dei, las hermanas de diferentes órdenes. Así que, en este sentido es una parroquia pluralista u pareciera que esto vos lo valorás mucho, no cerrás la puerta a nadie y todas las colaboraciones son bienvenidas.
Padre Pepe: Yo creo que la parroquia de la villa debe caracterizarse por la participación de la gente del barrio. Por eso el eje del trabajo que tenemos los curas villeros es vivir en la villa y aceptar su cultura. Después es interesante como un montón de gente se va metiendo en este proyecto, empieza a conocer a la gente de la villa, la gente de la villa va conociendo a esa gente que viene desde distintos lados, es de diferentes clases sociales y nosotros estamos abiertos a la gente de cualquier grupo o sola que viene acá a compartir la vida y la fe con la gente del barrio. Eso se nota muy claro en el grupo de hombres, con los jóvenes, los apoyos escolares, los docentes, en la gente que colabora en la construcción de algo porque les parece interesante el proyecto que tenemos, etc. Entonces hay gente que puede pensar muy diferente pero que quiere compartir la vida y la fe con los vecinos del barrio y acepta el lema de nuestra parroquia: “Orar, trabajar y callar”.
Esa participación en la vida parroquial de gente que no vive en la villa, ¿No es también un modo humano, concreto y fraterno de realizar la propuesta de los curas villeros que busca integrar a la villa con el resto de la ciudad?
Padre Pepe: Nosotros siempre pusimos eso como un ejemplo y decíamos como le cambiaba la vida y la perspectiva a mucha gente que venía a ayudar, a misionar dando apoyo escolar o haciendo otra actividad, a la cual esa experiencia la llevaba a asumir una idea real de lo que es la villa y no una idea prejuiciosa como la que puede generar un programa de televisión. Por eso esta integración nos parece muy buena, muy interesante y es tal vez uno de los aportes fuertes que hicimos los curas villeros en estos últimos 10 años, ya que fue en 2007 cuando hicimos nuestro documento sobre integración urbana.
A propósito de la religiosidad popular, aquí en las capillas se da la presencia de imágenes de santos reconocidos y no reconocidos como tales por la Iglesia católica.
Padre Pepe: Sí y en especial el Gauchito Antonio Gil. Sucede que cuando yo llegué acá en el año 2013, el único signo religioso a nivel popular con el que me encontré fue el Gauchito Gil. Entonces lo que hice fue tomar la imagen del Gauchito Gil que es la forma que aquí asume la religiosidad popular e incorporarlo a la vida de la parroquia. De hecho, fuimos al santuario de Mercedes (Corrientes) a buscar la Cruz del Gauchito y la pusimos en Luján que es nuestra sede parroquial. Así la gente que venera al Gauchito Gil pudo volver a sentirse católica, porque hasta entonces eran católicos pero sentían que la Iglesia no valoraba su veneración. Con esa actitud que tomamos nosotros de respetar y reconocer las expresiones de la fe popular pudimos integrar a mucha gente a la vida de la Iglesia en nuestra parroquia. Va en el mismo sentido la incorporación a nuestra vida parroquial de los carismáticos católicos que, a través de alabanzas, cantos y manifestaciones espontáneas a las que no estamos habituados en la liturgia habitual, ofrecen un modo de vivir la fe que sintoniza con el de muchos de las vecinas y vecinos de nuestros barrios.
Hay una expresión del Papa Francisco que describe a la parroquia como un “hospital de campaña”. ¿Creés que esa es una imagen apropiada para describir la realidad parroquial que te toca vivir?
Padre Pepe: Es esa una imagen muy clara de lo que tiene que ser una parroquia que responde a los problemas y las realidades de ese lugar. Si estás en una batalla y hay un hospital recoges a todos los heridos, desde el que tiene gripe al que le pegaron un tiro, no es que trabajas con algunos y con otros no. Aquí es lo mismo y el hospital de campaña yo lo veo reflejado en la parroquia, por ejemplo, en el hecho que se atiende tanto al niño que asiste al catecismo como al joven que se droga, atiende a quienes vienen habitualmente a misa y al devoto del Gauchito Gil que no viene tanto a misa, a los dos por igual. Escuchamos al que está bien y visitamos al que está enfermo. Es un lugar donde nadie queda afuera, todos son atendidos. Por eso buscamos que la parroquia esté en medio de la vida de la gente. Porque un hospital de campaña está situado en el campo de batalla, en un lugar estratégico para salvar vidas, para cuidar a la gente. Si se trata de enfermedades con mayor complejidad, a ese enfermo se lo traslada a un centro de derivación con un helicóptero para que lo atiendan. Un hospital de campaña debe resolver todos los problemas que están ahí y ese es el cambio real de la parroquia que quiere Francisco y que tiene que darse.
Y San Juan Bosco es una parroquia multiétnica…
Padre Pepe: Sí eso también. Por ejemplo, los paraguayos hicieron su capilla. Entre los bolivianos me llamaba la atención que la única iglesia que había era evangelista. Entonces le pedí al padre Eduardo (Drabble) que está en San Cayetano de Liniers donde hay una importante comunidad boliviana, que nos buscara una imagen de la Virgen de Copacabana, que es la principal advocación mariana de Bolivia. Una familia la consiguió y mediante monseñor Pedro Olmedo, que es el prelado de Humahuaca, la imagen llegó a San Cayetano y ahí la fui a buscar, la entronizamos aquí y se la entregue a la comunidad boliviana con la que empezamos a hacer la primera fiesta, después vino la segunda y ya se está preparando la tercera. Ahí nos dimos cuenta que había un montón de católicos bolivianos que se sintieron contenidos y convocados con la imagen de la Virgen de Copacabana. Por eso la parroquia debe ser multifacética. Y son hombres y mujeres del barrio los que, vestidos con sus trajes típicos, hacen sus bailes y participan de las fiestas parroquiales para lo cual trabajan durante meses en preparar las ropas y ensayar los pasos.