El hambre es un crimen y lo vamos a parar
Organizaciones que trabajan con la niñez convocan a una marcha este 29 de septiembre para pedir por los derechos de los más chicos bajo la consigna “el hambre es un crimen”. El Polaco, uno de los impulsores de la marcha, recupera su experiencia junto a Carlos Cajade y cuenta porqué volver a marchar.
ANDAR con los chicos
( “El Polaco”, militante criado en el Hogar de Cajade) Cuando iniciamos el camino de reencontrarnos para construir la marcha del 29 y denunciar el hambre, nos reconocimos enseguida. Algunos ya grandes, con enormes y genuinas experiencias de luchas, de amor y sembradores de crecientes esperanzas. Otros, un tanto más jóvenes con alegres y profundas rebeldías.
Vimos con gran preocupación la situación social que nos venían alertando decenas de organizaciones de niñez. Escuchamos atentos la voz de la obra de Carlos Cajade asfixiada por el tarifazo, en Villa Garibaldi. A los pibes de La Barriada que pasaron de dar clases de apoyo escolar y crear espacios recreativos a dar de comer. A la Casa de los Bebes que cada día recibe más pequeños, ya que sus padres y madres, duplican su jornada laboral para llegar a fin de mes, o es el único lugar donde pueden alimentar a sus pequeños y necesitan quien cuide de ellos. También prestamos mucha atención a la Casita de los Niños de Aeropuerto y a Casa Joven que ven a diario como se duplica la cantidad de pibes que buscan arroparse (entre sueños y alimentos que ofrecen a diario en la periferia platense).
Nos llena de orgullo ver el hermoso trabajo que realizan en el Hogar Ángel Azul, por el barrio Hipódromo. En ese lugar, un decidido militante de la vida junto a su madre pusieron su propia casa hace más de una década para sostener y contener a los pibes que el Organismo Provincial de Niñez y Adolescencia deposita, creyendo que ahí se terminan sus problemas. Si se acercan un día notarán una cantidad de problemáticas cotidianas y la enorme preocupación que padecen los pibes más grandes ante la falta de trabajo. Quieren desarrollar su vida autónoma, pero no tienen respaldo estatal.
[pullquote]recuperamos más fuerte que nunca las lecciones de vida que nos dejaron Carlos Cajade y Alberto Morlachetti[/pullquote]
Desparramados pero organizados por La Plata, Berisso y Ensenada, pudimos ver cómo en la Coordinadora de Niñeces, Juventudes y Territorios, se encuentran decenas de pibes ensayando una realidad diferente, intentando pensarse un futuro donde no ser etiquetados, estigmatizados o demonizados. Construyendo a diario un país con niñez, rotos de tanto andar, intentándolo. Poniendo el cuerpo entre adultos y pibes para crear hoy la sociedad que anhelamos para mañana.
Fundimos los ojos con detenida atención sobre los pequeños remolinos murgueros, rabiosos de ternura en la localidad de Punta Lara, donde una compañera de nuestras barriadas populares, desarrolla el encanto insistente de compartir un mundo de ternura y baile para toda nuestra pibada.
Son algunas de las tantas cosas que fuimos viendo, sintiendo, adentrándonos y notando en estos tiempos. Junto a ello, la precarización de los educadores populares, quienes a diario le ponen el cuerpo y corazón en el barrio y en las distintas experiencias pedagógicas que les ofrecen a nuestra niñez. También notamos el incremento de los roperos comunitarios en decenas de barrios intentando atenuar el frio que el estado municipal no cobija, las solidarias casas de comidas que ofrecen un plato caliente a quienes no encuentran modo de alimentarse, las pérdidas de puestos de trabajo, la creciente violencia institucional, el avance del mercado y la retirada del Estado sobre las profundas desigualdades sociales.
Fue entonces que recuperamos la memoria colectiva, pusimos a funcionar el imaginario social construido a lo largo de los años, recuperamos más fuerte que nunca las lecciones de vida que nos dejaron Carlos Cajade y Alberto Morlachetti, y decidimos marchar, pero no para irnos cual derrota ideológica, que proponen los modelos neoliberales, desanimando y menospreciando nuestras hermosas y genuinas capacidades de crear, de repensarnos, de resistir y de avanzar. Más bien, marchamos, a ese país donde el pan, la tierra, el techo y el trabajo siembren de ternura y cariño a la etapa más fértil y bella que es la niñez.
Por qué marchamos
Marchamos a diseñar y crear la tierra que queremos, donde ser pibe sea un privilegio y anciano una bendición. Como nos enseñó el cura Carlos Cajade.
Marchamos para sembrar el futuro de recuerdos, con un alegre y rebelde presente de lucha, como nos enseñó el viejo Alberto Morlachetti.
Marchamos para que la comida nunca falte en las panzas de nuestros pibes.
Marchamos porque este modelo capitalista, que empobrece a nuestros pibes y hace mezquinos a nuestros adultos, sea derrotado de una vez y para siempre.
Marchamos porque hace años nos lo enseñaron los trabajadores de la CTA y lo aprendimos marchando junto al Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo.
Marchamos porque sabemos marchar, luchar.
Marchamos porque EL HAMBRE ES UN CRIMEN y lo vamos a parar. Marchemos.