La escuela rural: un paisaje distinto para la educación
En la escuela Nº 67 del Paraje San Pedro, Olavarría, asisten siete niños que trabajan con una sola docente y en donde sobresalen la participación de las familias y las relaciones con otras instituciones. Las metodologías de trabajo y sus particularidades la transforman en un ámbito que va más allá de una escuela convencional.
ANDAR en Olavarría
(Lisi Batres /AC- FACSO) En el distrito de Olavarría existen más de 30 escuelas rurales. La Escuela Primaria N°67 “Alberto Valverde” se encuentra en el Paraje San Pedro, a 50 km de la ciudad de Olavarría en el casco de la estancia “San Fermín”. Asisten sólo siete alumnos que son parte de tres familias, las cuales viven en ese mismo campo. Al no contar con el mínimo de 30 estudiantes requeridos para que haya más de una docente, una sola maestra es quien está a cargo de la escuela. María del Carmen Schneider se ocupa de todas las responsabilidades y actividades de la institución. Debido a que los niños se encuentran en distintos grados de la educación primaria (excepto tercer año), María del Carmen organiza sus clases en función de plurigrados: compartir una misma aula entre alumnos de diferentes años para trabajar conjuntamente. “Hay que buscar un tema en común y planificar. Comenzar con contenidos de base y a partir de ahí ver cuánto para cada grado. Y así para todas las áreas. Una vez que te acostumbras se trabaja bien”, señala la docente, quien también explica la necesidad de emprender un tratamiento personalizado con los niños y las niñas que presentan dificultades. “Trabajar en plurigrados es un gran desafío que le da mucha riqueza al docente al momento de estar trabajando las propuestas con tantos años a la vez”, destaca por su parte Sandra Alberdi, inspectora de la Escuela Primaria Nº67 acerca de esta modalidad de trabajo.
La escuela cuenta con distintos espacios que son aprovechados por la maestra de diversas maneras para adaptar y organizar las clases. Uno de estos lugares es la biblioteca, utilizada no sólo por la docente para fomentar la lectura sino también por los niños más grandes que se desenvuelven con mayor independencia. “Los más grandes están acostumbrados a trabajar solos, eso está bueno, es algo que tienen a favor en el campo. Vos le das, por ejemplo, algo para investigar y se van directamente a la biblioteca”, señala Schneider. De esta forma, la tranquilidad del entorno rural favorece a un desarrollo y crecimiento más autónomo. “Los chicos en el campo se hacen más independientes”, reflexiona. El acceso y uso de las tecnologías de la información y la comunicación es otro aspecto que se trabaja y en el cual los niños y las niñas toman gran participación. “Este año recibimos el carrito digital: 5 netbooks con conexión interna, proyector, cámara fotográfica, impresora, pendrives, pantalla para proyectar. En clase se trata de usar todo, los chicos están re entusiasmados”, cuenta María del Carmen.
“Tenés que tener mucho en cuenta la diversidad en el salón. Y a veces es difícil de organizar” cuenta la maestra, quien trabaja allí hace seis años. Sólo está acompañada por una profesora de plástica y una profesora de inglés, que asisten a la escuela una vez por semana. La matrícula no es suficiente para la incorporación de un profesor de educación física, ya que se requiere de un mínimo de diez alumnos para ello. Por esta razón, se organizan actividades con escuelas rurales vecinas. “Tenemos tres escuelas medianamente cerca: la Escuela Primaria N°34 de Las Piedritas, la Escuela Primaria N°41 de La Parda y la Escuela Primaria N°37 de Blanca Chica”, detalla. Para aprovechar los lazos con otras instituciones rurales se generan actividades recreativas con la finalidad de generar la participación, la interacción y la integración de los niños que viven en el campo. De allí surge la posibilidad de realizar campamentos, olimpiadas y viajes, entre otras propuestas.
Las particularidades del campo y su influencia en la matrícula
El edificio de la Escuela Nº67 fue donado por el dueño del establecimiento “San Fermín” quien además colabora con el mantenimiento de la escuela junto a las familias que son parte de la institución. De esta manera, padres y madres se acercan a ofrecer su ayuda para distintas actividades que hagan falta: desde tareas de mantenimiento hasta la elaboración de la merienda diaria. “Una cuestión a favor es que el campo es como una gran familia, por eso es muy importante el vínculo. Si la maestra no tiene vínculo con la comunidad, es muy difícil trabajar. Pero si vos logras una buena relación es muy compañera la gente, te ayuda”, explica Schneider. Entre las particularidades del contexto rural, las sociabilidades se presentan y se vivencian de una manera distinta a como pueden darse en la ciudad. “En los viajes escolares que organizamos, las madres también asisten. Incluso ellas me encargan mercadería que necesitan ya que viajo todos los días a Olavarría”, cuenta María del Carmen.
En las escuelas rurales la matrícula se modifica con mayor facilidad que en las escuelas urbanas, hecho que presenta una variable importante en la proyección de las instituciones durante el trascurso de los años. “Depende de las familias que viven en la zona que, como un mandato generacional, mandan a sus hijos a determinada escuela; o de las grandes estancias que contratan muchas familias y tienen muchos puestos de trabajo” explica la inspectora. “A veces pasa que los padres cambian los puestos de trabajo, se van de un campo a otro y los chicos van cambiando de escuela”, puntualiza María del Carmen con respecto a la complejidad de sostener el número necesario de alumnos. Pero más allá de estas dificultades propias de las condiciones laborales en el ámbito rural, la presencia de los chicos en la escuela genera un bienestar que excede al aprendizaje escolar. “Ellos van muy contentos a la escuela, les gusta, van felices, es como un lugar de encuentro. La convivencia entre ellos es buena porque se relacionan de otra manera, juegan juntos. Aunque también se pelean porque se aburren de verse”, detalla.
A pesar de compartir características, las escuelas rurales presentan diferencias entre sí y cada una tiene sus particularidades. Por ejemplo, en la Escuela Primaria N° 67 se mantiene un número reducido de estudiantes pero en otros casos existen escuelas rurales de la localidad de Olavarría que presentan una mayor matrícula. “Una comunidad como Santa Luisa, por ejemplo, puede mantener una matrícula con más facilidad porque aparte de la escuela hay un poblado” explica Alberdi. También hay escuelas rurales que, debido a la alta cantidad de estudiantes, cuentan con un equipo de trabajo: un orientador social, un orientador educacional y un orientador escolar. Un caso a destacar es la Escuela Primaria N°30 de Espigas. Una característica en común que presentan estas escuelas se vincula al acceso por parte de los docentes y estudiantes al establecimiento debido al mal estado de los caminos de tierra, tornándose inaccesibles los días de lluvia. “Los caminos rurales están muy feos, cuando llueve se tornan intransitables y no podes ir a dar clase. En estos casos los chicos usan un cuadernillo de actividades preparados para que hagan en sus casas”, señala la docente.
En el campo, los docentes tienen el desafío y la responsabilidad de mirar la escuela desde todos los aspectos, aún con la matrícula mínima, sabiendo además que cuentan con el apoyo de la comunidad rural de la que también son parte. “El o la docente rural es director porque está a cargo de la escuela; es portero porque se tiene que ocupar de la limpieza; es secretario porque tiene que hacerse cargo de todos los papeleríos que se le exigen; es un asistente social porque, sin llegar a serlo, tiene que responder a las necesidades que tienen las familias de los chicos que concurren”, reflexiona Alberdi, quien antes de ser inspectora fue maestra rural. Las relaciones sociales y la propia metodología empleada en el campo hacen que la escuela se transforme en un lugar que va mucho más allá de una escuela convencional. Un lugar de encuentro para los niños y las familias; un punto de reunión para colaborar en proyectos en común; un medio para interactuar y vincularse con otras comunidades de la localidad; la escuela es el epicentro en el que se funda un conjunto de esfuerzos en la búsqueda de brindarles lo mejor a los niños y niñas de la comunidad rural.