PUEBLOS ORIGINARIOS La historia detrás del “Malón de la Paz”
En 1946, 174 kollas se movilizaron desde Jujuy hasta Buenos Aires con la esperanza de obtener las tierras prometidas por Perón. El investigador Marcelo Valko aporta su mirada de los sucesos ocurridos que evidenciaron un destino de incertidumbre y silencios para con las comunidades originarias.
ANDAR en las memorias
(AC/ Observatorio de Pueblos Originarios FACSO – UNICEN) El “Malón de la Paz” fue una protesta ocurrida entre mayo y agosto de 1946. De gran visibilidad pública, se transformó en el primer reclamo multitudinario que el gobierno de Juan Domingo Perón tuvo que afrontar. Durante su campaña, el candidato electo había hablado de expropiar tierras en algunos pueblos. La promesa de la reforma agraria parecía establecida. En las comunidades originarias de Orán y de la Puna se había pedido confiar en Perón y se llegó a la idea de marchar hacia Buenos Aires. El 15 de mayo comenzó una movilización como nunca antes se había vivido en la historia argentina.
Al principio, el peronismo prestó su apoyo. En muchos pueblos los maloneros pararon a descansar en reparticiones militares, llegando a desfilar, incluso, con el Ejército. El clima político parecía propicio al reclamo y daba lugar a la ilusión. El andar se presentaba políticamente correcto, con muestras de lealtad a Perón. Pero en su recorrido, el Malón creció tanto en el alcance de su reclamo como en su convocatoria. Se habían superado las expectativas de los organizadores y comenzaba a escapar de su control. Un ejemplo fue el acercamiento de miles de arrendatarios para apoyar la demanda de tierras. Ante ello, el gobierno comenzó a analizar la idea de correrlos de la escena pública. Mientras, el reclamo seguía creciendo.
El 3 de agosto el Malón llegó a Buenos Aires con sus mulas y sus carretas y se dirigieron hacia el centro desde el barrio de Liniers. Recibidos en la Casa Rosada, entregaron un sobre lacrado y se fueron con la promesa de Perón de conceder lo solicitado. Marcelo Valko es autor del libro “Los indios invisibles del Malón de la Paz” y detalla algunos aspectos sobresalientes a 70 años de lo ocurrido.
Durante la investigación, ¿Notaste cierta invisibilización de la problemática?
Cuando empecé a investigar durante 2004, en Jujuy, nadie le daba importancia al Malón de la Paz. Fue muy dificultoso todo, una indiferencia total, incluso de la misma gente que tendría que estar interesada en el tema. El Malón fue muy trascendente, fue una protesta por tierra en el que viajaron 174 kollas a Buenos Aires. Hasta ese momento solo lo hacían 2 o 3 ya que las comunidades tenían que sustentarse en Buenos Aires. Los despachos de los funcionarios no se abrían como por arte de magia y menos si se trataba de indígenas, entonces tenían que estar en Buenos Aires semanas y meses.
¿Cómo se organizó el trayecto hacia Buenos Aires?
Existió cierta organización, no salieron los 174 de un mismo lugar. Se toma el 15 de mayo como la salida de Abra Pampa, 200 km al norte de San Salvador de Jujuy. Días antes y posteriores fueron saliendo y se incorporaron por el camino para juntarse el 24 de mayo en San Salvador. El Malón fue muy inteligente: entraron el 25 de mayo en Jujuy, el 20 de junio en Córdoba y el 9 de julio en Rosario donde desfilaron con el Ejército. Cosa que sorprendió mucho porque hasta ese momento habían desfilado como prisioneros. Sin embargo ahí, por primera vez, desfilaron como ciudadanos argentinos. Finalmente el Malón llegó a Buenos Aires el 3 de agosto. Se vivió como un momento patriótico. Cuando entraron, por ejemplo, en la Avenida de Mayo, de esos edificios que todavía están tal cual, les tiraban claveles…
Un regreso forzado entre represión y silencios
El gobierno había dado alojamiento a los kollas en el “Hotel de los Inmigrantes”, paradoja inadvertida en un principio. Los días pasaban y no había respuestas. A fines de agosto y sin mediar explicaciones, una guardia armada cercó el hotel. Cuando les notificaron un cambio de alojamiento, el traslado resultó una mentira: los llevaron a Retiro para enviarlos de vuelta a sus lugares de origen, lo que terminó en una batalla campal. Los maloneros lograron regresar al hotel, entre corridas y forcejeos. El 28 de agosto fue definitivo: las tropas irrumpieron en las habitaciones, a la fuerza y con gases lacrimógenos los kollas fueron embarcados en vagones de ganado y devueltos en un tren que sólo hacía paradas nocturnas. La mayoría perdió sus pertenencias y documentos en el desalojo. La comisión creada para deslindar responsabilidades hizo poco y nada. Investigó el hecho sin interrogar a ningún kolla. En tanto, los medios se alternaron entre el silencio y el descrédito hacia los manifestantes a los que antes habían promovido.
¿Perón derivó en alguien el reclamo que sostenían? ¿Quién los escuchó?
Según los diarios de la época, Perón daba por hecho lo pedido. Él tomó el reclamo, inclusive fue a visitarlos al “Hotel de los Inmigrantes” con el Ministro de Relaciones Exteriores. Finalmente, cuando el Malón dejó de estar en las noticias, los llevaron a recorrer Buenos Aires: cosas ridículas como ir al subte o jugar un partido de fútbol. En ese momento, un funcionario muy maligno decidió banalizarlos y los hizo jugar un partido previo a un Boca-River. La gente que estaba en la cancha se preguntó: “¿Éstos son los indios que vinieron por sus tierras y están jugando a la pelota?”. Fueron funcionarios maquiavélicos que existen en todos los gobiernos. En este caso lograron su cometido ya que sería su última aparición pública. A partir de ese momento militarizaron al Malón en el hotel, no los dejaron salir, diciéndoles que le mandarían los títulos de propiedad por correo, por lo que debían volverse. Se negaron manifestando que se iban a ir “con los títulos y los sellos con tinta fresca”. El 28 de agosto por la noche, 25 días después de la llegada del Malón, cientos de soldados de la Marina de Guerra, una Brigada de lanza gases, puso un tren por una vía secundaria frente al hotel y los secuestraron de una manera terrible. A algunos llegaron a tirarlos por las escaleras desde el tercer piso para luego ponerlos en los vagones. Muchos de los entrevistados, cuyos padres fueron parte del Malón, me dijeron “a mi papá lo envagonaron”. Los llevaron con custodia armada a Abra Pampa durante seis días y les dijeron “ahora van a tener las Tierras que querían…”. Con el correr del tiempo muchos de los familiares y sus descendientes se convirtieron en dirigentes indígenas.
Dentro de tu investigación ¿Pudiste visualizar si en la organización del Malón había un líder que se destacara por sobre los demás, que fuera el que hablara con las autoridades en Buenos Aires?
Perón incluyó dentro del Malón a Mario Augusto Bertonasco, un teniente de la Secretaría de Trabajo y Previsión, una persona en la que confiaba para que monitoree “por las dudas”. Toda la prensa le atribuía a Perón el liderazgo. Incluso en mi archivo personal tengo una tarjeta que se mandó a hacer en la que puso “Jefe del Malón de la Paz”. Pero él no era jefe del Malón, era un blanco y militar en medio de unos indígenas en 1946. En ese contexto, “¿A quién le iban a preguntar los periodistas? Ellos tenían una serie de personas, de líderes propios. Era un liderazgo muy comunitario, muy conversado, muy transversal. De todas maneras había voces cantantes. Pero todos los diarios entrevistaban a Bertonasco. El Malón dejó que hablase porque “si Perón lo puso era porque le darían las tierras”.
Cuando se secuestró al Malón hubo un verdadero escándalo, reflejado en las tapas de todos diarios. A raíz de eso, Perón creo tres comisiones para que investiguen ya que nadie sabía quién había movilizado a cientos de soldados y quién había puesto una custodia armada durante seis días en el tren. Nadie se hizo cargo y las comisiones investigadoras no entrevistaron a nadie. El tiempo pasó y el Malón quedó como un mal recuerdo. Fue una frustración colectiva muy grande.
¿Cómo se dio parte del vínculo entre los padres y sus descendientes con respecto a la historia del Malón?
En el 46 había padres que fueron a Buenos Aires con sus hijos de 7 u 8 años. Ellos son los únicos sobrevivientes. De hecho cuando los entrevisté les tuve que contar la historia porque recordaban muy poco y asimismo no sabían mucho. Sus padres eran de pocas palabras. El dolor de la derrota los hizo aún más parcos con ese tema y poco y nada les contaron durante los años posteriores. A algunos les quedaron recuerdos efímeros, pero no mucho más.
En 2006, los pueblos del noroeste argentino realizaron un “Segundo Malón de la Paz” donde se demandó el cumplimiento de la entrega de tierras ordenada por la Justicia del Estado de Jujuy. Mil personas marcharon por la Quebrada de Humahuaca hasta Purmamarca. En la actualidad, en Argentina siguen existiendo habitantes originarios que tienen, como si el tiempo no hubiera pasado, los mismos problemas que tampoco parecen ser atendidos.
Marcelo Valko
Psicólogo egresado de la UBA, se dedica a la investigación sobre genocidio indígena. Es docente, investigador y promotor de distintas leyes nacionales y provinciales con relación a los pueblos originarios. Ha dictado conferencias en universidades de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa. Realizó trabajos de investigación en el noroeste argentino, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y México. Es autor de los libros “Los indios invisibles del Malón de la Paz”, “Pedagogía de la Desmemoria”, “Ciudades Malditas, Ciudades Perdidas”, “Desmonumentar a Roca” y “Cazadores de Poder”.