#NiUnaMenos Debatir violencia de género con varones presos
En el marco de las actividades que se realizaron en el país por #NiUnaMenos, un colectivo de docentes de Olavarría, que da clases en la Unidad Penal 2 de Sierra Chica, organizó una charla con los detenidos que tuvo como ejes centrales del debate los femicidios y la violencia de género. Ahora, ¿es posible reflexionar sobre los “privilegios” de ser varón y referente del sistema patriarcal dentro de la cárcel? Un curioso y necesario desafío tomaron los profes que intentaron iniciar un puente de reflexión y conciencia sobre la violencia machista dentro del contexto de la cárcel, donde muchos de los varones fueron condenados por ejercer violencia sobre las mujeres y, a su vez, padecen la violencia institucional que disciplina sus cuerpos.
ANDAR en Olavarría
(Agencia) Bernardo Penoucos es trabajador social y docente en UP 2 en Sierra Chica. También forma parte del colectivo de docentes del instituto de formación técnica 130 de Olavarría quienes planearon dentro de la cárcel una serie de charlas de acá a fin de año para poder reflexionar, con nuevas herramientas políticas y pedagógicas, sobre violencia institucional, educación y el trabajo en el aula con estudiantes secundarios y terciarios en contexto de encierro.
La primera jornada de charlas se organizó en el marco en el que se cumplía el primer año que nos encontró en las calles nuevamente por el #NiUnaMenos. Gisela Giamberardino y Patricia Pérez fueron las dos profesoras en comunicación social que encarnaron el debate junto a Silvana Valente, coordinadora por la defensa pública contra la violencia de género de Olavarría. Ellas conformaron el panel, coordinado por Bernardo Penoucos, sobre violencia machista, patriarcado e índices de femicidios en la Argentina. El salón reunió a un auditorio de 70 varones de nivel secundario, terciario y algunos universitarios dentro de Sierra Chica.
“Se debatió sobre femicidios y violencia de género. Las tres trabajaron los datos duros de las violencias para construir conciencia, entendiendo además la importancia de trabajar aquello que sucede en el ámbito privado, dentro de las familias y dentro de las casas, como un problema social, analizando cuáles son las respuestas que da el Estado a estas violencias. A su vez, la idea fue cruzar ese análisis dentro de un contexto de encierro donde se reproducen y producen muchas otras violencias”, contó Ponoucos a la cronista de ANDAR y continuó diciendo: “el tema no es ajeno a muchos de los concurrentes a la jornada. Muchos de ellos son protagonistas de hechos de violencia y en algunos casos es la razón por la cual han perdido su libertad. Surgieron varias cuestiones entre los compañeros- estudiantes al llegar a la charla. Cuando todo comenzó algunos no pudieron bancárselo, se quebraron emocionalmente y se fueron. No creo que haya sido porque se sintieron ofendidos o atacados. Se retiraron porque están afectados emocionalmente y lo que escucharon es un problema muy cercano”.
“La violencia de género está basada en relaciones desiguales de poder que subordinan a las mujeres, y las relaciones patriarcales que hacen de las mujeres (y los hijos e hijas) propiedad de los varones y responsables del cuidado y los trabajos domésticos”, expresa Diana Mafía, doctora en filosofía y directora del Observatorio de Género en la Justicia. Cuando una mujer se rebela a ese lugar, la respuesta es la amenaza, la violencia y la muerte. “Incluso, un varón puede sufrir violencia e incluso ser asesinado, pero esto no ocurre en una cultura que legitima relaciones desiguales de poder, sino todo lo contrario. Es violencia, pero no es violencia de género”, explica.
“Una de las cosas que debo destacar que muchos de los varones que se quedaron en la charla se sintieron interpelados y esto generó que se problematizara el tema y aún, varios días después, lo seguimos trabajando en la cursada. Este debate nos permite hablar de las violencias en un contexto donde es algo cotidiano. Esa violencia institucional que se naturaliza como algo dado nos permite sumar al debate la violencia de género como expresión social que merece su análisis y profundización”, explicó Penoucos y agregó: “los que se quedaron, discutieron, hicieron énfasis en relación al aborto y una de las cuestiones que apareció fuerte fue el tema de la tenencia de los hijos cuando la pareja se separa. También hablaron sobre la violencia simbólica que ejercen las mujeres sobre los hombres. Hay que reconocer que nos falta mucho por aprender, muchas cuestiones que en la charla surgieron en el discurso de quienes expusieron, no se habían tenido en cuenta. Las compañeras plantearon una cuestión de realidad estadística que es mucho mayor y se impone: mujeres asesinadas, violadas y un registro de violencias históricas hacia las mujeres desde el sistema. Ahora, se encontraron con un grupo de asistentes que reclamaron por sus derechos, sus denuncias por sentirse violentados por sus mujeres. Estuvo intenso el debate y creo que enriquece lo que pretendemos hacer.”
El concepto de “femicidio” es el tenebroso final de esa escalada de violencia. Cuando se habla de femicidio es porque la mujer previamente ha recorrido un camino tropezando con múltiples formas de violencia, muchas de las cuales están tipificadas en la ley y las instituciones y funcionarios las inclumplen sistemáticamente. Para Mafía no es admisible banalizar los conceptos: “esto no es una avanzada de las mujeres sobre los varones, sino sobre el patriarcado como un sistema cruel que también los oprime aunque parece darles privilegios. Es imposible construir igualdad en un sistema que naturaliza sobre las diferencias sexuales la desigualdad política y de derechos”.
Los docentes de Olavarría asumieron un desafío. Luego de varios meses de gestión y articulación con los profesores de los tres ámbitos: secundario, terciario y universitario de Sierra Chica, dieron el primer paso de una ambiciosa iniciativa, urgente para pensar la reproducción y persistencia de violencia de género. Tarea nada fácil en un espacio donde la gran mayoría de las personas que se encuentran encerradas no obtienen el “beneficio” de poder recibir educación y mucho menos asistencia y contención psicológica.