A DIEZ AÑOS DE SU MUERTE La vigencia del amor: Carlos Cajade, un símbolo que late
Hace diez años, el 22 de octubre de 2005, falleció Carlos Cajade: cura del pueblo, militante peronista y padre de los pibes sin casa. Carlitos, como lo llamaba la gente, fue una figura central en la lucha por los derechos de los más humildes. Ícono de la ciudad de La Plata, de las banderas de los trabajadores pero principalmente de los pibes de los barrios, Cajade es hoy un símbolo que marca la ausencia de verdaderas políticas de promoción y protección de los derechos de la infancia, en tiempos electorales donde la promesa generalizada parece ser la profundización de la de mano dura.
ANDAR en las memorias
Aquellos que toman decisiones a favor de la infancia más pobre son mis amigos; los que toman decisiones en su contra son mis enemigos.
Carlos Cajade
(Agencia) Carlos Cajade integró la Comisión por la Memoria de la provincia de Buenos Aires (CPM) y estuvo presente en la primera inspección a lugares de encierro, en el año 2005. Sus compañeros lo recuerdan como un hombre sensible, con convicciones firmes y de gran corazón.
“Carlitos era uno de esos hermanos muy querido. Tenía una coherencia profunda entre el decir y el hacer, y su mirada era desde el evangelio junto a los pobres, a los más necesitados y fundamentalmente la infancia. Siempre señalaba que la iglesia debía comprometerse más con la vida de nuestro pueblo”, lo recuerda Adolfo Pérez Esquivel, presidente de la CPM y compañero de Cajade en la Marcha de los Chicos del Pueblo que unió a la Quiaca con Buenos Aires en un reclamo por los derechos de la infancia en tiempos de la crisis de 2001.
[pullquote]una coherencia profunda entre el decir y el hacer, recuerda Adolfo Perez Esquivel [/pullquote]
“Yo tengo de Carlitos un recuerdo muy potente de lo que significan los vínculos humanos; era una persona entrañablemente querible y quería con mucho afecto. Brindaba un abrazo de esos que se perciben de hermano a hermano. En las reuniones que teníamos en la Comisión era una persona muy atenta a lo que cada uno decía y, sin herir susceptibilidades, hacía planteos que llevaban a las confluencias y al compromiso militante. Era un hombre muy perceptivo y muy sabio. Además, teníamos esa afinidad de ser los dos hinchas de Estudiantes”, describe Hugo Cañón, que en 2005 se desempeñaba como fiscal general y participó de la primera inspección a cárceles que realizó la CPM.
[pullquote]Hugo Cañón destaca sus planteos que llevaban a las confluencias y al compromiso militante[/pullquote]
En aquella inspección, Cajade recorrió los pabellones de la Unidad 21 de Campana junto a su compañera religiosa Martha Pelloni y otros miembros de la institución. Allí vieron a pibes pobres encerrados sin condena, víctimas de torturas de las fuerzas de seguridad, condenados por la sociedad a un estado de abandono y represión.
“Fue impactante esa visita a la cárcel: ver gente joven encerrada en una celda, y muchos pedían por favor agilizar el expediente, porque eran todos expedientes dormidos”, recuerda Martha Pelloni, que integra la CPM hasta la actualidad.
Roberto Cipriano García, miembro de la CPM que estuvo presente en esa inspección como integrante del recién creado Comité Contra la Tortura, recuerda: “El lugar era realmente inhumano, las condiciones de detención vulneraban todos los derechos de las personas allí alojadas, la cárcel estaba sobrepoblada, las personas hacinadas, una tirada encima de otra, varios pibes enfermos tirados en el piso sin atención alguna, las denuncias de torturas surgían de cada relato. Carlitos y Martha se metían en las celdas, abrazaban a los pibes allí detenidos, los consolaban y generaban con ellos con una empatía inmediata. Lo veía sufrir al cura por todo lo que veíamos, estaba conmovido. En un momento, visiblemente agobiado, se acerca a la monja Pelloni y le dice: ‘sabés Martha, en estos casos me viene esa cita del Evangelio: ¿dónde está tu hermano?, ¿cómo puede ser que toleremos que estos jóvenes estén en este lugar?, no tiene nada que ver con lo que Dios quiere, hay que cambiar esto’. El cura tenía una sensibilidad y un compromiso enorme con los excluidos, a los que dedicó su lucha y su vida».
Ya dentro de la unidad carcelaria los penitenciarios pretendían controlar la inspección intentando estar presente en todas las conversaciones y requiriéndoles que permanecieran juntos por “cuestiones de seguridad”. Frente a esto, Hugo Cañón recuerda: “Nosotros les respondimos que no corríamos ningún peligro con los detenidos y les pedimos que se fueran. Entonces, entré a una celda donde había cinco chicos y tenían todas las mantas en el piso porque allí dormían; yo pedí disculpas porque tenía que entrar pisándoles las frazadas. El relato fue muy fuerte y los llamé a Martha y Carlitos para que lo escucharan. Cuando entra Martha, uno de los internos se abalanza sobre ella; nosotros nos quedamos tranquilos porque no pensamos que le fuera a ocurrir nada y justamente se abalanzó para evitar que Martha se apoyara sobre unos cables pelados que estaban sobre la pared”.
[pullquote]En la cárcel Cajade veía a la niñez desamparada ‘son pibes como los míos’ dijo [/pullquote]
En esa inspección pudieron hablar con los detenidos que estaban incomunicados y escucharon sin parar sus relatos desde las 9 a las 17 horas. La hermana Pelloni recuerda que “en un momento nos llamamos con Carlitos mutuamente para escuchar a un chico joven. Ellos estaban en celdas individuales con puertas de hierro, así que nos llamaban para conversar e íbamos uno por uno. Uno de los chicos pedía si podíamos hablarle a la familia para que le traiga a los nenes que quería ver. Y en un momento dado nos comenta que quería que lo saquen de esa cárcel y lo manden a otra porque él había visto como le ponían la corbatita al preso que estaba en la celda de enfrente. O sea que lo habían ahorcado. Tenía miedo que le pasara lo mismo a él”.
En un momento, Cajade le comentó a Hugo Cañón: “son pibes como los míos”. Pibes de barrio, humildes, hijos de familias pobres. Cajade vio allí adentro a los mismos pibes que vivían con él en el Hogar de la Madre Tres Veces Admirable y que no habían tenido una contención. El cura se preguntaba qué habría sucedido si los pibes se hubieran encontrado con una posibilidad en el camino: un hogar, un oficio, una familia que los reciba. “Era tan conmovedor escuchar los relatos de los presos que realmente teníamos los ojos llenos de lágrimas de la impotencia porque muchos eran víctimas de su propia historia que los llevó a esa situación. Carlitos era muy sensible, todo esto le afectaba muchísimo”, describe Pelloni.
Luego de esa inspección, Cajade escribió “En condiciones tan inhumanas, el hombre se hace salvaje”[1]. Esa imagen que guardó en su retina y en su corazón era el reflejo de las demás unidades penitenciarias de la provincia de Buenos Aires y de la situación carcelaria de los años que siguieron.
[pullquote]En condiciones tan inhumanas, el hombre se hace salvaje[/pullquote]
Frente a esto, Cajade proponía amor y organización porque el abordaje de la niñez debía hacerse de una manera integral. Un padre sin trabajo era sinónimo de un pibe en la calle y un pibe en la calle significaba un futuro joven en situación de encierro -ya sea en centros cerrados o en cárceles. Su lucha fue entonces la de sacar a los pibes de las calles.
Cajade, una obra necesaria
La navidad del ‘84 fue la semilla de su obra más grande y reconocida: el Hogar de la Madre Tres Veces Admirable. Allí creó un lugar para que los chicos pudieran crecer en un entorno familiar. Luego su proyecto se multiplicó en emprendimientos productivos y casas de día, algunos de los cuales continúan en la actualidad como la revista La Pulseada, la imprenta Grafitos, la Casa joven, la Casa de los bebés y la casa Chispita. Estos espacios se proponen como proyectos de inclusión social y han tenido que luchar contra la falta de recursos a lo largo de los años. Fue el peso de la figura de Cajade la que abrió -y sigue abriendo- ciertas puertas en la política y en la sociedad para conseguir financiamiento para los pibes.
Es por eso que su figura hoy es tan necesaria para seguir pensando en políticas de inclusión social, en las prácticas sociales de amor al otro: un otro que sea incluido y que no sea visto como un peligro a destruir. Los jóvenes de hoy son los torturados y asesinados por las fuerzas de seguridad: Omar Cigarán, Mauricio Andrada, Ismael Perusato, Sebastián Nicora, Kiki Lezcano, Lautaro Bugatto, Luciano Arruga, Víctor Balsa, Juan Martin Yalet, Miguel Bru, Marcelo Bogado, Damián Sepúlveda, Federico Taja, Miguel Ángel Durrels, Franco Almirón, Mauricio Gabriel Ramos y otros tantos.
[pullquote]Carlitos partió pero no se fue, afirma Perez Esquivel [/pullquote]
Son los jóvenes y niños de hoy que aún no ven soluciones reales en los servicios locales, ni en los centros, ni en la justicia, incluso frente a las nuevas leyes de protección sancionadas.
“Carlitos no murió. Carlitos partió pero no se fue: está siempre presente con cada uno de nosotros. Lo importante es que su testimonio de vida permanece y que su obra continua”, señala Pérez Esquivel.
Por eso, seguimos diciendo Cajade presente! Para que los pibes tengan seguridad: la seguridad de recorrer sus barrios sin hostigamiento, la seguridad de una vivienda digna, de una comida en familia, del acceso a la educación, la salud y el trabajo.
[1] Cárceles del exterminio, número 36 de la Revista La Pulseada, publicada en diciembre de 2005.