La ciencia que pone verde al sistema sojero
ANDAR en Azul
En la Facultad de Agronomía de Azul, desde la cátedra de Agroecología, se lleva adelante un proyecto que aborda la sustentabilidad ecológica de la zona. Desde estudios a labores constantes y a largo plazo que buscan encontrar modelos de trabajos alternativos y un equilibrio para una vida más plena. Un modelo que implica un compromiso político, económico y social.
(Por AC-FACSO) En Azul se desarrollan distintas actividades para con el uso de la tierra y la concientización social que tienden a repensar la manera de vincularse entre el ser humano y el medioambiente. “Lo que proponemos es un cambio, una vuelta al sistema diversificado, en oposición a la concentración, como ha sido en los últimos años la abundante siembra de soja. Hay que incentivar al productor agropecuario para que pueda comprender las competencias y ventajas con las que puede contar” explica Eduardo Requesens, docente y titular de la cátedra de Agroecología de la Facultad de Agronomía de la UNICEN.
En base a lo ocurrido en Europa, América Latina y el Caribe, la tendencia agroecológica busca ser un modelo de desarrollo rural alternativo ante la masiva industrialización que provoca un fuerte deterioro de la tierra y la fragmentación y disminución de los trabajadores rurales.
Una nueva forma de trabajar la tierra
La tarea es llevada a cabo de manera conjunta por entidades académicas (Facultad de Agronomía), tecnológicas (INTA) y gubernamentales (Municipio de Azul) en la búsqueda de una estrategia zonal que permita diseñar una estructura productiva compatible con la preservación de la integridad del ambiente y la potencialidad de los recursos naturales. En la actualidad al grupo estable de la cátedra de Agroecología se le suman tres estudiantes avanzados, un tesista y dos asesores externos quienes estudian el retroceso del ecosistema natural y los riesgos ambientales en Azul para proponer cambios en el uso de la tierra. Este mismo proceso fue realizado en los partidos Benito Juárez y Tandil.
La agroecología surgió en Latinoamérica como respuesta a la crisis ecológica en el campo, promocionando el manejo sustentable de los recursos naturales y el acceso igualitario a los mismos. No se trata solamente de mejores prácticas en el manejo del suelo sino de que el cambio de modelo implica un fuerte compromiso social, político y económico con acciones que tiendan a la producción bajo criterios agroecológicos. “Trabajamos en el marco de una fusión entre la agronomía y la ecología, estudiando las tendencias de los cambios en el uso de la tierra y sus consecuencias ambientales, como puede ser el deterioro de los recursos naturales”, sostiene Requesens. Entre los beneficios resultantes de dicha diversificación se pueden mencionar el aumento de la productividad, estabilidad y sustentabilidad de los sistemas productivos, la conservación de los recursos naturales, particularmente el suelo, y la reducción de los riesgos económicos.
Los establecimientos rurales donde se emprenden los trabajos se constituyen en fuentes de información. Mediante un convenio con el INTA la cátedra de Agroecología logra acceder a los establecimientos rurales. “En Azul trabajaremos en estancias que tengan ambientes de lo que se llama ‘Pampa deprimida’ por la escasez de riqueza de la tierra, allí se enfoca en lo ganadero; y en la zona conocida como “Pampa serrana”, donde la riqueza permite una mayor apertura para el trabajo agricultivo”, detalla Requesens sobre los lugares donde descubrir las implicancias agroambientales.
La importancia de los estudios sustentables en la zona
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La agricultura sustentable se basa en sistemas integrados, conservadores de los recursos naturales, rentables y socialmente equitativos. “La sustentabilidad debe tener cuatro vertientes, debe ser ecológica, ambiental, económica y social. Si se conserva el uso de recursos será más rentable y contará con una mayor implicancia social”, señala Eduardo Requesens. Además ha contando en los últimos años con una amplia difusión en diferentes estamentos académicos, científicos, tecnológicos, productivos, y gubernamentales.
Para esta perspectiva los indicadores no son instrumentos fijos y estándar sino que están desarrollados y adaptados a objetivos y situaciones particulares, por lo que según dónde se trabajen, las condiciones cambian. “Cada proceso de trabajo lleva alrededor de tres años. No buscamos un cambio en las técnicas actuales sino que se diversifiquen los productos, teniendo como base un sistema mixto agrícola-ganadero”, añade Requesens.
Se torna cada vez más necesaria la búsqueda de nuevas formas de relación de las sociedades humanas con su propio medioambiente. Ante las crisis desatadas por los modelos de desarrollo convencionales, lo sustentable pretende reducir al mínimo posible la degradación de la base ecológica que sostiene las actividades productivas y la habitabilidad sobre el planeta. El desafío consiste mostrar al medioambiente como la resultante de la mutua interacción entre el sistema sociocultural y el sistema natural. Es por ello que los problemas ambientales que se manifiestan a nivel local son percibidos con mayor claridad por grupos sociales particulares, siempre y cuando sus impactos resultan evidentes en su entorno más cercano. De allí la necesidad de trabajar por zonas y de sostener el trabajo en el tiempo. Por lugares con necesidades de cambios y por un ambiente más habitable y sano.
La concientización ecológica desde la niñez hasta la adultez
La Sala de Interpretación y Difusión de las Ciencias Naturales “La Mulita” funciona desde 2004, y la llevan adelante estudiantes avanzados y graduados de la carrera del Profesorado de Ciencias Biológicas de la Facultad de Agronomía. “Trabajamos con el nivel inicial hasta el terciario. Es importante conocer para valorar lo que se tiene. Damos cuenta de paisajes, lugares, donde las personas se desenvuelven y damos a conocer el rol e importancia del ambiente para protegerlo”, describe Fabián Grossman, biólogo, docente de la Facultad de Agronomía y tutor responsable del espacio.
Mediante actividades o jornadas particulares, en escuelas o lugares como el parque de la ciudad de Azul, se busca que la comunidad tome conciencia, sea responsable y adquiera nociones de los daños que puede provocar, tratando de terminar con costumbres o prácticas que llevan a un comportamiento peligroso para el medioambiente. La acción de concientizar y establecer distintos vínculos reflejo el grado de compromiso para con el tema. “Nos damos cuenta de que los chicos son más sinceros, se animan a preguntar más, no tienen prejuicios. En cambio los adultos, muchas veces por desconocimiento, desinterés o vergüenza, no se comprometen tanto, pero al ver a los niños tan implicados, se sueltan. Es como un efecto que se provoca en ellos”, enfatiza Grossman, quien coordina y planifica el trabajo junto a estudiantes avanzados.
Al trabajar en distintos lugares, muchas veces algunos espacios no tienen la infraestructura montada para usar, por lo que el grupo de La Mulita cuenta con equipamiento propio, con la finalidad que los niños, niñas, adolescentes y adultos lleven a una práctica directa de todo lo que se puede hacer. “Desde nuestro comienzo podemos apreciar un gran cambio de actitud y postura, sobre todo en los jóvenes, son muy participativos, abiertos a la escucha, el diálogo y la acción de cuidado y protección ambiental”, destaca Fabián Grossman sobre la importancia del compromiso por parte de la ciudadanía. Algunos resultados podrán variar, pero contando con el apoyo e interacción conjunta de la comunidad, seguramente los resultados serán positivos.