9 años sin López: griten más fuerte
Guadalupe Godoy, fue representante de López cuando se convirtió en un testigo clave en el juicio contra Etchecolatz. En diálogo con Andar, a 9 años de la mañana en que se desarrollaban los alegatos y López no aparecía, evalúa las dificultades de hacer un balance e intenta pensar en las expectativas posibles.
ANDAR en las memorias
(Agencia) ¿Cuál es el balance posible a 9 años de ausencia de López?
Realmente es muy difícil hacer un balance y pensar algo nuevo en torno a la desaparición. En realidad, cada año que pasa aumenta las certezas de qué fue lo que sucedió. Si pensamos, en ese primer tiempo donde intentaron, poner la duda, instalar la idea de alguien perdido; ahora, 9 años sin respuestas también es una certeza de lo que pasó.
¿Y respecto a la causa judicial?
La causa por otro lado lo que tiene es un trámite normal dado por la imposibilidad política de archivar una causa de esta naturaleza; mientras se mantenga esta lucha popular es imposible que una causa así se archive, pero tiene la dinámica de una causa archivada. No hay, desde quienes llevan adelante la causa, ningún tipo de política investigativa; sólo hay respuestas formales a distintos pedidos que se pueden llegar a hacer.
Lo que sí hubo en el último tiempo fue actividad periodística sobre esa causa con varios libros que trabajan el tema
Eso está bueno porque a mí en un principio me conmovió la idea de un libro, me parecía clausurante: un libro tiene una última página, lo digo incluso como autocrítica. Me costó mucho entender el rol que tienen las producciones periodísticas y editoriales que empezaron a aparecer sobre la desaparición de López, pero estos libros sirven para mantener vigente el reclamo desde los lugares donde pueda hacerse. En cierta forma, haciendo un paralelismo, hubo años durante la búsqueda de justicia ante el genocidio, donde el espacio para hacerlo no fue precisamente la justicia; cuando se pudo hacer en la justicia, fue porque durante esos años la lucha se mantuvo vigente por esos otros canales. Creo que es más o menos lo que pasa acá hay un momento de meseta y está bueno que sea un momento donde aparezcan balances.
También la desaparición de López produjo una transformación hacia el interior de los movimientos de derechos humanos, cosas que por ahí en su momento no pudimos ver. Pero también tuvo un efecto contrario a lo que se pretendió en la reafirmación de los juicios que siguieron adelante, fue una reafirmación de la necesidad de los juicios. En el juicio a Etchecolatz había un cierto cuestionamiento, a 30 años para qué enjuiciar “a viejitos”, pero su desaparición transformó eso y para nosotros dejó al desnudo la condición ideológica y las capacidades investigativas que tienen las fuerzas de seguridad en nuestro país.
¿En este escenario qué expectativas puede haber de acá en adelante?
No sé si expectativas, tenemos la experiencia y la práctica de los organismos de derechos humanos en nuestro país. Desde esa experiencia obviamente que no sólo no bajamos los brazos sino que pensamos que algunas de las medidas en algún momento puede anular los silencios o nos pueden llegar a dar frutos.