MASACRE DE QUILMES Espíritu de cuerpo: declararon los policías de la 1ª de Quilmes
La semana pasada se escuchó la voz de muchos de los agentes policiales que el 20 de octubre de 2004 cumplían funciones en la Comisaría 1° de Quilmes. Luego de 11 años fueron citados a declarar sobre los hechos, pero en la sala se impuso un insistente “no recuerdo”. También declaró otro sobreviviente que estuvo alojado en el calabozo contiguo al del incendio. Los imputados estuvieron ausentes y el Tribunal deberá decidir si les permite, sin razones de salud o fuerza mayor, no presenciar las audiencias testimoniales.
ANDAR en Quilmes
(Agencia) Las oficiales Silvia Mora y Romina González se contradijeron entre sí. La primera aseguró: “No entré en ningún momento a los calabozos y mi tarea consistía en llamar a las emergencias. Los bomberos tardaron en llegar. Mi tarea consistía en anotar los nombres de los menores que iban siendo trasladados al hospital y los oficiales que los llevaban”. Para la oficial González, Silvia Mora fue a los calabozos con el fin de llevar menores hacia el hall de entrada. “Yo llamé a los bomberos que tardaron cinco minutos en llegar”, dijo. El Tribunal tomó nota de esta contradicción a pedido de los abogados de las querellas.
El oficial Diego Ávalos, que estaba fuera de servicio esa noche, dijo que llegó al lugar por un pedido de apoyo y allí se encontró con el comisario Soria, quien lo mandó al hospital de Quilmes para que registre y pase partes del estado de los chicos que habían sido trasladados. Ávalos no recordó quiénes estaban en el lugar además de Soria. En el shock room del hospital encontró a los médicos atendiendo a unos siete u ocho pibes: reanimaciones cardíacas, limpieza de las quemaduras y de los cuerpos, asistencia respiratoria manual, oxígeno. “Ahí tomé nota de la gravedad de los sucesos”, dijo y aclaró que mantuvo informado al comisario durante toda la madrugada. Cuando la defensa le preguntó acerca de su relación con el imputado Soria, dijo que lo conocía desde el año 1989 y que éste había sido el “pilar” de su carrera policial. “Son muchas cosas las que me pasan cuando pienso en él, es mi ejemplo, un hombre correcto”, comentó.
El policía Norberto Galli hacía patrullajes bancarios. Recordó que aquel día por la tarde llegó a la dependencia para tomar unos mates con Ávila, uno de los oficiales imputados, a quien definió como un amigo. Cuando llegó descubrió que no estaba en la comisaría. Dijo que entonces escuchó que los detenidos habían roto un candado en los calabozos, pero no recordó quiénes custodiaban a los detenidos, ni tampoco si le revisaron sus pertenencias. Expresó que luego de eso se fue a seguir su trabajo porque “estaba todo muy tranquilo”. Lo llamaron para que volviera por el incendio. El comisario también lo envió al hospital para que le pase los partes de situación. “Los médicos no nos atendían, estaban críticos”, dijo refiriéndose a los chicos. Cuando le preguntaron por Soria se refirió a éste como “mi mentor” y agregó que al imputado Pedreira no lo había visto en la comisaría.
[pullquote]Fui al pasillo y veo una bola de fuego en el calabozo 1[/pullquote]
En su declaración, el oficial Gabriel Alampresi dijo que su horario dentro de la comisaria era de 14 a 22 horas, y que ese día estuvo custodiando los calabozos. No recordó la requisa pero sí la pelea entre los presos. Dijo que fue relevado por el oficial Soraide y se fue a patrullar un rato, trayendo consigo a un muchacho, un contraventor. Cuando estaba elaborando un acta judicial, escuchó desde la oficina el griterío. “Fui al pasillo y veo una bola de fuego en el calabozo 1 pero un compañero -no recordó quién era- me entrega al muchacho que minutos antes había traído a la comisaria para custodiarlo”. Dijo que había unos 5 ó 6 policías intentando apagar el fuego pero tampoco recordó quiénes eran. Según recuerda, cuando sacaron a los chicos los llevaron al patio, había uno o dos policías haciendo un cordón para evitar una fuga. Luego los vio en la cocina pero no se acercó. Un rato después, el suboficial le ordenó que traslade a uno de los chicos quemados al hospital: “estaba todo tiznado, pero caminaba. Lo subí a un móvil y lo llevé al hospital”. Dijo que no tomó ninguna medida especial de seguridad en el traslado del pibe, aunque reconoció que iban él y tres efectivos más en el móvil, pero que no recuerda sus nombres.
Darío Ares también es policía y atiende las causas y operaciones complejas para la 1ª de Quilmes. En 2004 prestaba servicio junto a los imputados Pedreira y Vujovich. Relató que estaba en su oficina del primer piso y recibió un llamado de planta baja. La imputada oficial de servicio Elizabeth Grosso le solicitaba apoyo en los calabozos por una pelea entre detenidos. En su testimonio nombró a los oficiales Pedreira, Góngora, Altamirano y Grosso, pero dijo que estaban conversando con los detenidos. Como estaba todo tranquilo, retomó sus tareas administrativas. En relación al incendio contó que vio a sus compañeros intentando apagar el fuego y que buscó un matafuego en su oficina. Cuando volvió a bajar el fuego estaba apagado, los chicos habían sido llevados al patio o a la cocina y desde la guardia se llamó a los bomberos. No vio nada más. Muy consternado, este oficial llamó rápidamente a su familia para avisar lo sucedido y para que su mujer y sus hijos no se preocuparan.
El policía Ramírez era el encargado de toda la parte administrativa de la 1ª de Quilmes: inventario patrimonial, las horas extras (CORE) de los policías, situación laboral del personal, gastos de combustibles y caja chica. En su declaración dijo que había matafuegos en la planta alta de la dependencia y baldes de arena en la planta baja “donde los oficiales apagan sus cigarrillos”. Mencionó que el sistema de apagado de incendio de la Comisaría era inseguro.
[pullquote]Los colchones en ese momento eran suministrados por la Secretaría de Minoridad[/pullquote]
Ramírez brindó algunos detalles sobre las prácticas policiales durante una requisa: “Debe ser autorizada por autoridad superior empezando por la Departamental o el comisario mismo. Requiere de una decisión de la superioridad. Consiste en entrar al calabozo, ordenar que los detenidos se desnuden, constatar que no tengan elementos ocultos, ordenar que se vistan; luego se pasa el palo contra el techo, rejas y paredes para constatar que no haya boquetes o roturas del calabozo. A veces se revuelven pertenencias con el fin de verificar si hay elementos peligrosos. Eso es todo” declaró. El Dr. Topalián, presidente del Tribunal, quiso conocer más acerca de esta práctica:
– Las requisas a detenidos mayores y a los menores ¿son idénticas o parecidas?
– No presentan diferencias – dijo Ramírez.
– ¿Está estipulado que se desnuden los detenidos? ¿Se quedan en paños menores o es desnudez total?
-La desnudez es total y tiene por finalidad observar que no tengan elementos escondidos. Luego se pide siempre que se vistan.
Sobre este punto, Ramírez explicó que antes de ingresar a los calabozos para requisar a los detenidos deben asegurarse un número suficiente de efectivos para evitar ser reducidos por los detenidos.
Al ser encargado del patrimonio de la comisaría se lo consultó acerca de los colchones. Los mismos eran suministrados por la Secretaría de Minoridad, entonces a cargo de Viviana Suárez. Eran de goma espuma y no ignífugos. “Cada colchón que entra a la comisaría es revisado y autorizado porque pueden esconderse elementos dentro de él. Esos colchones entraron porque alguien los revisó y autorizó. Era eso o el camastro de cemento”, concluyó.
Relato de otro sobreviviente
Néstor Arrojo es uno de los sobrevivientes del calabozo 2. En aquel momento tenía 17 años y llevaba dos días detenido en la comisaría de Quilmes. El testigo recordó la pelea entre presos, la requisa violenta: “Yo no entendía nada, era la primera vez que estaba preso”. En relación al incendio relató que cuando rescataron a los pibes del calabozo 1 y los sacaron al patio “les pegaban cuando pasaban por el cordón policial. Yo me cubrí la cabeza con las manos. Me llevaron a la cocina y, a medida que entrábamos, me obligaron a tirarme al piso sobre los pibes que estaban quemados. Quedamos amontonados unos sobre otros, a algunos se les caía la piel de la cara. Después se los fueron llevando para el hospital. Yo no me quemé. A uno de los pibes, mi primo, se lo llevaron a un costado y le pegaron entre varios policías: querían saber quién había prendido el fuego. Yo reconocí a mi primo por la voz, lloraba mucho y decía que no sabía nada. A la mañana nos trasladaron a la 3ª de Varela”.
En Andar toda la cobertura del juicio:
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