RELATOS DEL ABSURDO De centros clandestinos y comisarías, de rupturas y continuidades
Los programas de inspecciones de lugares de encierro y seguridad democrática de la Comisión Provincial por la Memoria realizó durante los últimos meses monitoreos de control en diversas comisarías del conurbano bonaerense. Hacinamiento, malos tratos falta de acceso a la salud, superpoblación fue el panorama con que se encontraron. Eso fue también lo que encontraron en Monte Grande cuando llegaron a una comisaría que había funcionado como centro clandestino de detención, y que encarna el presente del peor pasado. La crónica en primera persona.
ANDAR en las comisarías
(Equipo de trabajadorxs del CCT) Comisaría 1ª de Esteban Echeverría de la localidad de Monte Grande. Fachada del edificio, una placa informa que allí se cometieron crímenes de lesa humanidad, en otra se realiza un homenaje a todos los ciudadanos que fueron víctimas del terrorismo de estado.
Año 2015: ingresamos, la comisaría está clausurada por una orden judicial como tantas otras del conurbano. Un habeas corpus ordena su reacomodamiento ya que no está en condiciones para alojar personas.
Sin embargo, en los calabozos hay detenidos que no deberían estar ahí. Estaban hacinados en dos pequeñas celdas, más de 10 personas en escasos metros cuadrados. Debido a la cantidad de personas, la mayoría debía dormir en el piso, algunos sobre colchones de goma espuma deteriorados, otros sobre mantas viejas.
[pullquote]Un habeas corpus de la justicia dice que la comisaría no está en condiciones para alojar personas. Sin embargo, en los calabozos hay detenidos que no deberían estar ahí.[/pullquote]
La mampostería, paredes y techos se encontraban en pésimas condiciones, con desprendimientos; parecía que había peligro de derrumbe. Vimos decenas de cucarachas en pisos y paredes, también había ratas que ingresaban desde el sector contiguo de calabozos clausurados. Debían convivir semanas con la basura hasta que el personal policial se dignara a sacarla de las celdas.
La instalación eléctrica era insegura, en las dos celdas se vislumbraban cables sueltos y pelados, inseguridad que se agrava cuando llueve ya que el agua entra por el techo y corre por las paredes y piso. No vimos ni mangueras ni matafuegos, no había puertas de emergencia ni ventilación para el humo. Todas estos elementos, sumado al material combustible (colchones, ropa colgada, etc.) y al hacinamiento conforman un espacio de alto riesgo.
En una de las celdas varias personas detenidas presentaban cuadros de descompostura, fiebre, diarrea y cólicos. No habían recibido ningún tipo de atención médica a pesar de haberlo reclamado, ni habían tenido acceso a ningún tipo de medicamento. En palabras de uno de los chicos: “Estoy hace 3 días con diarrea y dolor de panza, les pedí (a la policía) que me trajeran pastillas de carbón y me contestaron que tenía que esperar a que venga la visita”.
Este panorama se da aunque no debe haber personas detenidas en comisarías. Mientras hablábamos con las personas que se hallaban en la comisaria clausurada, visualizamos la interminable red de complicidades y poder estatal que se interrelacionan para formar un túnel que bien podría ser del tiempo, y este túnel va hacia atrás.
Salimos: ¿año 2015 o 1976? Los calabozos eran «patrimonio histórico» porque ahí funcionó un centro clandestino de detención en la última dictadura militar, y hoy también. Pensamos en las continuidades y las rupturas, pensamos en la justicia que mira y no ve, pensamos otra vez en las continuidades y en las muchas, muchas contradicciones.